Málaga

Es un día soleado y se respira paz en la urbanización Sol Andalusí, en Alhaurín de la Torre, donde el artista malagueño José Luis Puche tiene su estudio. Vive en el centro de Málaga, pero cada día se desplaza hasta este lugar, donde la vista se pierde entre la naturaleza y permite adentrarse en nuevos mundos pictóricos. A la derecha, el monte, a la izquierda, el aeropuerto está a apenas 20 minutos. "Es cómodo porque tenemos a muchos clientes internacionales que vienen en avión, ven las obras y vuelven a sus países", dice Mar Segura, la pareja, agente y mano derecha de Puche. 

El estudio iba a ser inicialmente la cafetería del recinto, pero finalmente fue adquirido por el artista malagueño como sede creativa. Tras una importante reforma, tiene unos amplios ventanales por donde entra mucha luz natural. Traspasamos la puerta y Chopin invade la sala. Puche sale raudo a recibirnos, con una sonrisa de oreja a oreja. No solo es uno de los artistas españoles más cotizados a escala nacional e internacional -ha expuesto en Sidney, Dubai, París o Nueva York- sino que además sabe expresarlo y tiene una simpatía arrolladora. 

"Normalmente, escucho Radio Clásica cuando trabajo. Me ayuda muchísimo a concentrarme, a transportar la música al papel. Ahora estoy escuchando por ejemplo muchos discos del pianista Daniil Trifonov", indica Puche. Sobre las paredes hay varios de sus cuadros y casi en medio de la sala un gran lienzo aún por pintar, rodeado de pinceles y todo tipo de materiales. 

Sus inicios

José Luis Puche es hijo del propietario de un histórico restaurante situado junto al Hospital Regional. Ya desde niño se pudo comprobar que tenía una habilidad especial para el dibujo. Con 10 años, en 1986, el profesor pedía a los compañeros de clase que dibujaran láminas. Puche pensó que le quedaba corto y, ni corto ni perezoso, hizo el Guernica

Era espectacular y el profesor se lo quiso quedar de recuerdo. "Mi madre dijo que de eso nada y fue a pedírselo", cuenta Puche entre risas. Años después, el artista malagueño encontró en casa de sus padres un papel doblado en muchas partes. Al abrirlo era su Guernica. "Mamá, ¿cómo tenías esto doblado así?", le preguntó. Cosas de madres. Lo guardan todo, pero de aquella manera. Ahora mismo Puche lo tiene enmarcado en su casa. 

El Guernica dibujado por José Luis Puche con 10 años, en 1986, para el colegio. José Luis Puche

"Desde pequeño recuerdo que le pedía a mis padres que, en la medida de lo posible, me llevaran a Madrid a ver exposiciones porque en aquella época no teníamos la Málaga de los museos de ahora, solo el Bellas Artes, y había pocas galerías de arte. Fuimos al Museo del Prado y pude ver a Velázquez, Zurbarán, El Greco...", comenta.

Sus padres, como suele pasar, no querían que fuera artista sino que tuviera una profesión como Dios manda (abogado, economista, etcétera) y que el arte fuera algo de ocio. Pero el germen estaba dentro. Y el talento. Era además muy metódico y analítico. "Cuando iba a las exposiciones anotaba hasta el papel que había utilizado el artista y por eso en mis obras doy también la máxima información, porque yo he aprendido de eso". 

La búsqueda de la originalidad

Puche es autodidacta. Intentó ingresar en Bellas Artes en Sevilla e incluso estuvo nueve horas pintando una escultura como prueba. No le terminó de convencer y, finalmente, hizo Historia del Arte, por lo que combina la habilidad artística personal con el conocimiento histórico. 

Explica que "no se nace sabiendo, sino que es estudiar, estudiar y estudiar, con ensayo y error". Se puede alcanzar un máximo nivel en la parte puramente técnica, pero Puche cree que ser artista es otra cosa. "Hay millones de personas que pueden dibujar igual de bien que tú, pero para que nazca un artista de verdad, de alguna manera, tienes que destruir todo lo que has aprendido y el arte es investigación", subraya. 

Puche posa para este diario en su estudio en Alhaurín de la Torre. Amparo García

"Mi trabajo va creciendo a medida que se va destruyendo", reza Puche en su web. ¿Qué quiere decir con esto? "Es un proceso de depuración. Empecé haciendo un dibujo y arrojando agua sobre él. Cuando el agua tocaba el papel el pigmento cambiaba, lo espolvoreaba pasado un tiempo y lograba construir un dibujo completamente nuevo que antes no existía, de forma que voy construyendo y destruyendo al mismo tiempo", relata. 

Puche insiste una y otra vez en la necesidad de ser original para evitar "caer en la mala praxis de muchos artistas, que es estancarse en algo, en su zona de confort, ser repetitivo, aburrido y previsible". Desde que presentó su primera exposición en Málaga capital en 2005 en la Sala Moreno Villa todo ha ido cambiando en el universo creativo de Puche. "Al principio estaba muy obsesionado con el arte social, pero al final el formalismo, la pintura, el dibujo te llama. He tenido una evolución ascendente en el plano más experimental, intentando meter ahora más color", explica el artista, que define su estilo como "figuración orgánica". 

En esa búsqueda por ofrecer cosas diferentes se fijó en el carbón graso para sus obras. "Es un material que, a priori, no sirve para lo que yo hago. De hecho, recuerdo que me puse en contacto con la marca, Faber Castell, y pensaban que estaba loco y me decían que era imposible que pudiera pintar con eso. Les mandé un vídeo y se quedaron absortos", narra. 

