La emoción traspasa al otro lado de la llamada de Whatsapp. Pocas veces ha hablado con periodistas, reconoce, pero la ocasión lo merece. Es Sábado de Pasión y el Cautivo y la Trinidad han llenado la plaza de San Pablo después de dos años "difíciles", pero él lo sigue a través de YouTube. En Colonia, Alemania, donde se encuentra, no hay procesiones, pero se conforma con acudir a los oficios con la medalla de su cofradía colgada al cuello. "Es una manera de estar unido a ellos", cuenta resoplando a este periódico intentando no llorar.
Ha dormido poco del Viernes de Dolores al Sábado de Pasión por los nervios. "Estoy muy emocionado desde ayer, cuando fui a comprar flores y velas para mi pequeño rincón cofrade". Lo primero que echó en su maleta cuando se mudó al extranjero fue la medalla de su cofradía, su Virgen y su pequeña copia del Cautivo. "Aquí los tengo con flores, con velas encendidas y con el traslado puesto de fondo", explica con dificultad mientras acaba rompiendo a llorar.
"Esta mañana, cuando les rezaba, les pedía perdón por estar tan lejos", confiesa el joven. Los hermanos interrumpen la conversación Málaga-Alemania enviándole imágenes del traslado. El que más, "Manolito", el albacea de cultos. "Para mí son como mi familia, los quiero muchísimo", alega el malagueño, que no quita ojo de las pantallas que tiene en casa cada vez que recibe un whatsapp. "Estamos constantemente comunicándonos por vídeos o fotos", declara.
Pedro se considera trinitario de adopción, "porque La Trinidad es tan grande que se puede nacer donde uno quiera". Su pasión por el Cautivo y la Trinidad la heredó de su abuela, que se la transmitió a su madre y ella a su vez a él. "Fue tradición materna. Me crie en la cofradía, lo aprendí todo sobre mi cofradía en las escaleras de esa hermandad", recuerda.
Con 17 años, José Luis Palomo, entonces hermano mayor, le propuso estar, pese a su juventud, en la Junta de Gobierno. "Ahí comenzaron unos años en los que no me despegué de mi Cristo y de mi Virgen. Siempre muy cerca de ellos, cada Misa del Alba o cada Lunes Santo".
La última vez que estuvo con sus imágenes fue el pasado mes de noviembre, cuando bajó a acompañar al Cautivo en su traslado a la catedral con motivo de la exposición de El verbo encarnado. "Me sentía en casa", expresa Biedma, que el Lunes Santo no se despegará del ordenador soñando con volver a San Pablo lo más pronto que la distancia le permita.