'No keremos heroína. Keremos lokales'. Eso pedían los jóvenes punkis de la casa okupa de la Plaza Arriola de Málaga en 1988. Varios colectivos de la ciudad se instalaron durante medio año en la Casa de la Juventud. Sirvió como lugar de ensayo de bandas como Mucho Morro. Tras seis meses de ocupación, unas 60 personas se manifestaron frente al Ayuntamiento para denunciar "el acoso policial" previo al destino que correría el espacio: convertirse en un parking (justo lo que es hoy en día).
La Okupa Arriola forma parte de la escena musical alternativa de Málaga de los últimos 40 años. La periodista Isabel Bellido y el gestor cultural Sergio Croma recuperan su historia (y la de otros espacios culturales ya olvidados, que en su momento jugaron un papel clave) en el primer archivo audiovisual de la escena underground local. El público puede acceder a él a través del documental web Hagamos ruido, un interesante recorrido interactivo por los bares y salas musicales de entonces.
El proyecto nace en 2018 como consecuencia de la grave crisis que atraviesan las salas de conciertos y bares musicales del centro de Málaga, y el panorama bastante desolador que los rodea. Ese año echa la persiana el Onda Pasadena Jazz y cierra la sala Velvet de calle Comedias. "Desaparecían las dos únicas salas que quedaban en el centro. Nos quedábamos sin las dos salas equipadas y legalizadas para dar conciertos", explica Bellido a EL ESPAÑOL de Málaga.
La reflexión parte de un espacio muy específico: el centro de Málaga. "Allí habíamos conocido la zona de marcha y también era el sitio donde más se estaban manifestando los cambios que está sufriendo la ciudad a nivel de turismo masivo y gentrificación", aclara Croma. "La gente de aquí no puede tocar y los grupos de fuera tampoco", señala la coautora del proyecto, que deja claro que habla de bandas pequeñas y de la escena independiente; no de fenómenos que llenan estadios como Vetusta Morla.
"A la gente que no conozca la industria musical le puede resultar baladí el hecho de que cierren salas pequeñas de conciertos cuando luego se hacen festivales más grandes desde lo público y lo privado. Esto provoca que los grupos que se forman en Málaga y empiezan a ensayar no tengan espacios donde empezar. La escena malagueña no puede producir artistas y el público se queda fuera de un circuito de la escena independiente española e internacional", critica Bellido.
"¿Te apetece salir esta noche?". Es la pregunta que lanzan al entrar en el documental web donde cada usuario puede recorrer y participar en la historia de diferentes espacios y zonas de marcha de la ciudad. Desde el Abisinia, "refugio de insignes raperos malagueños como los miembros de Hablando en Plata o del Gordo Master (que actuó allí por primera vez)" que abrió de 1997 a 2012 en calle Beatas, a la Sala Factoría donde actuaron Los Planetas o Albert Pla cuando aún eran populares.
Sin olvidar uno de los pocos supervivientes de la noche malagueña, el Filo Bar, en calle Beatas. "Aunque ahora resulte más que complicado escuchar allí a Robert Gordon, Eddie Cochran o Jerry Lee Lewis. El dueño del bar homónimo ha tenido que adaptarse a distintas épocas y a sus respectivas modas, pero en su día pasaron por este lugar varias generaciones de rockers que se contagiaron las unas a las otras las ganas de organizar conciertos, concursos de baile o de elaborar sus propios fanzines", relatan en el archivo audiovisual.
Proceso de documentación
El proyecto arranca en el momento que Bellido y Croma charlan sobre el cierre de varias salas en el centro. En apenas un año, los dos organizan la exposición No hagáis ruido. Málaga territorio undergound para el Festival Moments a finales de 2019. Lo hacen en un tiempo récord teniendo en cuenta que no era su principal ocupación. La muestra les lleva seis meses recopilando una veintena de testimonios para un vídeo documental, recortes de prensa, fanzines y carteles de conciertos.
"Lo más valioso de nuestro proyecto es que cubre ciertas etapas desde antes de los años 80 y hasta los 2000. Es la era previa a lo digital. Todo lo que hay es material impreso que podía conservar la gente en su casa. Recopilamos ese tipo de materiales", destaca el realizador durante la entrevista que tiene lugar en la plaza San Pedro de Alcántara (conocida como Plaza de la mierda) donde está colocado el busto de Rockberto.
