El premio nobel de literatura Mario Vargas Llosa ha asegurado este miércoles en Málaga que, "en última instancia, los escritores no saben de qué escriben", y es que "las novelas que al final resultan generalmente no tienen nada que ver con lo que era la idea inicial".
"Muchas veces parto de una idea que en el curso de la redacción de la novela se va transformando, y la experiencia me ha enseñado que debo seguir esos impulsos en vez de oponerme a ellos", ha afirmado Vargas Llosa durante la inauguración en Málaga del segundo Festival Literario de América y Europa Escribidores.
"Me ha ocurrido que un personaje, de una manera tan maniática, se niega a aceptar su propio destino, y al final hay que rendirse y seguir la línea del personaje, que puede estar absolutamente en el polo opuesto a la manera en que lo concebimos", ha añadido.
Para Vargas Llosa, "construir una novela es algo muy complejo" y "una operación a largo plazo en la que constantemente se va transformando la idea inicial".
"Lo que más me preocupa es el estilo, una lección que aprendí de Flaubert, que pensaba que trabajando mucho llegaba a tener un estilo muy puro, y de alguna manera he heredado eso. Produzco cosas muy distintas, y en un momento dado me encuentro con un mundo que no soñé jamás, y que se ha impuesto y manifestado de manera tan convincente que me ha obligado a dejar completamente la idea inicial".
El escritor hispano-peruano considera que "la novela moderna arranca de Flaubert y de la creación de ese personaje extraordinario que es el dios omnisciente, que jamás se hace presente pero que narra episodios y que se mueve felizmente entre los distintos personajes".
Y, de entre las obras de Flaubert, la que le "marcó definitivamente" fue Madame Bovary, en la que le "sedujo" el "rigor de la frase y la precisión extraordinaria" de su autor.
"A mí me transformó profundamente este libro y significó mi elección de dejar la literatura como el centro de mi vida, algo sobre lo que tenía muchas dudas, porque me preguntaba qué clase de literatura podía ofrecer un país como el Perú, donde no había editoriales, muy poquitas librerías y muy desconectadas de los grandes centros culturales del mundo".
Resalta que Flaubert "exhibió en cada frase un rigor que es insólito tratándose de un novelista", porque el escritor francés "tenía la idea de que la frase perfecta entraba por los oídos, cada vez que escribía una frase se escuchaba decir las palabras que había escrito y, si no encontraba rítmicamente la perfección que buscaba, rehacía las frases, a veces ocho o diez veces".
"De esta manera, transformó la literatura contemporánea", subraya Vargas Llosa, que cree que "la novela moderna se nutre de ese personaje extraordinario que es Flaubert y de las exigencias que él se impuso".