Gustavo Santaolalla: "Tengo mucha confianza en la humanidad, pero no en nuestros líderes políticos"
El compositor argentino con dos Premios Oscar, autor de la banda sonora de 'Biutiful' o 'Brokeback Mountain', actuará junto a la Orquesta Sinfónica de Málaga el 12 de septiembre en el Teatro Cervantes.
17 agosto, 2021 07:27Noticias relacionadas
Gustavo Santaolalla (Buenos Aires, 1951) empezó a tocar la guitarra con cinco años e inmediatamente sintió una gran conexión entre la música y lo espiritual. A los 17 ya grababa discos profesionalmente y sus canciones sonaban en la radio. Desde entonces, el artista argentino no ha parado de sumar méritos a nivel internacional como músico, productor y compositor de bandas sonoras (y de videojuegos).
El multiinstrumentista ha ganado a lo largo de su extensa carrera dos Oscars, dos Baftas, un Globo de Oro y 19 Grammys. Santaolalla ha trabajado a la orden de directores tan reconocidos como Iñárritu, Walter Salles y Ang Lee. Entre sus máximos referentes en la música de cine están Ennio Morricone, Max Richter, Thomas Newman y Nino Rota. Sin olvidar a los Beatles, sus "padres musicales".
El líder de Bajofondo es uno de los más prolíficos y reconocidos músicos argentinos a nivel mundial y ha producido e impulsado las carreras de Café Tacuba, Molotov, Juanes y Julieta Venegas. También ha jugado el papel de productor ejecutivo en Rompan todo, una serie documental de Netflix sobre la historia del rock en español (algo incompleta según Diego A. Manrique en un artículo suyo en El País).
Una velada dedica a su música despedirá el Movie Score Málaga (Mosma) el 12 de septiembre en el Teatro Cervantes. La Orquesta Sinfónica dirigida por Arturo Díez Boscovich actuará junto a Santaolalla. "Mis anhelos tiene que ver con ser una mejor persona, hacer mejor lo que ya hago y poder utilizar el don de la creatividad para comunicar", se sincera durante una entrevista con EL ESPAÑOL de Málaga, en la que recuerda su primera gran oportunidad en España: producir el disco Vengo venenoso de Antonio Carmona.
Al hacer balance de sus 70 años, Santaolalla rescata la inocencia porque "el sistema, el trabajo, la vorágine y la experiencia te van matando el gusanillo". "Me gusta experimentar con instrumentos que no sé tocar porque me ponen en una situación de peligro. En el proceso de crecer he tenido que desaprender cosas", reflexiona el argentino con raíces españolas (su abuelo era andaluz y su abuela vasca), que cree mucho en "los frutos de la inexperiencia que te hacen tomar caminos que de otra manera no lo harías".
¿Cómo ha pasado este año y medio de pandemia?
A diferencia de otra gente que desafortunadamente perdió su trabajo, yo he estado bastante ocupado. Me encanta estar involucrado en varios proyectos al mismo tiempo. He estado trabajando muchísimo durante la pandemia. La gente necesita ver cosas y las plataformas contenido. No he parado: bandas sonoras de películas para cine y plataformas. No me he tomado unas vacaciones desde antes de la pandemia.
Imagino que le ha pillado en Los Ángeles, ciudad donde reside desde hace más de 40 años. ¿Qué le da más miedo, el virus o Donald Trump?
Las dos cosas (ríe). No suelo ser una persona miedosa. Si me preocupan algunas cosas como el virus o personas como Donald Trump. Hay que tener un poco de miedo. Es una forma de prevenir, de estar alerta. Pero no me gusta el miedo fruto del terror o el pánico. La pandemia me agarró en México. Fue muy gracioso. Estábamos grabando la banda sonora de una película con Tom Hanks. En esta película, el actor enferma. Se trata de una distopía. Se pasa la mitad de la película tosiendo sangre. Termina esto. Al otro día viajó a México para tocar como invitado en un concierto de Soda Stereo. Cuando llegó veo en los medios: Tom Hanks enfermo de la Covid. No puede ser. La Matrix. Ahí es donde la cosa se puso seria. Tocamos delante de 50.000 personas y me volví a Los Ángeles.
¿Qué perdería la industria si se dejaran de celebrar conciertos de rock en estadios y se sustituyeran por directos en las redes sociales?
No adaptamos a todo. En algún momento esto se va a controlar y se van a hacer de nuevo conciertos en estadios. Cuando pase todo se va a ampliar el negocio. Te cuento la historia del Teatro Coliseo, en Argentina. Tuvo que cerrar y organizaron un par de eventos (online). Un teatro con capacidad para 2.000 asistentes logró que 20.000 personas se conectaran para ver sus espectáculos. En el futuro podrán poner dos tipos de entradas: una para ver el concierto en directo y otra a distancia. Se le va a encontrar la vuelta y saldremos más favorecidos. La historia nos dice eso.
Muchos creen que vamos a salir peores de la pandemia: con la salud mental tocada y una crisis económica a las espaldas.
