La muerte es algo tan inevitable como la caída de tus ídolos. Un destino implacable, un camino delimitado por un sendero del que no puedes desviarte ni dar marcha atrás. Todos enfrentamos ese miedo tanto como a la conciencia de que aquellos que admiramos, aquellos que parecen eternos, también son vulnerables al paso del tiempo y a sus propias tragedias.
El nuevo libro de Jesús Báez, Los viejos Rockeros (nunca) mueren, nos invita a reflexionar sobre esa realidad: la prematura caída de los ídolos del rock and roll, un fenómeno tan doloroso para algunos como certero.
A través de sus páginas, el escritor de hilos de X conocido como La Historieta Musical, no solo recorre las biografías de estos artistas, sino que también desmonta mitos y analiza el impacto que sus muertes han tenido en la cultura musical. Mucho más que un taxista que escribe libros, Jesús convierte es un apóstol de la muerte que elabora una de las necrológicas más completas del mitificado rock.
Empecemos por el inicio. Su historia comenzó como “el taxista que escribe su libro entre carrera y carrera”. ¿Sigue ganándose la vida así?
Sí, sigue siendo mi profesión. Llevo ya cuatro libros siendo “el taxista que escribe” (risas).
¿Cómo le sienta eso?
Bien, es normal. Al final no deja de ser un titular llamativo. Por un lado, me halaga porque a mí me gusta mi trabajo. Soy mi propio jefe, tengo la flexibilidad horaria que me permite escribir y puedo estar escuchando continuamente música en el coche. Sin embargo, también hay un punto en el que me resulta llamativo, porque claro, si un abogado o un médico saca un libro, el titular no es el abogado que saca libros entre juicio y juicio o el médico que saca relatos entre operación y operación.
¿Qué cree que hay detrás de eso?
En cierto modo no se concibe la escritura en alguien que, a priori, no tiene un trabajo cultural o con un título. Es clasismo básicamente. Choca que un albañil o un taxista pueda escribir un libro, en cambio, alguien que tenga una profesión superior no. Yo soy taxista, pero también licenciado en psicología, y el tener un título no te otorga la cultura. Pero bueno, no me molesta, la gente lo hace sin maldad y al final es algo que favorece a la historia y al personaje.
Su gran salto a la fama ha sido gracias a Twitter y a sus hilos de música, y más concretamente al de Wish You Were Here ¿Cómo empezó todo?
Empecé en la pandemia. Antes del 2020 ya escribía relatos de ficción, terror, etc. y también alguna crónica sobre grupos emergentes malagueños en el Magazine de un amigo, Miguel Ángel Magnani de Editorial Anáfora. Con la pandemia tuvo que cerrar, pero a mí se me quedó la picada de hablar de música y me abrí Twitter.
Ya leía a gente como Pedro Torrijos, Manuel Bartual, Jorge Corrales, etc. y me flipó esta forma secuencial de desarrollar una historia. Entre esa orfandad de hablar de música al haber cerrado el Magazine y encontrar ese reto de decir, yo quiero probar este estilo de contar historias, empezó todo.
Redes sociales como una forma de hacer periodismo o incluso literatura. ¿Es el futuro de los medios? ¿Qué tiene de novedoso?
Totalmente, aparte de que tiene un lenguaje muy diferente a todo lo demás. Al principio yo metía muchos datos por tweets y relleno, y luego me fui dando cuenta de que no seguía esa estructura. Aprendí lo que es el dejar espacios, dar una idea por tuit, etc. Y sobre todo me di cuenta de que lo importante es la historia que quieres contar, no los datos de la historia.
O sea, que en el fondo lo importante no es el año de publicación del Rumours y en qué estudio se grabó, sino que Fleetwood Mac estaban peleados y se odiaban cuando lo hicieron. Entonces le fui pillando el truco. Y yo creo que Wish You Were Here triunfó porque fue el primer hilo que de verdad hice bien.
Y hoy tiene una cuenta de 88.000 seguidores en Twitter. ¿Se siente un influencer musical?
No mucho. Es verdad que el otro día me reconocieron en una boda y me morí de vergüenza (risas). Si me he dado cuenta también de que en este último año me han empezado a seguir grupos que están empezando para mandarme lo que hacen.
Yo que he sido músico y me he tenido que pelear muchos años para que me hicieran caso, por lo que ahora lo cojo con un poco de humildad. No me cuesta nada recomendarles siempre y cuando me guste e interactúan un poco conmigo. En ese sentido he recomendado a Sarria, Cometa, Atalaya Roja, etc.
Su nuevo libro Los viejos rockeros (nunca) mueren habla de la muerte de los ídolos del rock. Como surgió esta idea, ¿realmente es algo que le conmovió a lo largo de su vida?
Primero, porque yo soy un macabro y un morboso del copón. Mi obra de ficción está muy inspirada Stephen King y Alan Poe. Ya con diez años los leía, imagínate. El tema de la muerte y el terror me fascina. Y luego aparte, porque la muerte forma parte del imaginario del rock.
Cuando tienes 15 o 16 años y estás escuchando por primera vez a The Doors o a Janis Joplin, siempre está rondando por ahí ese tema y esas leyendas urbanas que hacen que te enganches más a su universo. Forma parte de la épica del rock.
Realmente no es una persona que romantice esto, de hecho, es muy reticente a catalogar como tal “el club de los 27” en el libro. ¿Por qué?
