Antoñito Molina convierte con su energía la Feria de Málaga en el Club de los Soñadores
El niño de Rota llenó de sentimiento y buen rollo el Auditorio Municipal Cortijo de Torres en la quinta noche de fiesta en el Real.
17 agosto, 2023 05:00Noticias relacionadas
El primer concierto que Antoñito Molina hizo en Málaga fue en Torre del Mar. En los peores momentos de la pandemia, logró llenar una sala para apenas ochenta personas que fueron a verle para disfrutar de su música y la energía que desborda en directo. Después de un buen recorrido por los chiringuitos del litoral malagueño, tocó en el Señorío, en la sala Jaleo y en un sinfín de ferias de pueblos de toda la provincia: Sedella, Almáchar, Mijas, Comares, Fuengirola...
En todas estas paradas, con más o menos gente, siempre encontraba en la multitud las mismas miradas. Su pequeño ejército le apoyaba en las buenas y en las malas, en los pueblos más lejanos y en los más cercanos, pero siempre caminaba a su lado. Anoche, esas miradas, y muchas más, han visto cómo el niño de Rota cumplía un sueño en la Feria de Málaga.
Las puertas se abrían a las nueve de la noche y Antoñito recibía un vídeo de decenas de personas bajando las escaleras del Auditorio Cortijo de Torres de Málaga a toda pastilla para lograr un asiento en primera fila. Comenzó a llorar en los camerinos del recinto. Sabía de sobra que en ese mismo auditorio, seguidores de Pablo Alborán o Alejandro Sanz se habían pegado codazos por lograr la primera fila. Ahora lo hacían por él.
De Almería, de Murcia o de diferentes pueblos malagueños. De todos lados venían los peregrinos del Club de los Soñadores para ver a su líder. Tras el concierto de la malagueña Aurora Guirado, llegó el turno del gaditano, que enfundado en un traje gris, adornado con su gran sonrisa, salió a cantar al filo de las once de la noche.
Vivir Conmigo o Supongo marcaron el inicio de dos horas de música y vida a partes iguales. Al artista le brillaban los ojos cuando se paraba a mirar que tres cuartos de la grada estaban llenos y que prácticamente toda la pista estaba a reventar. "Qué alegría más grande, para mí, para mis padres, esto es para toda la gente que ha luchado aunque algunos no hayan creído en ellos", dijo en un momento, algo emocionado.
Aunque muchos hayan comenzado a saber de este artista este año, Antoñito, a sus 35 años, ha pasado todo tipo de vivencias en la música. Seguramente alguna de las personas que lean esta crónica recordará un grupo que en su día pegó muy fuerte en Andalucía, El tren de los sueños. Pues Antoñito, aunque suene sorprendente, era uno de ellos. El grupo desapareció y, tras vivir alegrías y fracasos y soñar mucho, ahora está viviendo aquello que tanto deseó: daba igual cuánto tiempo pusiera el micrófono mirando hacia el público que este, religiosamente, respondía cantando la letra al dedillo.
Tras cantar Ya no más, ese tema que escribió tras darse cuenta que lo importante a veces es quererse a uno mismo y no dejarse caer, el momento más emotivo de la noche llegó con Suéltate el pelo, un bello tema que el cantante dedicó a su madre, pero también a todas las madres del público, a las que están y a las que escucharon el concierto desde el cielo. Tampoco quiso olvidarse de su padre, con El hombre de la carpeta, una canción con la que lo define. "Y el hombre de la carpeta, muchas veces no me entiende y hasta conmigo se enfada, si no me lavo los dientes, si llego tarde a casa, y al salir del cuarto-baño dejo en el suelo la toalla", cantó.
Ambos temas confirman lo que uno se imagina cuando ve y escucha en concierto a Molina: jamás renegará de sus orígenes. Él mismo lo decía ante una servidora hace unos meses: "El día que deje de tener los pies en el suelo, no me saldrán las canciones". Y no puedo estar más de acuerdo con esta afirmación, pues la mayor virtud que puede tener un humano, y, más aún si es artista, es la humildad.
Daba igual que cantara Hubo un tiempo, Me estoy volviendo loco, Yo no quiero para mí, Yo soy pa' ti o Yo no me muero por nadie. Daba igual que se arrancara a cantar un pasodoble de la Comparsa El Vapor o versionara Mi frialdad. Eso era lo de menos. Lo mejor de Antoñito es su autenticidad y lo bien que lo ha pasa sobre las tablas del Auditorio Cortijo de Torres --y lo que no son tablas, porque se ha movido por todo el recinto--. La energía que transmite es natural y no impostada, en tiempos donde todo es tan plástico y fingido. Y eso es lo que le hace diferente al resto.
Si no lo conocían, denle una oportunidad y les aseguro que le darán la bienvenida al club de los soñadores. Si lo conocían, no dejen de seguir soñando despiertos, como él hace en cada concierto.