Esto de escribir un artículo semanal hablando de cofradías tiene su gracia. Al principio las ideas fluyen en un ir y venir constante. Apuntas en la libreta varios enfoques, posibles temas de análisis, fuentes con las que hablar antes de sacar conclusiones y cuando te pones delante del ordenador, solo hay silencio. Resulta que la actualidad ha acabado devorando todos los pareceres que ambientaban un retorno soñado. Es como si los árboles que nos rodean no nos dejaran ver el bosque. Eso sí, destacando que lo que tenemos frente a nuestras narices quizá no sea un palmito, sino una sequoia.
El caso es que la agenda mediática parece converger en un mismo punto de encuentro: la falta de participantes. Sin más coletillas ni aditivos; cada cuál que añada el que considere. Gran parte de los temas de debate giran en torno a esta cuestión, como si fuera la única. Que sí, que parece que "las ganas" que habíamos dejado en barbecho no son tales, pero más allá de los problemas que varias hermandades están teniendo para llenar todos los puestos, hay más cosas.
Tengo la sensación de que esto ya lo he vivido antes. Al menos a mí, me está pasando algo igual que durante el confinamiento: no había noche en la que no pusiera una película en la que el apocalipsis era tan solo un personaje más. No encontré mejor momento que marzo de 2020 para ver 93 días (una historia real sobre cómo Nigeria fue capaz de frenar la expansión del Ébola con un brote en Lagos) y Virus. Supongo que el título de esta última obra es suficientemente descriptivo y no necesita explicación. Pues ahora estamos moviéndonos en la misma órbita. Ojo, y aquí entono el mea culpa, pero como afirma el dicho periodístico, que un perro muerda a un niño no es noticia.
Estamos siendo testigos de la reconstrucción moral de una Semana Santa que fue arrebatada de nuestras calles de la noche a la mañana debido a una pandemia. Quizá pecamos de optimistas creyendo que esto iba a ser igual que antes, cuando antes ya estaban las cosas casi igual que ahora. O no. No sé. Esto es un lío. Lo que quiero decir es que con lamentos no va a cambiar nada y eso lo sabe todo el mundo. A las pruebas me remito. Se aprecia ya un cambio en la balanza después de los comunicados de media docena de cofradías en los que de forma directa e indirecta venían a decir lo que todos sabíamos ya: ayuda. Y aquí la ciudad está volviendo a hacer gala de su lema: "Muy hospitalaria y denodada". Y esta última referencia no es baladí. En el comunicado emitido por la hermandad del Monte Calvario se puede leer un destinatario muy concreto: "(...) a sus hermanos, devotos y muy especialmente a la Málaga cofrade". Por algo será que en su escudo reza "muy noble y muy leal".