De las cornetas y los tambores nace la banda sonora de la Semana Santa. Músicas reconocidas y reconocibles que ahora acompañan a los tronos pero que, en tiempos pasados, marcaban las directrices en el frente de guerra. A finales de la primavera de 1808 tuvo lugar la batalla del Bruch; las crónicas de la época hablan de un tamborilero que, durante este enfrentamiento, utilizó una caja de cofradías para dar las órdenes al ejército (Daniel Benmayor llevó parte de esta historia al cine en 2012).
La participación de estas formaciones en las procesiones responde a una evolución natural. Hablar de un origen concreto es hablar de las trompetas de luto, clarines que se usaban como lamento para anunciar la llegada de los cortejos. Se trata de una tradición que, hoy en día, se sigue manteniendo en algunos puntos de la provincia de Málaga. Son los casos de la hermandad del Dulce Nombre de Archidona o de Monda, donde se usa una trompeta de los Tercios de Flandes. Arturo Cáceres es de los mayores conocedores de este género; explica que a raíz de la invasión napoleónica, el ejército español adoptó en Cádiz la corneta para indicar señales militares.
Pese al romanticismo que en ocasiones existe, Cáceres relata que Málaga no es “la primera ni la única”. Casos como los de Barcelona, Valencia, Ciudad Rodrigo o Granada (cuyo Real Cuerpo de Bomberos también tenía banda) componen parte del mapa de la época. Sin embargo, en la Costa del Sol, estos sonidos permanecen, llegando hasta nuestros días “una reliquia”: “Mientras que otras bandas de cornetas avanzan en la instrumentación, Bomberos (fundada en 1911 aunque sus orígenes se podrían remontar a varias décadas atrás) permanece con la corneta reglamentaria del Ejército español desde 1882 (según consta en el reglamento orgánico del Cuerpo Municipal), aprovechando originariamente su sonido para indicar hacia donde tenían que actuar contra el fuego”, apunta.
De hecho, constan documentos oficiales de finales del siglo XIX hablando al respecto, como la Orden de la Regencia de 1811, que incorpora a los batallones de cazadores dos cornetas y dos tambores. O la publicación en 1814 de la primera ordenanza de toques de corneta y significado. Quizá, uno de los más relevantes sea el decreto de 1848, que ordena que las bandas se compongan por un cabo director ocho cornetas y nueve tambores
Toques que marcaban el paso hacia la derecha, que pedían la reagrupación del escuadrón… Estas cualidades artísticas se expresaban a través del dominio del viento metal: era la forma que tenían de comunicarse. De ahí sale un sonido que se expande por Andalucía y España: “Por eso Escámez no escribe para clarinetes o flautas; no es que no supiera, es que él se centra en lo reglamentario”, sostiene.
De algún modo, la banda del Cuerpo de Bomberos y Málaga han mantenido durante décadas un binomio que, pese a los retos y dificultades, sigue vivo. Usos y costumbres que responden a la historia de un pueblo. Es por ello por lo que Cáceres defiende que la música de esta agrupación sea declarada Patrimonio Inmaterial: “Está en peligro de desaparición. Tenemos algo que, en otras ciudades, valorarían de forma distinta”, subraya. La labor de investigadores y de las personas que dirigen y tocan con sus cascos de plumas blancas es fundamental para su conservación.
El sorteo de las bandas
Durante los años 20, era común que las cofradías sortearan las bandas que iban a participar en las procesiones. ¿El motivo? Había grupos “para dar y regalar”, aunque la mayoría eran militares o paramilitares. Una prueba de esta proliferación musical se encuentra en los vídeos de la coronación de la Virgen de la Victoria, el 8 de febrero de 1943. Las imágenes muestran un carrusel de formaciones, aunque con algunos detalles curiosos. El propio Cuerpo de Bomberos participó en aquel hito, aunque sin tocar porque no tenían banda propia. Lo mismo ocurrió durante unos años en la Expiración: “Desfilaban en cabeza, pero con los sones de la Guardia Civil”.
Cáceres señala que desde la posguerra, Bomberos era “una referencia” latente en la ciudad. Una historia de esplendor que llega hasta los 80 y los 90, cuando comienza a haber “otra ilusión” en el seno del grupo. Estamos hablando de un tiempo en el que las bandas militares habían enfilado un proceso de descomposición, condicionado en parte por la Transición. Ese hueco lo empiezan a llenar formaciones más jóvenes: “Bebíamos de la tradición, porque era lo que habíamos aprendido, pero con otra inquietud. Eso sí, nuestro referente era Bomberos, con un sentimiento de pertenencia vigente”.