Laura Fernández: "Stephen King va a ser en el futuro el Charles Dickens del siglo XX, se merece un Nobel"
La escritora y periodista presenta esta tarde en la Librería Luces, a las 19:00 horas, su nueva novela La señora Potter no es exactamente Santa Claus que no ha parado de cosechar éxitos desde su publicación.
19 abril, 2022 05:00Noticias relacionadas
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A lo peor usted no sabe que Laura Fernández (Terrassa, 1981) ha escrito una novela que, pasito a paso, lo está petando. Es así, La señora Potter no es exactamente Santa Claus es su último libro, su última historia publicada, y está entusiasmando a cualquiera que se aproxima a sus cerca de 600 páginas. No sabemos si tal cantidad de papel crea un pequeño campo gravitatorio en torno al libro, pero lo cierto es que quien traspasa el umbral de la primera página, ya se queda a vivir una buena temporada en Kimberly Clark Weymouth, una ciudad eternamente cubierta de nieve.
No me crean a mí, crean al palmares: premio Las Librerías Recomiendan, premio Finestres de Narrativa en Castellano, premio El Ojo Crítico de Narrativa, mención especial del Premis Ciutat de Barcelona… Si son de esos que se fían de los galardones, aquí tienen un buen puñado.
Un reconocimiento para una inefable autora que ya había creado un mundo muy personal y un estilo únicos en sus anteriores novelas Bienvenidos a Welcome y Connerland, relatos llenos de libertad, nada encorsetados, en los que Fernández sólo se pide a sí misma ser fiel, pues eso, a sí misma.
En cualquier caso, si esto no les convence, EL ESPAÑOL de Málaga se ha puesto en contacto con ella para entrevistarla y, además, podrán verla en persona este martes 19 de abril, a las siete de la tarde, en la malagueña y céntrica Librería Luces. De la mano del librero Berni Naharro, Laura Fernández presentará su novela y nos explicará por qué cree que Stephen King merece un reconocimiento mundial como un premio Nobel. Nosotros, que pensamos igual, sólo podemos escribir que sí, que se lo merece con creces.
Después de Bienvenidos a Welcome y Connerland, ¿qué buscaba con La señora Potter no es exactamente Santa Claus?
La verdad es que nunca busco nada. Las novelas aparecen como una idea, como algo que poco a poco se va llenando, y esta historia apareció en 2010, un poco antes que Connerland, aunque la escribí después. Surgió en un viaje que hice a Oslo para entrevistar a Jo Nesbo y en ese viaje visité un pueblecito que es en el que supuestamente veranea Santa Claus. Su casa, claro, es una tienda de souvenirs, una cabaña de tres plantas muy bonita. Y en ese punto se abrió la idea y fui mezclando o metiendo dentro de ella un pueblo con algo relacionado con Santa Claus donde siempre fuese Navidad, con una tienda como núcleo y, como a mí me gusta inventármelo todo desde el principio, que nada tuviera que ver exactamente con la realidad. Así, no ibas a ser Santa Claus, sino que sería alguien distinto, y además no un hombre, sino que sería una mujer como el caso de la señora Potter. Y al final, seguí profundizando en una búsqueda de desarmarlo todo y salió una novela que trata sobre la identidad, sobre cómo ser muchas cosas a la vez, sobre cómo somos cada uno de nosotros, universos propios por dentro, enormes, gigantescos. Y eso es lo que refleja la novela en sí misma: una sala llena de gente real.
¿Pretendía hacer algo distinto, explorar otras formas...?
La forma de la narración es antiautoritaria en todos los sentidos. Juega con los signos de puntuación de formas que no son convencionales para que la historia se expanda o tenga una forma informe. El texto tiene textura, se levanta, hay ruidos, hay sonidos dentro del texto, tiene palabras disfrazadas... No hay nunca una decisión consciente, aunque en esta ocasión sí quise hacer capítulos largos, porque siempre trabajaba con escenas, y surgieron capítulos con forma de muñeca rusa, en los que hay una historia de superficie que arropa otras dos o tres, y luego se vuelve para ir cerrando la primera. La verdad es que la concepción de la novela fue bastante compleja. Bueno, no la concepción, porque yo nunca sé dónde voy, sino más bien recorrer su camino.
