Málaga

David Burbano tuvo la oportunidad de rodar un documental y exponer sus obras en Passau, una impresionante ciudad alemana a orillas del Danubio, a principios de los 2000. El historiador del arte entendió allí que no hacen falta macroespacios para llevar a cabo un proyecto cultural, sino la mejor de las intenciones y un local más o menos manejable. Bajo esa premisa nació la Casa Amarilla hace ya casi 15 años.

"Si esto lo tiene Passau, Málaga también. Ahí empezó todo. Pensé en un espacio de producción atípico y bien gestionado", explica Burbano, su director. El lugar en calle Santos lleva funcionando como agitador cultural, galería y asociación en el centro desde 2008. Su director artístico, Roy Laguna, y Burbano atienden al ESPAÑOL de Málaga en su sede mientras preparan la programación del 2023.

El espacio abrió sus puertas en calle Calderería hace 14 años. La artista Verónica Romero les hizo un hueco en su estudio. "Nacimos en crisis. Ahora se prevé otra en marzo, pero ya somos expertos navegantes de crisis. En aquella época no había espacios culturales tal y como lo entendemos. Los que abrieron como el taller Cienfuegos no se han mantenido", lamenta Burbano. En febrero de 2016, viendo que seguían creciendo, se instalaron en pleno centro.

Presentación de sus rutas magníficas.

Para ambos, hacer gestión cultural en Málaga es "complicado". "Lo es también en cualquier parte del mundo. Como si te vas a Madrid, Barcelona, Sevilla o Berlín. El nivel de exigencia es muy alto. Al principio no sabían cómo etiquetarnos", recuerda Burbano. Laguna cree que se hace cuesta arriba por "la falta de apoyo de las instituciones y de ayudas públicas".

La Casa Amarilla cuenta con el patrocinio de San Miguel ("sin ellos seguiríamos viviendo en crisis", aseguran) y el Ayuntamiento, quien ha costeado parte de su ambicioso festival Estival. "Nosotros creemos más en el apoyo de particulares y colaboraciones. Funcionamos como si fuéramos una startup o un laboratorio de innovación. Todo lo que se consigue en este espacio revierte sobre él", precisan. 

El concepto planteado es, en palabras de sus artífices, "difícil de entender por empresarios, por el gremio de galeristas y el propio sector" porque "está dirigido por creadores en activo". "Todos los artistas somos supervivientes. Con poco dinero o medios hacemos lo que queremos porque estamos acostumbrados a sobrevivir. Hemos estado siempre en la cuerda floja", reconocen. 

Galerías amigas

Además de centrarse en la exposición y la venta de arte, trabajan mucho fuera de la galería. La Casa Amarilla colabora con la galería de arte Wish & Pop de Sevilla, con Homiés Art House en Marbella, cuya segunda planta de su boutique en la marina de Puerto Banús se ha convertido en un espacio conceptual dedicado al arte contemporáneo; y la galería Shangfeng con base en China.

"No queremos poner todos los huevos en la misma cesta. Hacemos diversidad económica. La galería funciona muy bien. Programamos exposiciones cada mes y medio, dos meses, tras producir durante cinco años una muestra mensual. Es más cómodo así porque organizamos cosas fuera del espacio", defienden. Ambos piensan que la Casa Amarilla es lo que es "gracias al apoyo y la confianza de los artistas de la galería". "Sin ellos esto no sería nada", aseguran.

La pandemia

La crisis sanitaria trastrocó sus planes, pero les sirvió para parar y centrarse. "Lo pasamos muy mal y hubo momentos en los que pensamos en cerrar. Entramos en números rojos. Lanzamos un proyecto de mecenazgo y cubrimos con creces el alquiler de ese mes. El giro de compradores, coleccionistas y apoyos fue alucinante. Miraron a lo local y se volcaron con nuestro proyecto", celebra Burbano mientras reconoce que "las ventas han bajado a un 10% de lo que se preveía en años anteriores, pandemia incluida".

El director de la Casa Amarilla recuerda una anécdota que refleja bastante bien aquel arrebato de bondad. "Estábamos desmontando una exposición de Marta O Nilsson una semana antes del confinamiento. Nos desconfinaron y volvimos a la galería. La puerta estaba cerrada. Vino alguien a comprar una pieza de Pablo Rodríguez Guy. "Me la llevo ahora mismo", nos dijeron. Subimos al almacén. Era un sanitario ats y nos dijo: "El momento de apoyaros es ahora". No se me olvidará nunca su cara ni su gesto", rememora entusiasmado.

Estival

Entre sus mayores proyectos está Estival, un festival "díscolo" nacido en 2017 con el fin de sacar el arte a la calle. Desde entonces, cada mes de julio la Casa Amarilla se ha ido transformando y acogiendo a más y más artistas de diferentes partes y de muy diversas disciplinas. Colaboran con ellos el Museo Casa Natal Picasso, el Centro Pompidou, el Museo Ruso y el Thyssen.

"Llevamos cinco años organizándolo. Nace como un festival de arte y en el quinto año hemos hecho un cambio. Nos hemos convertido en una muestra de arte contemporáneo. Hay música, performance, plastica, audiovisual y NFTs", subraya Burbano.

Este año, además, los miembros del colectivo han organizado una ruta de arte callejero protagonizada por 24 creadores con la ayuda de San Miguel. Las obras trasladadas a mupis (acrónimo de mobiliario urbano como punto de información) pudieron verse en 12 locales distintos de hostelería de Málaga capital hasta el pasado 20 de julio. Entre los participantes estuvieron viejos conocidos como Lalone, D. Darko y Pintor Dorado.

"Nos vamos a llevar la producción malagueña fuera de aquí. Málaga es una ciudad muy bonita donde se vive bien y donde hay muchos artistas productores. Pero es muy complicada la venta aquí. Estos creadores podrían vender por un precio más elevado fuera de Málaga", admiten mientras cuentan que alucinan con "la cantidad de gente de fuera de Málaga y de España que conocen a la Casa Amarilla y a sus artistas".

Bolsa de producción artística

Su intención en un futuro es abrir subsedes en otros barrios y lanzar una beca de producción. "Vamos a desarrollar proyectos para conseguir una bolsa de producción para artistas de la Casa Amarilla. Lo que se conoce como beca de producción. Vamos a intentar producirles a artistas proyectos. Dadnos tiempos y patrocinadores", cuentan entre risas antes de hablar del "enriquecimiento de una empresa que apuesta por un proyecto personal de un artista y lo ve ejecutado". "Eso es alucinante. La cultura no es gasto, es una inversión", defienden.

Por ahora, la campaña que hacen en Navidad (Piña) se hará este año en Sevilla y Málaga paralelamente. "Hacemos Piña porque queremos que la gente deje de comprar calcetines y regale arte. El año pasado fuimos 70 artistas. Es un formato de arte más pequeño. Vamos a hacer piña para que ayuden a superar la inflación", recalcan.

El gestor cultural y el escritor piensan que la situación precaria de los artistas podría mejorar cuando se apruebe una ley de mecenazgo "cogerente" y un estatuto del artista digno. "No nos podemos permitir en pleno siglo XXI ser un paria o un outsider porque el propio sistema nos expulsa. O seguir asumiendo que ser artista no te va a dar para ganarte la vida y que lo tienes que hacer es pensar en un trabajo económicamente solvente. Es muy triste", denuncia el fotógrafo. Mientras tanto, este hogar para artistas malagueños y creadores residentes en la ciudad seguirá funcionando a toda máquina.

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