Málaga

No tengo costumbre de escribir en primera persona, pero hoy quiero ponerme en tu piel, sí, la tuya; que si has pinchado en esta crónica, es porque probablemente acudieras al concierto o seas fan de Andrés SuárezAcabo de volver del concierto y me ha sido inevitable encender el ordenador y lanzarme al teclado porque es inexplicable el torbellino de emociones que siento. Nunca había visto al gallego actuar en directo y llevaba las expectativas muy altas. Las ha cumplido.

Empecemos por el principio. Cuando he llegado al auditorio, he sentido rabia. Rabia de no verlo hasta la bandera. Rabia de ver que todavía hay gente que no valora a cantantes de calidad como Andrés. Rabia de que muchos se crean aún que la cultura no es segura.

Sin embargo, todo ha cambiado cuando se han apagado las luces. La escena, oscura, y con unos cuantos focos cálidos al fondo. En medio del escenario, Andrés, con camiseta negra y vaqueros-un vestuario acorde a lo que vendría después- y Marino Sáiz -el violinista de los cantautores-. Nada más. Bueno sí.

Un par de guitarras, un teclado, un violín, una cerveza que se rellenaba de vez en cuando y su último libro, A través de los ojos, situado en una pequeña mesa como su tour manager ha decidido. "Cuando le he preguntado a Irene que por qué había puesto el libro ahí me ha dicho que es para hacer un poco de publicidad encubierta. ¡Es una jefaza!", contaba el artista.

Una vez metidos en faena, el auditorio se convierte en una pompa de jabón que solo tenía el poder de romper Andrés. Nadie era capaz de salir de ella. Más de un 36, El cantante Benijo crearon un aura especial en el recinto. La mayoría de las parejas se abrazaban y había lágrimas de emoción.

"Buenas noches, Málaga. Ahora sí", decía el artista haciendo reverencias al respetable. "Nunca, nunca, nunca jamás hizo tanta calor", decía el artista abanicándose con las manos argumentando que no está nada acostumbrado a cantar con tanto calor. "Como os leo en redes os hice caso, porque me decíais que la niebla traía fresquito. Me traje hasta jersey para venir. No estoy acostumbrado a cantar yo de noche con este calor".

Ya Pastora Soler sufrió hace tan solo una semana el terral en el auditorio, pero en este caso "la plasta" ha sido la protagonista junto a los mosquitos, que rodearon al artista durante todo el concierto llegándoles casi a dedicar alguna que otra canción. "Si veis a Marino bailar mucho, que sepáis que nosotros no traemos coreo, son los mosquitos", decía entre risas.

Es llamativo como entre broma y broma Andrés aprovecha para lanzar mensajes claves, de gran importancia, y directos: "Gracias por estar hoy aquí en lugar de en otra parte. Gracias por apoyar la cultura segura, gracias por reconocer el esfuerzo de las dos maravillosas mujeres que estaban desinfectando y midiendo las distancias hace tan solo un rato y el de los técnicos de luces y montaje. Gracias por defender a todos los que estamos trabajando hoy y creíamos que íbamos a estar dos años sin hacerlo".

Pocas veces habla de manera egoísta sobre él. Siempre trata de que se vea el trabajo del que tiene al lado, algo que se ve poco en los artistas del panorama actual en los tiempos que corren de manera pública.

Un concierto peculiar

Peculiar, así definía el propio artista su concierto en Málaga. Durante toda la noche fueron cientos las veces que el gallego interactuó con el público, especialmente con una seguidora, Carolina, que estuvo sembrada y llamando la atención del cantante en todo momento hasta el punto de que le dedicó una canción. 

Imagínanos, 6 de la mañana, No diré, Sálvate tú, son algunos de los temas que sonaron previamente al homenaje que le hizo a Antonio Flores, interpretando de una forma muy elegante y exquisita 7 vidas, un tema que acabó mandando un beso al cielo. 

A partir de este momento, el público experimenta la sensación de que se abre una segunda etapa dentro del concierto, ya que no faltan las palmas, las risas y la energía positiva. Así, el artista tuvo un gesto, que yo, como consumidora de conciertos, agradezco: la eliminación de los bises.

“A mí lo de salir, dejar los instrumentos y el escenario a oscuras para que la gente te pida otro tema me parece ridículo y solo sirve para alimentar el ego del cantante. Como sé que mucha gente ha viajado expresamente para venir aquí, prefiero no perder el tiempo en eso y seguir cantando canciones”, dijo, provocando un gran aplauso en el público.

Atendiendo a las peticiones de sus seguidores, comenzó a improvisar distintos temas y a contar anécdotas simpáticas junto a Marino, que es un deleite absoluto en el escenario con su violín. "Llevamos muchos años juntos y aún tenemos pasión, lo único malo es que no me dejan meterle mano", contaba el artista entre risas sobre su compañero. En más de una interacción con el público el artista se veía envuelto en ataques de risa. "Tenéis demasiado arte. No he visto concierto igual que este", comentaba.

El punto final lo puso Despiértame, una de las canciones más alegres de su repertorio. "Ya sabéis que mis canciones son "muy alegres" y, por ello, dejó Despiértame para el final, para que me compréis merchandising, que de los ocho discos que tengo, siete son dedicados a mi ex y, sí, si os lo preguntáis, lo he superado. Gracias".

Al principio de la crónica os decía que estaba enrabietada. Ahora estoy feliz. Me he emocionado, he cantado, he gritado y he sonreído mucho esta noche (hasta debajo de la mascarilla). Andrés Suárez me ha demostrado que muchos pueden llenar estadios de gente que le escucha de vez en cuando, pero hoy el Auditorio entero vibraba con sus letras demostrando, una vez más, que mejor calidad a cantidad y humildad a egocentrismo. Querido Andrés, ojalá hubiese muchos más como tú.

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