Sebastian Stan interpretando a Donald Trump.

Sebastian Stan interpretando a Donald Trump.

Cultura CRÍTICA DE CINE

Entre la gloria y la depravación: La travesía cinematográfica de Donald Trump en el lienzo de Abbasi

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Ali Abbasi firma una de las más fascinantes y perturbadoras exploraciones cinematográficas de la temporada, en un largometraje que logra combinar de manera ejemplar la tensión de un drama biográfico con la precisión estilística de un documental de época, y desvela el proceso de metamorfosis de un joven Donald Trump (interpretado de manera sobresaliente por Sebastian Stan) en la icónica y controvertida figura pública que marcaría la política y los negocios de Estados Unidos.

El guion, de Gabriel Sherman, recrea la atmósfera decadente de la Nueva York de los años setenta y ochenta, escenario de un capitalismo desbordado, arrastrado por la vorágine de la epidemia del crack y el desenfreno financiero.

Un filme que aprueba con creces y se articula en torno a tres pilares que sostienen su solidez narrativa y artística. La dirección de Ali Abbasi, conocido por su trabajo en The Last of Us, muestra una madurez estilística y una audacia cinematográfica llamativa.

Su empleo de la cámara en mano aporta realismo e introduce al espectador en la psique febril y ansiosa de un Trump joven e hiperbólicamente ambicioso. La elección de planos cerrados y la fotografía cruda de Kasper Tuxen dotan a la película de una textura visual que evoca una inquietante autenticidad, a medio camino entre la frialdad documental y la emotividad del dramatismo cinematográfico.

La actuación de Sebastian Stan como Donald Trump también es absolutamente convincente. Stan aborda el personaje con una mezcla de bravuconería y vulnerabilidad, trazando con destreza la evolución de un joven emprendedor, ansioso por reconocimiento y poder, a un magnate sin escrúpulos. Su interpretación equilibra con habilidad la caricatura  y la humanidad, creando un retrato que permite vislumbrar las complejas motivaciones y heridas vitales que esculpen a la persona y al personaje.

Sin embargo, la verdadera joya de The Apprentice es Jeremy Strong, que interpreta a Roy Cohn, el inescrupuloso abogado y mentor de Trump. Strong se adueña de la pantalla, imbuyendo a su personaje de una mezcla de magnetismo y peligrosidad psicopática. Su actuación dota de dimensión al relato, representando a Cohn como un maestro manipulador y como un catalizador de la transformación de Trump en un símbolo del sueño americano a cualquier precio.

El tercer elemento destacable es la narrativa misma, una obra que se resiste a ser una mera hagiografía de Trump y opta, en cambio, por una disección crítica (y quizás subjetiva, no lo sabemos) y profunda de su ascenso. Abbasi teje imágenes de archivo con secuencias dramáticas, construyendo un relato que expone la brutalidad de un sistema que premia (y luego castiga) la ambición sin límites y la falta de escrúpulos.

Una cohesionada fusión entre realidad y ficción que amplifica la sensación de inquietud y confirma la película como un estudio tanto de un hombre como de la era que lo produjo.

La fotografía de Kasper Tuxen juega un papel crucial en la creación de la atmósfera, emulando la penumbra de las decisiones éticamente cuestionables y los destellos de gloria superficial y resaltando el contraste entre la sucia Metrópolis de los setenta y ochenta y el glamour innatural del mármol italiano de Trump.

The Apprentice. La historia de Trump es una crónica del surgimiento de una de las figuras más polarizadoras de la historia reciente, un espejo que refleja los valores de una sociedad que, en su afán de éxito, sacrifica la ética en el altar de la codicia. Una obra que, bajo la maestría de Abbasi, se alza como ejemplo de buen cine en una época de productos de usar y tirar y como una especie de implícita advertencia moderna.