Fosforito es patrimonio vivo del cante flamenco. 92 años en su cansada garganta y miles de tablaos pisados por sus temblorosas piernas viven aún instaurados en perfecta sintonía con una absoluta claridad mental. Su rasgada voz de casi un siglo de edad es testigo de la lucha continua que ha sido para él defender sus letras por todo el mundo.
El artista originario de Puente Genil es el cantaor más laureado en la historia del flamenco. Entre las más insólitas distinciones, Fosforito posee La Llave de Oro del Cante, una de las más importantes del género concedida solo a cinco cantaores: Tomás El Nitri, Manuel Vallejo, Camarón de la Isla, Antonio de Mairena y él.
Orgulloso como un niño que enseña sus trofeos de fútbol, Antonio Fernández, nombre real del cantaor, abre las puertas del pequeño museo de su vida que aún guarda en casa. Con una sonrisa de mocito muestra sus fotos de cuando Paco de Lucía lo acompañó a la guitarra en el 1969. Cuenta que ya a sus 21 años era un portento y que, a pesar de la diferencia de edad -Fosforito tenía 37- se entendían a la perfección al hacer música, que es lo importante.
Hoy, Fosforito vive retirado de los escenarios pero no de la música. Su vida ha girado en torno a una pasión que aún siente fervientemente. Habla de mirarse a los ojos, de alma, tradición y pureza. Conceptos espirituales en torno al cante que escapan al entendimiento de los profanos. No le interesa la política, el deporte o la mezcla de géneros, su obsesión es el flamenco y así lo será hasta el final de sus días.
Su hito más reciente ha sido el ingreso de parte de su discografía en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes. Tiene más de 3.000 textos escritos a lo largo de su carrera y su legado quedará guardado por siempre ¿Cómo se siente?
A saber cuántas son en total (risas). Llevo desde el año cincuenta y tantos escribiendo. De hecho, soy el autor vivo más antiguo de la SGAE. Para mí ha sido siempre un oficio el escribir. Mis letras las ha cantado desde Juanito Valderrama hasta Camarón, Carmen Linares o Chiquetete. Lo que realmente se guardó en esa caja eran las letras de mi discografía que canté junto a Paco de Lucía. Fue un honor tremendo. Eso permanecerá ahí por los años para ser recordado.
¿Considera que hay letras que escribió en su día que hoy serían imposibles de escribir?
Aquí me remito a una cita de Machado que decía, “las coplas no son coplas hasta que el pueblo las canta”. No sé si alguna de mis letras, si se hubieran escrito hoy, podrían haber ofendido a alguien, pero yo soy cantaor, no me interesa la política en absoluto. He escrito canciones hace 60 años que han sido interpretadas una y otra vez de multitud de formas y por muchísimos artistas y no ha habido problema. Creo que mis letras son atemporales.
Ha sido siempre un purista del cante y su carrera se ha mantenido, a pesar de haber tocado casi todos los palos, en una línea bastante recta. Otros artistas de su generación o posteriores se atrevieron a mestizar el flamenco con otros géneros. ¿Qué opinión tiene sobre esto?
A mí no me molestan los inventos e intentos de creación siempre que tengan sentido. Si algo no dice nada no tiene sentido. Otra cosa es la música que escapa al flamenco. ¿Qué es eso del flamenquito o el flamenco chill out? Ni lo sé ni me importa. No creo que tenga ningún sentido. El flamenco tiene una pureza, grandeza y musicalidad que no puede venir nadie a quitarle. Todo el mundo tiene derecho a crear, pero no a llamarlo flamenco.
¿Qué se busca con eso? ¿Por qué se etiqueta de flamenco algo que no lo es?
Quizás por ignorancia, no creo que la gente lo haga con malicia. Algunos artistas intentan descomponer un cante flamenco que ya de por sí es algo sólido y una maravilla como creación. Desmembrarlo para hacer algo diferente que no va a mejorar lo que ya existe. Es una tontería. Que hay alguien que hace algo y suena a flamenco o que tiene elementos, vale, pero definitivamente no me lo venda como flamenco. Hay mucha gente que se parece y no son familia (risas).
Hay cantaores actuales que mezclan la tradición con algunos elementos más innovadores. Tenemos el ejemplo de Israel Fernández.
Israel es muy buen cantaor, pero está emulando continuamente a Camarón. Lo tiene tan dentro de su cabeza que no será nada hasta que se desprenda de él. Tiene que encontrar su propio sonido, por eso mientras tanto insiste en emular a Camarón. Cuanto más perfecto lo imite, menos Israel Fernández será. Tiene una hermosa voz que Dios le ha dado, pero tiene que empezar a caminar con personalidad.
Las hijas de Morente, Estrella y Soleá, también son otro ejemplo de ese mestizaje del que hablamos.
Eso es. Ellas hacen de todo y lo hacen muy bien, pero no lo etiquetan como flamenco. Cuando cantan por tangos o bulerías obviamente lo es, pero después hacen cosas muy bonitas que no tienen por qué ser flamenco y son igual de hermosas.
El propio Enrique Morente mezcló el flamenco más puro con el rock en el Omega. ¿Le pareció un buen trabajo?
Sí, pero eso no le ha dado nada. Él va a pasar a la posteridad como un cantaor flamenco. Lo otro es un intento de algo más. Por supuesto estuvieron en el derecho de intentarlo, pero si te fijas fue algo muy transitorio, no hicieron carrera ni fortuna de ello.