Su proceso creativo

No se podría considerar una manía en sí, pero el artista malagueño sí tiene ciertos patrones de comportamiento a la hora de trabajar en su estudio. Le gusta llegar a las 9:00, pero no empieza a trabajar al instante sino que necesita un tiempo de adaptación. "Me gusta llegar, tomarme mi café, mirar el paisaje un rato y luego me pongo a trabajar", detalla. 

Apura sus lápices y muchos de sus pinceles son, dice, "malos" pero ya les tiene cariño y es, además, otro signo de diferencia respecto a los demás. Puche afirma que "la parte de idear un cuadro es mucho más laboriosa que la parte puramente manual de ejecutarlo". "Primero tengo que leer sobre aquello en lo que voy a trabajar, hacer una especie de introspección filosófica y me paso mucho tiempo encajando las piezas que van a aparecer en el cuadro, los personajes, la escena, intentando siempre que no sea convencional, darle una vuelta de tuerca para que no sea previsible". La obsesión por la singularidad. 

El apoyo de Antonio Banderas a un autor polifacético

Puche es polifacético. Lo mismo pinta un cartel de la Semana Santa que brazaletes con el escudo del Málaga CF o un enorme mural que está en el teatro Soho Caixabank de Antonio Banderas. El artista solo tiene palabras de elogio para el actor malagueño. "Fue el primero que nos hizo una obra de encargo y, además, era grande, de unos cinco metros. Pensaba que me iba a marcar directrices, pero me dijo que no, que yo era libre para que hiciese lo que quisiera". 

Fue la confianza propia entre dos personas creativas. "Pensé en hacer algo sobre el teatro, pero tuve que investigar porque para mí era un lugar desconocido", comenta. Tenía un diseño claro que fue el que al final se instaló, aunque, entre tanto, a Puche se le pasó otra idea por la cabeza tan fuerte que acabó pintándola. A Banderas le gustó más la primera para el teatro, pero esta segunda también la adquirió y la puso en el restaurante Tercer Acto, junto al teatro.

El mural de José Luis Puche expuesto en el Teatro Soho Caixabank. José Luis Puche

No son pocos los coleccionistas, expertos en arte y empresas que le encargan obras al pintor malagueño. Puche cree que es algo positivo, aunque parte de la premisa de que "la persona que venga tiene que respetar mi libertad absoluta y mi trabajo creativo". Para eso se contrata a un artista y tiene lista de espera. Para ir a por sota, caballo y rey está ya la inteligencia artificial.  

Sus consejos para poder vivir del arte

Se puede ser un gran pintor, músico, actor, escultor, etcétera y no poder vivir de ello. El mundo artístico es especialmente complicado porque hay muchos factores en juego. ¿Por qué un pintor es más conocido que otro? ¿Por qué se tasa una obra con un precio o con otro? Hay mucha subjetividad. 

Puche va incluso más allá porque señala que "el arte ahora mismo es una industria, se ha profesionalizado a unos niveles que no se han visto jamás en la Historia del Arte. Todo está estandarizado y el artista debe saber que, además de ser artista, es también empresario, autónomo, tienes que pagar impuestos, etcétera".

Puche, en un momento de la entrevista. Amparo García

El pintor malagueño deja claro que, sobre todo lógicamente al inicio de una carrera profesional, "un artista no puede producir en su estudio y esperar sentado a que lleguen los clientes, sino que tiene que salir él o ella a venderlos".

¿Cómo se consigue sacar la cabeza, hacerse visible a los posibles compradores? Puche recomienda ir de la mano de un galerista, pero reconoce que "es muy complicado porque a los galeristas no les suele gustar que vayas a enseñarle tu obra sino que les gusta tener la sensación de que son ellos los que descubren los talentos". Si no te van a hacer caso en la galería, lo mejor es hacer ruido y ganar visibilidad tanto de galeristas como de comisarios de exposiciones presentándose a concursos y premios de pintura. 

Por otra parte, Puche también destaca que hay que aprovechar la visibilidad que dan las redes sociales. Por ejemplo, Instagram, "donde colocas una foto y la puede ver el mundo entero, pero para poder trabajar bien en las redes se necesitan profesionales". Puche es un artista reconocido, pero eso no impide que disponga también de un equipo de marketing, comunicación y redes sociales para impulsar aún más su visibilidad. 

¿En quién se fija?

Como buen historiador del arte, Puche siente fascinación por los grandes artistas españoles como Velázquez, Zurbarán o El Greco que veía de niño en el Prado, así como genios del Renacimiento como Miguel Ángel, Leonardo, Guido Reni, Bronzino o Pietro da Cortona. Tras acabar la carrera en la UMA tuvo la oportunidad de hacer un doctorado en Roma y ver muchas obras originales. Nada que ver con una diapositiva semiquemada con el paso de los años. 

De los artistas contemporáneos, destaca el trabajo de Marcel Dzama, la corriente americana Black Art con exponentes como Kerry James Marshall o, en otra línea, artistas de la talla de Anselm Kiefer, Marcel Van Eeden o Victor Man. 

De cara al corto y medio plazo, guarda cierto secreto sobre sus proyectos. Indica que va a realizar algo "especial con alguien de Málaga" de cara a Navidad, pero no puede dar aún más detalles. También está cerrando varios asuntos a escala internacional. Los iremos conociendo cuando llegue el momento. 

Noticias relacionadas