¿Hay mucho de nostalgia en este libro?
Yo no veo nostalgia para nada, lo que pasa es que creo desde la ficción, que para mí es realidad. La ficción es más real y esta realidad tiene mucho que ver con el cine que consumí de pequeña, el cine de los 80 y 90: esa es simplemente la forma de la ficción para mí. No me interesa nada que tenga que ver con la realidad, es decir, los seres humanos estamos en este mundo, pero las cosas que pasan van a pasar, le demos un nombre u otro. Y mis personajes no son de ningún sitio, no tienen edad, viven en la ficción que es lo único que yo creo que es realmente humano, que es algo que hemos creado juntos, algo colectivo. La ficción en general es algo que nos pertenece, algo que hemos creado para representarnos, para entendernos, para avanzar, para emocionarnos, para estar más dentro aún del mundo, para expandirnos y eso es lo que me interesa. Si lo piensas, la forma que tiene el ser humano de habitar este planeta es ridícula, pero también muy tierna, y con todas sus maldades, tiene un punto infantil adorable. Y algo de eso hay en la novela: no es nostalgia, sino fascinación por lo tierno que hay en el ser humano.
¿No le tienta la autoficción?
No, no me tienta nada. La realidad ya es algo que vivo cada día y soporto. Para mí escribir implica disfrutar, evadirme, que todo sea posible, mientras que la autoficción es, como diría Stephen King, un arresto domiciliario: es algo que ya sabes y conoces, no hay posibilidad de escapar, no pueden pasar millones de cosas ni de ser millones de personas. Los muy lectores no nos conformamos con una vida, sino que necesitamos muchas a la vez. Y cuando escribes quieres interpretar a cuanta más gente mejor, muy distinta a uno, pero que al tiempo tenga algo de ti: que sean todas las posibilidades de lo que podrías haber sido, lo que habrías soñado, o lo peor que podrías haber hecho... la ficción es una expansión del yo, algo que en la autoficción es completamente imposible.
Y ¿qué le parece esta, vamos a llamarla así, moda literaria?
Pues ya que lo preguntas, me parece que tiene mucho que ver con la cultura del yo en la que vivimos desde la expansión de las redes sociales. En el fondo es un apéndice de esta cultura. Hace poco decía Douglas Coupland que esto va en el sentido opuesto, hacia una autofobia, porque las personas ahora mismo crean yos a partir de otros yos, que se superponen a otros y ni siquiera crean el suyo propio. Hay tantas opciones ahora para no ser tú, o para ser una una ficción de lo que tú eres, una pantalla, una versión mejorada y ficticia de lo que eres en las redes sociales que el yo está cada vez más lejos. Y es curioso que la era en la que el yo está cada vez más presente, a la vez está más lejos.
Ha tardado cinco años en escribir esta historia. Un compromiso tan extendido en el tiempo y tanto esfuerzo, ¿no se le hizo cuesta arriba?
He tardado cinco años, pero no porque me haya costado, sino porque tengo mucho trabajo en general, como periodista freelance, tengo dos hijos y sólo puedo escribir un rato cada día que normalmente no es más que lo que dura el disco de Bonnie Prince Billy, Best Troubador: 43 minutos, más o menos una página. Esto lo complica, pero también permite que la novela respire y avance de una manera más orgánica. Lo hace más vivido: son muchos años de la vida una persona con muchos pensamientos, muchas cosas que cambian la forma de pensar. La novela empezó siendo una historia sobre querer cambiar tu origen y acabó siendo una reflexión sobre el mundo de hoy, de la idea de que cuanta más compleja es la realidad, más simple intentan venderla. Quieren hacernos empequeñecer y no puede ser porque somos gigantescos y tenemos derecho a cambiar. Ahora somos blanco o negro y el libro es una lucha contra eso, en favor de que el ser humano es infinitas cosas, todo el tiempo, con el derecho, no a la segunda oportunidad, sino a la tercera, la cuarta, la quinta... querer cambiar y poder hacerlo.
¿Pensó en tirar la toalla?