Bajo el sello de la productora Peripheria Films, Bellido y Croma (coautores de este documental web junto a Daniel Natoli y Pablo de la Ossa) hagamosruido.es ha resultado premiado en la Convocatoria de Proyectos Culturales para incentivar la Creación Artística del Vicerrectorado de Cultura de la Universidad de Málaga.
Conciertos a diario
Todos dicen que Málaga en los años 80 era "un auténtico hervidero de cultura musical de todo tipo". "Nos sorprendió bastante. Desde el reggae al flamenco, pasando por el hip hop, el punk el rock o el pop. Había una tremenda amalgama de géneros entre los años 80 y 90", recalca Bellido, que asegura que "había una actividad casi diaria de música en directo en el centro". Algo impensable hoy día en el centro de la ciudad, enfocada exclusivamente al turismo (y no tanto a sus ciudadanos o vecinos).
"La marcha se concentraba en la calle Beatas. Antes la había precedido una zona de marcha importante en Pedregalejo, que sería un próximo capítulo que queremos explorar. La gente estaba muy movilizada y había poca legislación", relata la periodista sobre una época donde la ausencia de normativa en cuanto a ruidos y la curiosidad de la gente por conocer grupos nuevos alimentaba el afán de los programadores locales.
Adiós a las tribus urbanas
"Antes era todo un "hazlo tú mismo". A esa curiosidad iba unida una falta de legislación enorme. Ahora hay más restricciones. Había bares de todo tipo. Ya no nos movemos por tribus urbanas. La música no la descubrimos moviéndonos por determinados bares. Ya tenemos gustos más atomizados, movidos por un algoritmo", reprocha Bellido. "Ahora la gente descubre bandas en Spotify o en un festival", zanja Croma.
En la actualidad se mantienen las licencias para dar conciertos en espacios del centro que estaban vigentes antes del año 1997 y se puede hacer cambio de titularidad de cada una de ellas. La normativa se podría modificar. De hecho, se podría abrir una vía para la concesión de nuevas licencias, pero es una decisión política.
Faltaban medios, sobraba actitud
Cualquier persona con una inquietud musical tenía la posibilidad de abrir un bar y poner rock hace décadas en la ciudad. "Hoy prácticamente nadie puede. Por eso lo de las franquicias. ¿Quién puede permitirse pagar un alquiler en el centro? Una empresa con mucho dinero", admite Bellido. Sergio recoge el testigo: "Si estamos en una ciudad que cada vez es más cosmopolita y lugar al que visitar, más de tránsito, la oferta debe ser la estándar".
"¿Qué pasa cuando tienes una ciudad de tránsito y no de estar? Cuando tienes un centro de la ciudad que es de tránsito y no de residencia, no se puede crear cultura. Es muy difícil que la gente que vive ahí, crea cultura. Porque cada vez menos gente vive ahí. Málaga es un centro de escaparate, no de creación. Y cada vez más difícil que sea de reunión", reprocha la periodista, que recuerda que el modelo de bar que tratan en Hagamos ruido es "un sitio donde reunirse, compartir, hablar, conversar, crear sinergias. Cada vez quedan menos sitios así".
Málaga está en un estado crítico en cuanto a bares musicales y salas de conciertos? "Málaga es una ciudad que genera más artistas que lugares o público", dicen los coautores del proyecto. "La escena no se puede alimentar de hitos, de espectáculos desligados, un festival, necesita una continuidad", señala Bellido, que propone "bonos culturales, rebajas fiscales, permisividad a la hora de hacer música en directo y regular ciertos alquileres para que alguien con un proyecto cultural pueda llevarlo a cabo.
Ambos reconocen que la ciudad adolece de profesionalización en el sector cultural. "Todo sigue siendo muy precario. Málaga no apuesta por los gestores culturales especializada", reprochan. También mencionan el impacto de la pandemia en la escena malagueña. "Si el desarrollo de la escena estaba complicado en general, ahora se suma una traba más. Si la situación económica está asfixiando, no hay posibilidad de abrir los locales y no se hace nada, muchos proyectos desaparecen o se quedan reducidos a la mínima expresión", lamentan. Ojalá Hagamos ruido continúe creciendo. La ciudad los necesita.