El cante jondo es un grito que surge de las clases obreras para expresarse en tiempos difíciles. ¿Crees que al convertirse el mundo en un lugar más amable ha hecho que el flamenco pierda esa garra?
Hay de todo. Hay letras como las que cantaba El Cabrero que sí tenían más denuncia social. Sin embargo, muchos de los cantaores de época no entendían ni lo que estaban cantando. Simplemente, les pasaban letras y ellos las interpretaban. El flamenco es una música muy rica que ha tratado muchos temas como el amor, el desamor, la muerte, la pena, el desamparo, etc.; y la mayoría de las letras algo políticas no se recuerdan mucho a día de hoy. No por ser tiempos más difíciles la música era más bella.
¿Crees que hay un error en el entendimiento del flamenco?
El flamenco es un sentimiento. Es un arte, una música cálida que nos emociona y nos pellizca el corazón. Cuando tú cantas en auditorios de 1.000 personas, la capacidad de entendimiento de cada uno es diferente. Aunque cantas para todo el mundo, cada uno interpreta una cosa. No es un fallo en el entendimiento, es un sentimiento particular de cada persona.
¿Cómo llegó usted a Málaga?
La primera vez que yo vine a Málaga fue en el 1946 cuando cantaba por los tablaos de Ronda. Tras hacer la mili y ganar varios concursos de cante en mi pueblo, un poco más adelante me contrataron en la Zarzuela y estuve un tiempo viviendo en Madrid. Ese fue mi gran salto y de ahí pasé a viajar por Oriente Medio, Persia y parte del mundo. En el 1962 volví a Málaga a cantar y en el Teatro Royal conocí a mi mujer. Juntos nos mudamos a Madrid y ya por el año 1970 yo había alcanzado un caché artístico que daba igual donde viviera, quien me quería me llamaba, entonces decidimos venirnos a vivir a Alhaurín de la Torre. Desde entonces he estado aquí en Málaga y me he movido a todos lados con total comodidad.
¿Se siente querido aquí?
Sí, por supuesto. Fíjate que hace unos años me dieron el premio al más malagueño. Fue una votación que hizo Radio Popular en la que competía con figuras como la poeta María Victoria Atencia o La cofradía de la Misericordia, la del 'Chiquito'. Entre esos grandes emblemas salí yo como el mejor malagueño sin ni siquiera ser de aquí (risas). Imagínate si me siento querido.
¿Lo para gente por la calle?
Sí, claro. La gente todavía me saluda con afecto, me abrazan, me piden fotos. Me he sentido muy bien tratado siempre por esta ciudad.
¿Ha sido Málaga una ciudad notable en el cante de Andalucía?
Todo son ciclos. En la edad de oro del cante, en los años 20 y 30, Málaga era una ciudad muy importante dentro del circuito del flamenco. La Peña Flamenca Juan Breva ha sido un lugar clave para el cante y lo sigue siendo. Y si te fijas, Málaga tiene hasta un estilo propio de flamenco, los cantes por malagueñas.
¿Hace especial eso a la ciudad?
Bueno, los cantes y las creaciones son personales. Cuando La Trini canta malagueñas no son las mismas que las que canta El Canario, por ejemplo. Pueden tener origen aquí o su estilo basado en la ciudad, pero Chacón era de Jerez y compuso también unas malagueñas extraordinarias. El modo prevalece al origen.
¿Cree que en los últimos tiempos se ha visto denostado a un segundo plano el tejido flamenco en Málaga?
No. Aquí no cabe un segundo plano. El que ha sido, lo es para siempre. Juan Breva fue creador de un montón de cantes a finales del 1919, y hoy, cuando escuchas esas grabaciones, te estremeces de igual forma. Como él, hay muchos cantaores que provocan esto. La esencia predomina sobre cualquier cosa, y Málaga la ha tenido.
¿Está al tanto de la situación actual de Málaga? El encarecimiento de la vivienda y los problemas sociales que se viven en nuestra ciudad.
Mira, yo soy un flamenco. No vivo al margen de todo, pero para mí la música es sabia y curativa. Es medicina del alma que genera nuestro espíritu. Provoca que nos encontremos y nos miremos a los ojos. Es lo que más me interesa y es el mejor remedio para los problemas. Yo sigo estando en el meollo del flamenco, pero no abarco mucho más.
¿Ha cambiado algo respecto a cuando usted llegó a la ciudad?
Por supuesto. Cuando yo llegué en el año 46 a la serranía de Ronda a cantar todos nos moríamos de hambre. Todos. Se vivía una época de desamparo absoluto. Hasta los que tenían para comprar no tenían donde. Los tiempos cambiaron afortunadamente.
Entiendo que usted se empezó a ganar bien la vida cuando empezó a cantar.
Si bueno, no es como ahora que ves a los cantantes en Mercedes, pero no me puedo quejar (risas). Viví muy bien en Alhaurín con mis hijos y cuando me tuve que mudar a Málaga decidí venirme al centro y no tuve problemas. Supongo que hoy en día es diferente.
¿Sigue disfrutando del flamenco a día de hoy?
Sigo disfrutándolo mucho del directo. Voy a todos los conciertos y festivales que puedo. Escuché hace poco a El Pele, Ezequiel Benítez y el Cancanilla de Marbella en un festival de flamenco. Me sigue emocionando el buen cante.
¿Sigue cantando, aunque sea con la familia o amigos?
No la verdad. La voz ya no me da. Tarareo de vez en cuando, pero poco.