Cuando empiezan a aparecer tantos personajes, que es algo que no planeo y que simplemente ocurre, sí que fue complicado mantener la forma. Mover tantas historias se me hizo complejo, pero creo que se soluciona de una manera, sólo aparentemente, sencilla, aunque en realidad fue muy complicado. Fueron días de lucha con casi cien personajes para cerrar la historia, fue agónico en las últimas semanas: la revisión de la novela me llevó seis menes y manejé cuatro versiones. Y luego acababa y pensaba "¿qué sentido tiene esto hoy, que todo el mundo está leyendo vidas pequeñas de gentes?". Y yo haciendo esta cosa mayestática que trata de comprenderlo todo, de contenernos a todos. Pensaba qué cosa más marciana voy a publicar, un experimento, pero, al tiempo, creía que esta vez iba a ser distinto, y que todo estaba a punto de cambiar.
¿Se esperaba el entusiasmo tan fuerte que ha generado en no pocos entusiastas?
Yo no esperaba para nada esto y ha sido una sorpresa enorme tener tantos lectores y tenerlos tan buenos. Lectores como yo, por lo que me he sentido muy comprendida, porque no sólo el reconocimiento, sino la comprensión y la forma en la que eres aceptada cuentan. Pero, dándole vueltas al asunto, creo que lo que ha permitido que la gente se acerque y case mejor con esta historia es que ahora la realidad se nos ha vuelto hostil, más fea que nunca, aburrida. Y la ficción de repente ha supuesto para muchos un descubrimiento, o una vuelta a reencontrar, que se podía viajar a infinidad de sitios abriendo un libro. A partir de la pandemia la realidad se nos ha vuelto más limitada de lo normal y la ficción nos ha salvado.
Es admiradora confesa de Stephen King. ¿Le ha pasado, como a muchos de nosotros, que decir esto le ha procurado caras raras?
Siempre he sido fan de Stephen King y siempre lo he defendido, como Rodrigo Fresán o Mariana Enríquez. Yo creo que Stephen King ha creado más escritores que ningún otro escritor del mundo, nos ha formado como escritores y también como lectores. Nos ha mantenido en otro mundo, el suyo, el que él ha creado y es un mundo muy americano, aunque en realidad es un universo compartido por todos, en el que el miedo pasa por perder nuestra seguridad. Por perder lo confortable que tenemos en la vida vida, un miedo muy igualitario, que viene de abajo, que trata de arrebatarnos lo que hemos conseguido. Para mí, Stephen King va a ser en el futuro el Charles Dickens del siglo XX, se merece un reconocimiento mundial: un Nobel para King sería increíble. En el futuro, cuando llevemos cien años muertos, habrá ediciones bonitas como las que ahora hay de Grandes esperanzas pero de It, Apocalipsis y Misery. A mí no me importa que pongan caras raras, soy una lectora y espectadora omnivora y para mí ha sido muy influyente, por ejemplo, series como Las chicas Gilmore o Mujeres desesperadas para construir escenas en esta novela. Nunca he tenido miedo a decir esto porque no creo que haya una baja y una alta cultura: todo es un medio para un fin, que es contar una historia. Para mí no hay fronteras, el problema lo tiene la persona que pone la mala cara, no yo.
Esta pregunta es muy de moderneo: ¿qué canciones incluiría la playlist de 'La señora Potter...'?
Bueno, pues me alegra mucho que me hagas esta pregunta, porque de entrada te voy a proponer tres canciones. La primera es Mrs. Potter’s Lullaby que es una canción de Counting Crows, y que inspira el nombre de la señora Potter. Es una canción relato, gigantesca, que me encanta y que para mí es como estar dentro de una película cada vez que la escucho. Luego, otro de los personajes se representa en la canción de The Cure How beautiful you are. De hecho, varias canciones de The Cure están en el espíritu de la de la novela, quizá por eso tiene ese punto un poco oscuro a veces. Y, como escribí la novela escuchando ese disco que te he comentado de Bonnie Prince Billy, Best Troubador, escogería la primera del álbum que se titula The Fugitive. Al final, es curioso, pero escribir con canciones hace que algo de ellas se impregne en lo que escribes, por lo que es bueno saber qué te va a inspirar.