El mayor estreno de esta Semana Santa son todos esos niños que van a vivirla con procesiones en la calle por primera vez. Echemos cuenta, todas esas chiquillos que nacieron tras la Semana Santa de 2019. Para todos ellos será su primera Semana Santa con tronos, nazarenos, bandas, incienso, sentirán por primera vez esa ola de sensaciones y emociones, todo a punto de ser estrenadas en este cada vez más cercano Domingo de Ramos.
Muchos de ellos saldrán por primera vez de nazarenos, la ilusión de ellos, la felicidad de toda la familia. La otra familia, la cofradía, también debe alegrarse de que cada año sea muy numerosa la representación nazarena infantil. No hay mejor escuela que esa.
Son un ejemplo para otros muchos niños que ven las procesiones y que dirán a sus padres que quieren salir de nazarenos el próximo año.
Sinfonía de campanitas, particular sección de bastones, la sección más alegre de cualquier hermandad.
Una cofradía en la que no salgan niños y ni sea vista por niños tiene mal futuro. Porque precisamente ellos son el futuro. Aquí no valen cuestiones estéticas ni tradiciones trasnochada. Si no contamos con ellos no hay futuro. Porque las cofradías, por suerte, no pueden renovarse automáticamente con los hijos de los hijos de sus hermanos.
Las hermandades deben facilitar, y para ello deberán hacer túnicas, la transición hasta que esos niños sean unos jóvenes adolescentes.
Otros niños, ya con muchos años, renuevan su espíritu cuando por calle Parras sale la Pollinica. En esa particular previa noche de Reyes, vuelven los nervios, la Semana Santa está a punto de comenzar y este año, tras dos años sin procesiones, no sé cómo vamos a soportar esa noche anterior al Domingo de Ramos.
Esa noche sirve para descubrir que estás vivo, que el sueño está a punto de hacerse realidad. Todos volvemos a ser un poco niños.