Ante la inminente publicación de un nuevo decreto de los Obispos del Sur, tal y como han adelantado los compañeros onubenses de Tramo Cero, en el que van a regular las salidas extraordinarias desde 2023, me gustaría reflexionar al respecto. Dicho decreto indicaría que las hermandades pueden celebrar una procesión extraordinaria por dos motivos: la coronación canónica (y sus correspondientes aniversarios cada 25 años) y ese mismo plazo para conmemorar la constitución de una hermandad.
Se eliminan, por tanto, las extraordinarias con motivo de los aniversarios de las imágenes. Es decir, desde 2023 y hasta nueva orden, y si nadie lo remedia, si tu Virgen no está Coronada o no tienes los papeles con la fecha de fundación de tu hermandad, te vas a limitar a salir en Semana Santa. Antes de nada.
La situación venía siendo insostenible, somos muchos los cofrades que pedíamos controlar ese exceso de extraordinarias. Pero creo que no es justa la decisión que parece que han tomado nuestros obispos. Los excesos de este último año y pico viene provocado por la pandemia sufrida. Por un lado hermandades que vieron sus celebraciones afectadas y una eclosión de conmemoraciones especiales tras este triste periodo.
Las primeras, en el caso de Málaga tuvieron menos de 6 meses para salir, según decretó el Obispado. Las magnas han sido aprobadas por los respectivos obispos. Entonces, ¿la culpa es de las hermandades por celebrarlo? No digo que no hubiera que haber puesto normas a la manera de celebrarlo, como no pasarse de ciertas horas de procesión, excesivos itinerarios, pero si a alguien hubiera que llamar la atención es a quien lo permite y no atiende a cómo se hace.
La nueva legislación es como si un padre que tiene cuatro hijos, al primero le deja salir hasta las 22, a los otros dos les deja que vuelvan a las 6 de la mañana y cómo no le parece bien, le dice al menor de sus hijos, que a las 21 en casa. Qué culpa tiene el último de lo que hayan hecho mal sus hermanos.
Otro ejemplo. Un profesor de primaria permite que los alumnos que celebran su cumpleaños durante el primer trimestre puedan traer caramelos para repartir. Como la cosa va muy bien, decide que durante el segundo trimestre podrán traer una tarta. Traen tartas y también hay quién trae globos, piñata, juegos y algunos todo eso a la vez. El profesor ve qué es demasiado y decide que en el tercer trimestre solo podrán felicitarse. La responsabilidad debe ser asumida individualmente, cada cual debe afrontar lo que hace bien y lo que hace mal. Y no sólo los que son gobernados si no también los legisladores.
Es fundamental que quien emana una norma conozca la realidad de primera mano y más cuando es un tema sensible como este. Quizás antes de esta nueva norma sería necesario que desde cada obispado se analice si han hecho bien su trabajo. Ellos son los padres y maestros de esta historia. Quizás con mayor implicación, con mayor conocimiento, mayor colaboración y contando con gente adecuada, esta norma no sería necesaria, porque se habrían parado a tiempo ciertas cosas.
Por qué no se planifican las extraordinarias a lo largo del año y no todas en apenas tres meses. Por qué no se mete mano al exceso de traslados, Vía-crucis o rosarios. Por qué no se exige que todas las cofradías tengan un triduo o quinario en Cuaresma. Por qué no se controla más y mejor quien rige en las hermandades.
Hay muchos temas donde es necesaria la participación de la Diócesis, pero es un error un decreto que castiga a todas, a unas más que otras y que no deja de ser un ejemplo de despotismo ilustrado, todo para el pueblo, en este caso de Dios, pero sin el pueblo. La sinodalidad aquí es un cuento chino.