El hijo de María y de Jesús, la de Alcalá y el de Algeciras, el más pequeño de dos, el siempre introvertido, el que tenía miedo... el que estaba ido. Alejandro Sanz se desnudó el alma frente al público malagueño en la noche de este jueves mostrando, probablemente, su versión más sincera y honesta hasta la fecha. Esa versión que uno solo saca en determinados momentos de la vida, cuando a uno ya no le importa mostrar, además de la cara, la cruz.
Eso mismo hizo el artista en el Auditorio Cortijo de Torres de Málaga, en el marco de un concierto de algo más de dos horas que fueron de menos a más. Igual que el arranque de una montaña rusa que hace que algo se mueva en el estómago al ir de cero a cien; o el calor que inunda tu pecho y tus mejillas cuando el alcohol empieza a hacer efecto en la tercera copa, de la nada al todo.
El inicio, marcado por los problemas de sonido, dejaron a algunos de seguidores a medias, pero estos acabaron solucionándose. Se notaba que Sanz estaba dispuesto a devolver el cariño que sus seguidores llevan dándole en las últimas semanas desde que el pasado 27 de mayo confesara, a través de sus redes sociales, que estaba viviendo una mala racha emocional.
Comenzó muy serio, oculto tras unas gafas de sol negras y redondas, como acostumbra en sus últimas giras, aunque en esta ocasión iba poniéndoselas y quitándolas en función de la canción. Iba cantando, algo recatado y con el bastón del público como principal punto de apoyo, esos temas que han marcado la vida de una generación en España. Lo que fui es lo que soy o No es lo mismo antecedieron a un escueto "buenas noches" por parte del artista. Daba la sensación de que Sanz se encontraba en una burbuja que no terminaba de estallar, pese a los gritos de apoyo por parte del público. "Te queremos", corearon en varios momentos de la noche.
Himnos como Quisiera ser, Mi marciana, Amiga mía o El alma al aire fueron encadenados uno tras otro. El público, cada vez estaba más cerca de lograr romper la maldita burbuja que le separaba de Sanz. "Málaga, ustedes no saben lo que siento cada vez que vengo aquí, me da igual el sitio que sea porque lo que importa es esto, lo nuestro", expresó, reconociendo que le estaba costando saber qué decir ante tal ola de emociones.
Nunca tuvo una voz de esas que quitan el hipo, pero siempre tuvo ángel y mucha alma frente al micrófono. También ante el bolígrafo y el papel. Una de sus más grandes e históricas composiciones siempre será Cuando nadie me ve. Para cantarla, el artista se sentó en la escalera principal que coronaba el escenario, junto a sus coristas y, como si estuviera cantando en cualquier escalerilla de un callejón gaditano, comenzó a contar --que no cantar-- la canción. ¡Plop! La burbuja se rompió y la conexión al fin brotó.
Ese tema relata cómo a veces el amor hace que andemos por la vida sin sentido, sin encontrar el camino correcto y sin que estemos siempre del todo bien. Lo hizo suyo y fue a partir de esta brillante interpretación cuando el concierto fue hacia arriba. "Pa' fuera lo malo, que se vaya lo malo", gritó al público malagueño invitándole a que se sacudieran la ropa.
Y no podía seguir la velada sin otro de los temas más mágicos de la historia de nuestro país, Contigo de Sabina. "Y es que el amor, cuando no muere mata... y es que amores que matan... nunca mueren", cantó con rabia el artista paseando de un lado a otro del escenario.
"Cuando vengo por vuestra tierra me doy cuenta de que uno se pasa la vida buscando paraísos y al final resulta que uno los tiene aquí al ladito. Para los que no lo conozcan y estén buscando paraíso: no vengan por aquí", declaró, ya sí con una sonrisa en la cara, para tocar Looking for paradise. Tanto músicos como coristas estuvieron de diez, pero la exconcursante de La Voz Karina Pasian brilló con luz propia en este tema cantando las frases de Alicia Keys.
Looking for paradise es un chute de energía positiva e hizo que el maestro disfrutara al máximo. La sonrisa siguió sin borrársele en el tema Labana, que cantó acompañado de un grupo de alumnas de ESAEM que deleitaron al público con su arte tanto en la danza como en los coros. Tras finalizar la actuación, Marisa Zafra, directora de la escuela, le entregó el premio de las Artes Escénicas Antonio Banderas de ESAEM, pues no pudo recogerlo el pasado 14 de junio, cuando fue homenajeado en ESAEM un grupo de personalidades del mundo de la cultura entre las que figuraba su nombre.
Tras la sorpresa, y después de tocar algunos temas más actuales, iba llegando el final. Sanz agradeció a todos los que se habían desplazado hasta Málaga para verle. "El mejor plan estaba aquí, gracias por esta y por tantas noches", dijo. Y llegaron las canciones de su vida, esas que le han hecho recorrer un camino (de rosas) hasta llegar hasta el día de hoy: Viviendo deprisa, Corazón partío, Lo ves o Y si fuera ella.
Para acabar, no pudo elegir otra que Ese último momento, uno de los temas que lanzó allá por el año 1997 y que interpretó bajo un cielo teñido de colores gracias a una espectacular lluvia de confeti. "Ese último momento cuando no queda tiempo, para decir siquiera te voy a echar de menos. Si vas a irte vete, pero no te despidas, sal de noche, sal a oscuras, sal descalza y de puntillas niña, vete, vete y cierra la puerta, que no quiero verte salir de mi vida", cantó. De las 8.000 almas que se cantaron anoche en Málaga, ninguna quiere verle salir precisamente de su vida, pues su música siempre estuvo ahí con ellos, hasta en los momentos más jodidos.
Alejandro, que las únicas burbujas que rodeen tu ser sean las que tus seguidoras hacen desde el público con el soplo de pomperos para embellecer aún más tus canciones. Pa' fuera siempre lo malo.