Me gusta pensar positivamente. No todo es lindo y soy consciente de los peligros. Tengo mucha confianza en nosotros, los seres humanos, aunque no necesariamente en nuestros líderes políticos o en la gente que maneja la economía del mundo. Si las cosas fuesen tan mal ya nos hubiéramos extinguido. Hay una fuerza que es mucho más fuerte que toda esa horrible fuerza que vemos a diario en los medios de comunicación y en tantas cosas.
Dos Oscars, dos Baftas, un Globo de Oro y ahora el Premio Mosma Maestro. ¿Qué horizontes le ha abierto la música de cine?
Siempre me interesó mucho el cine. Cuando terminé secundaria ya grababa discos profesionalmente y sonaba en la radio (a los 17 años). Tenía ganas de estudiar cine. El Gobierno militar de turno cerró el Instituto de Cinematografía y no pude. La gente siempre me comentó que mi música y mis producciones eran muy visuales. Hablamos de contar historias. Las canciones las concibo como películas u obras de teatro. La instrumentación es como la escenografía.
He leído que la música de Brokeback Mountain la compuso sin ver un solo fotograma. ¿Suele hacerlo siempre así? ¿No necesita ver las imágenes para vestirlas?
Como se trabaja en la industria generalmente, la película se hace y el director la edita utilizando música temporaria. En esa música utilizan músicas de otras películas que le sirven para editar y ver el clima de las distintas escenas. Luego llaman al compositor para imitar lo que está ahí pero evitando el plagio. Es horrible ese proceso. Nunca me gustó. Igual no me considero un compositor de música de películas, sino artista que utiliza distintos fórums para expresarse. Haciendo una analogía futbolera, a veces me toca jugar arriba y hacer goles, otras armar el juego en el medio. A veces soy el director técnico o estoy en la tribuna. Pero siempre estoy en el partido de la creatividad. Me siento completo haciendo de todo.
Las bandas sonoras son una pieza indispensable de la película. Spielberg decía que en E.T. lo que le hace volar las bicicletas es la música, no los efectos especiales.
La música es un lenguaje universal. He tenido la suerte de trabajar con directores increíbles como Iñárritu, Walter Salles y Ang Lee. Tienen una sana envidia de la música. Ellos para hacer algo dependen de una script, de los actores, de la fotografía, de filmarlo, de procesarlo y editarlo después. Tú coges una guitarra, tocas dos acordes y puedes generar un clima enseguida. Eso es algo que tiene la música que no tiene otro arte. Estoy fascinado con la mecánica cuántica, que es una manera de mirar el mundo. La música es otra manera de leer la vida. Así como alguien puede leer la vida matemáticamente.
La dictadura argentina echó de allí a bandas como Tequila, Los Rodríguez, Moris y Sergio Makaroff. ¿Cómo de influyentes fueron en el rock español?
Ha sido muy importante el aporte que han hecho. Lo de Andrés con Los Rodríguez fue genial. Esa unión que hizo convivió con la rumba y el rock. Tenemos a Jorge Drexler en España también. Otro músico muy groso. Esa conexión ha llevado un tiempo. Yo recuerdo una época donde en España todos cantaban en inglés. A finales de los 60, el rock era una energía y una forma de manifestarse frente al sistema. Eso se lo comió el propio sistema. Cuando vine a Estados Unidos en 1978 sonaban bandas como Boston. Era horrible y no representaba nada. Ahí vino el punk. Abracé eso. En 10 años, MTV se lo comió. El último estertor del mundo anglo fue el grunge. David Byrne dijo que el futuro del rock no reside en Estados Unidos ni en Inglaterra, sino en el tercer mundo. Latinoamérica está a la vanguardia en eso. El español es un idioma increíble. Me parecía aberrante que en España los grupos cantaran en inglés.
El reguetón se ha consagrado como un fenómeno de masas. ¿Le produciría un disco a Bad Bunny?
A cualquier que se lo merezca (ríe). Para mí la música se divide en dos categorías: buena y mala. No hay géneros de música malos o buenos. Si vamos a eso, hay música clásica que es mala. También hay música indie mala. Nosotros en Argentina tenemos la cumbia villera. Una cumbia que viene de las villas miseria, de las zonas marginales. Allí vive gente que ha venido a la ciudad y no se ha integrado, pero tampoco están en el campo. Viven en condiciones muy precarias y sin embargo hacen una cumbia villera muy buena. Bad Bunny mencionó en una entrevista que su primera influencia fue el rock. Con Bajofondo estamos haciendo una canción con un trapero argentino llamado Ysy A.
Una cantaora catalana, Mayte Martín, me dijo que la industria vivía más de la imagen de sus artistas que de su talento. ¿Está de acuerdo?
Es una observación que es totalmente cierta y aplicable a muchísimos casos. No se puede generalizar. Hay mucho de eso, pero vivimos en una sociedad visual. Es lógico que mucha música entre por la vista. Pasa con la comida también. El valor de un artista se consagra en el tiempo no por una imagen, sino por su talento. Rosalía podría tener unos videoclips horribles, pero seguiría siendo increíblemente genial.