El próximo 23 de marzo cumplirá 50 años. Dos días después se subirá a las tablas del teatro Cervantes para pregonar la Semana Santa de su Málaga. Su DNI dice que se llama Francisco Luis Jiménez Valverde, pero él responde al nombre de Paquito. El diminutivo se asume como parte del cariño con el que este cofrade (e historiador, bordador, comunicador, jefe de prensa y otras muchas cosas) vive su día a día.
Nos encontramos en la barra de la taberna Las Merchanas. La elección del sitio no es casualidad; a unos pocos metros, en la calle Andrés Pérez, Paquito comenzó a dar los primeros pasos por un camino que le ha llevado hasta una Cuaresma frenética. Dice que en estos días únicamente hace dos cosas: escuchar su pregón y dar entrevistas.
Pero el espectáculo siempre debe continuar, especialmente cuando la centrifugadora de la cultura no para. Ahora, es jefe de sala del teatro Soho Caixabank de Antonio Banderas (el único del mundo con dos pregoneros), por lo que los retos del sector le son muy cercanos. Aun así, ese ajetreo interno no le impide disfrutar de las dos cañas (una es invitación de la casa) y la media ración de bravas y croquetas que hay sobre la mesa durante la entrevista.
Aunque ahora está más relajado (o al menos, eso dice), cuenta que se agobió buscando una fecha para poner el punto final pregón: quería que ese día coincidiera con algún momento importante. El problema llegó cuando se dio cuenta de que febrero tenía un santoral poco atractivo y se tuvo que esperar al Miércoles de Ceniza para acabarlo.
Puede ser que esta sea la última vez en la que se encuentre tan rodeado de santos hasta el día del pregón.
Seguramente (ríe). Bueno, no. En mi casa no hay un solo espacio en el que no haya una foto de un Cristo, una Virgen o una placa. De hecho, estoy haciendo un hueco en una pared para las cosas del pregón porque me están haciendo muchos regalos.
Pregonero busca piso.
Efectivamente. O al menos una pared para colgar todo.
De la soledad, a la compañía. ¿Cómo se siente el pregonero?
Hay momentos de soledad absoluta, pero es alegre. Lo que pasa es que es algo extraño, porque estás en tu casa y de pronto escuchas hablar de ti en la radio. Lo oyes y dices ¡soy yo!, pero en realidad yo estoy escribiendo el pregón porque soy el que lo tiene que dar. También hay otro fenómeno que es muy curioso, y es que me he dado cuenta de que soy el primero que lo escucha. Esa es una alegría que siento durante el proceso.
He de reconocer que tengo muchísimas ganas de que lo escuche todo el mundo porque a mí me ha gustado y me he sentido muy bien. Como cofrade, puedo decir que me ha gustado el pregón que ha dado Paco Jiménez (ríe).
Puso el punto final el Miércoles de Ceniza.
Me costó muchísimo comenzar porque hasta que aterricé de toda la parafernalia de nombramiento, saludas, enhorabuenas y abrazos, pasó un tiempo. Tuve que compatibilizar el trabajo con todos los actos relacionados con el pregón, algo que lleva sus días. El teatro es muy sacrificado a nivel organizativo.
Hace unos días lo hablaba con Antonio Banderas; durante el proceso te sientes empujado por alguien que está a tu lado ayudándote, dándote ánimos y llevándote por el camino de la prosa, del verso, de la rima… Hay cosas que se te ocurren y que parece que no las has hecho tú. Es más, cuando lo lees, dices: “¡Esto es fantástico! ¿Cómo lo he podido escribir yo?”.
¿Dónde está la inspiración?
Hacía muchísimo tiempo que no me ponía una marcha. Más de un año. Pero desde que me lo anunciaron, todos los días he escuchado algo de Semana Santa (mientras dice esto, en los altavoces suena Cristo de las Penas de San Vicente). Ahora lo que me pongo es el pregón, que lo tengo grabado.
A este ritmo va a poder recitarlo de memoria, como hizo Carlos Ismael.
Me lo sé, me lo sé, pero no lo voy a dar de memoria. Tengo que fundamentarme en un texto y no puedo salir de ahí. La memoria es muy endeble cuando estás delante de un público porque los nervios pueden hacer que varíe una coma. Eso sí, tengo la sensación de que en el momento en el que diga la primera frase, va a salir de seguido hasta la última línea. También es cierto que con las fragmentaciones…
¿En qué sentido?
En algunas partes habrá determinados aplausos o exageraciones verbales de emoción y entusiasmo por lo dicho.
¿Un pregón clásico o rupturista?
Va a ser un pregón cofrade y quizá, eso que debería ser lo más clásico, va a ser lo más novedoso.
¿Cuánto queda del niño que empezó en Viñeros y llegó al Rocío y la Esperanza?