Es que es una mentira, un constructo mental y una estructura creada para vender. De hecho, el club de los 27 es bastante más reciente de lo que la gente se cree. La edad media de la muerte de músicos famosos está en la cincuentena. Es decir, la mayoría pasan los 27. Lo que pasa es que dio la casualidad de que, en muy poco tiempo, a finales de los 60 y a principios de los 70, murieron figuras tan importantes como Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison o Brian Jones.
Desde la muerte tan cercana de estos artistas hasta el siguiente caso sonado que fue el de Kurt Cobain pasaron muchos años. El club de los 27 no deja de ser una casualidad convertida en leyenda que es muy útil para construir eso, otro mito más alrededor del mundo del rock para que los chavales jóvenes se sientan atraídos.
¿Cuál ha sido la muerte que más le impactó o afectó en lo personal?
De joven la de Freddie Mercury. Realmente me hice más fan de Queen después de su muerte, pero el impacto que tuvo su fallecimiento por SIDA fue tremendo. En esa época había muy poca información sobre la enfermedad. Yo soy de una generación donde el impacto del SIDA fue muy radical.
Tuve algún familiar cercano que estuvo enfermo. Recuerdo tener 14 años y ver un Informe Semanal sobre el SIDA a raíz de la muerte de Mercury. A mí se me quitó el hambre tres días, físicamente. No quería comer, tenía miedo de tocar a gente, y todo por la desinformación que se generó. La muerte de Freddie Mercury y el tributo que le hicieron ayudó a informar muchísimo acerca de la enfermedad.
¿Y más reciente?
La de David Bowie. Esa también me impactó muchísimo, pero por algo diferente, porque fue la primera sensación que tuve de ‘los ídolos de mi adolescencia se están muriendo’.
El caso de los músicos que se enteraron de que iban a morir por enfermedad y aprovecharon para sacar una última obra, ¿realmente fueron buenos trabajos o estuvieron engrandecidos por la épica de su cercano fallecimiento?
A ver, en muchos casos no, pero concretamente en estos casos sí. Innuendo, el último disco en vida de Freddie Mercury, es probablemente el mejor disco de la segunda etapa de Queen. Por su parte Johnny Cash sabía que se moría desde hace mucho tiempo, y en cierta forma, los últimos discos que grabó con Rick Rubin están marcados por esa sensación de me estoy despidiendo.
A lo mejor Johnny Cash no tuvo un gran último disco, pero su versión de Hurt vale más que los discos completos de mucha gente. Y finalmente el Black Star, el álbum con el que se despidió Bowie, es el disco más anti fan service de todos. Podría haber hecho un álbum glam, unos duetos o algo que contentara al público, pero se decantó por algo muy raro que a él le apetecía hacer. A los fans de verdad nos encantó, hizo un trabajo verdaderamente genuino.
En cuanto a sustituciones en bandas por muerte de sus integrantes, ¿cuál cree que ha sido el mejor puesto que se ha suplido? Sin contar ACDC.
Está el otro ejemplo que menciono en el libro, Metallica. Cliff Burton era muy importante para el grupo y falleció en mitad del Master of Puppets. Pero si tuviera a lo mejor que ponerte otro ejemplo más contemporáneo sería la reciente incorporación de Emily Amstrong para sustituir a Chester Bennington.
En cierta forma también es una forma de marcar una diferencia. Es como decir, “no venimos a ser una banda tributo de Linkin Park, sino a aportar cosas nuevas”, algo que por ejemplo Queen, con la incorporación de Adam Lambert, no puede decir.
Ya que hablamos de actualidad, quiero preguntarle por el tema del momento, Oasis ¿Cómo está viendo todo esto? ¿Le gusta la banda?
He sido muy fan del britpop. Me gustaba sobre todo Suede, Blur y Pulp, pero también le di bastante a Oasis. Es un tópico, pero sus dos primeros discos eran los mejores. La situación de estos últimos años me hace gracia, con el tiempo he aprendido a valorar el chusmerío, y en ese sentido, los Gallagher son los reyes.
En cuanto a su gira de vuelta, pues bueno, los precios son una locura y lo que van a hacer es un tributo a Oasis básicamente. Hoy en día los conciertos y festivales se han convertido en un postureo donde lo que importa es todo menos la música.
¿Qué le parece toda esta aparición de festivales masivos con carteles clónicos por todos lados?
Pues eso, lugares para que los influencers se hagan videos para redes. El indie español a mí me gusta mucho, disfruto de bandas como Arde Bogotá, Vetusta Morla e incluso C.Tangana, pero el tema de que los carteles sean iguales lo que refleja es un problema, no de los grupos, sino de los programadores que van a lo fácil.
Se han cargado un poco la esencia de los festivales, porque al final la gente no viaja a otra ciudad para verlos si van a tener uno idéntico en la suya dentro de un mes. Todavía quedan algunos como el Canela Party que dan esperanza.
¿Alguna banda joven actual de España que quiera recomendar?
Cometa. Los descubrí haciendo un cover de Queen en Turbo 3 y me fliparon la verdad. Estoy muy enganchado.
Cada capítulo del libro está acompañado de una playlist que le pone banda sonora. Para terminar, ¿sería capaz de poner una canción a Los viejos Rockeros (nunca) mueren?
The Load Out / Stay de Jackson Browne. Aunque no está relacionada con ninguna muerte, es una canción que con la que se transmite esa idea de “quédate un poco más y nos hacemos la última canción” que me hubiera gustado decirles a muchos de esos artistas que han caído por el camino.