Queda todo. El recorrido del pregón es aquel niño que andaba por aquí, por estás calles. Vivía en Andrés Pérez (a pocos metros del bar en el que nos encontramos) y recuerdo la zapatería o el taller de Juan Rosén. Y se refleja en el texto. Luego está el otro niño que encontró a la Esperanza, o el que se cambió de casa y se fue al barrio de la Victoria.
¿Es la infancia lo único que nos ancla al pasado?
La Semana Santa es la infancia, pero para muchas personas no creyentes ni cofrades es también la mano que te cogió y te enseñó las cosas. Está adscrita a los abuelos y abuelas, a los padres y madres que te llevaron a ver las procesiones. La niñez marca tu vida.
¿Va a ser un pregón más de recuerdos que de reivindicación?
Totalmente. No hay ni una sola reivindicación o referencia a lo que quiero, algo que podría suceder aprovechando que tengo una tribuna y un altavoz inmejorable para ello. Hay sutiles connotaciones que pueden entenderse como tal, pero son entendibles dentro de la prosa rimada que hago yo (como decía Garrido Moraga) y que marca la canción del texto. Es una sinfonía en la que parece que todo suena a campanillas. Hay cuestiones clásicas que se repiten: la mujer, monumentos al cofrade, hombres de trono, calles del recorrido oficial…
¿Se va a meter en el tema del recorrido oficial?
Nada. Mi único recorrido son los sentimientos. Como he dicho siempre: el pregón de la Semana Santa es para exaltarla.
Se lo pregunté a Pablo Cortés, así que le planteo la misma cuestión. ¿Está siendo su Cuaresma?
Sin duda. Es la Cuaresma a la que he vuelto porque llevaba tres años sin vivirla. El trabajo en el teatro me impidió sentirla, por lo que está siendo muy mía. También es cierto que para mí es un año especial: cumplo 50 el 23 de marzo, dos días antes del pregón, y eso está recogido en el texto.
Es curioso, porque su jefe Antonio Banderas también ha sido pregonero de la Semana Santa de Málaga.
Los dos decimos de broma, pero un poco en serio, que el Soho Caixabank es el único teatro del mundo que tiene dos pregoneros de la Semana Santa de Málaga.
Incluso llegó a estar algo metido en el ajo cuando llegó el momento de comunicarle el nombramiento.
Algo metido no. Él fue el ajo. La historia es la siguiente: el despacho de Pablo Atencia lleva todos los temas legales del teatro de Antonio Banderas. Ambos coincidieron un día en una boda y el presidente le dijo que tenía intención de ofrecerme dar el pregón. Claro, Pablo quería que Antonio participara en la encerrona del nombramiento. ¡Y vaya si lo hizo! Un lunes, día en el que no se trabaja en el teatro, me citan en el despacho y cuando entro me encuentro a Antonio Banderas, Pablo Atencia y Chico Banderas. Aquello me puso un poco en alerta, pero nada más sentarme me dicen que tienen que tratar un tema muy delicado conmigo. Yo empecé a darle vueltas a la posibilidad de que me despidieran. Imagínate la situación: el abogado, el jefe y el segundo de a bordo ahí delante.
Comenzaron a hablar y me dijeron que habían recibido una serie de quejas hacia mí, que estaban muy preocupados y que querían buscar una solución. Todo esto no hacía más que reforzar la idea de que me iban a echar, pero el punto álgido vino cuando Antonio sacó un papel y comenzó a leerlo. He de decir que la interpretación fue de Goya, pero en el momento…
¿Qué decía la queja?
(Pone voz de circunstancia y comienza a actuar) Somos un grupo de usuarios de la cultura, concretamente del teatro del Soho. Nos encanta la programación, pero tenemos un problema; concretamente con el jefe de sala, Francisco Luis Jiménez. Hay una serie de cuestiones que no se solucionan y que van a peor, por lo que nos gustaría que se pudieran arreglar.
Somos también cofrades -ahí pensé que entraba en juego algo personal-, con lo que también conocemos a Paquito -¡encima con mi nombre! - y es que no entendemos cómo no es nombrado pregonero de la Semana Santa de Málaga. Por lo tanto, o sucede esto o dejaremos de ir al teatro.
Tras terminar de leer el texto, le pregunta Banderas a Pablo si hay alguna solución posible. En ese momento, se levantan los tres -, mientras no paraba de soltar improperios- y me dice el presidente: “Francisco Luis Jiménez Valverde, ¿quieres ser el pregonero de la Semana Santa de Málaga de 2023?”.
¿Cómo se responde a esa pregunta?
Yo solo dije “sí, quiero” antes de derrumbarme. Tuve que pedir que me echaran agua porque estaba temblando. Después nos fuimos a comer juntos, sin que nos vieran para evitar despertar sospechas, pero yo estuve ausente todo el rato.
Hasta hoy. Llevamos un rato hablando, y a mí me sigue surgiendo la misma pregunta. ¿Quién es profesionalmente hablando Paquito Jiménez?
Si un comunicador es alguien que ha hecho mucha prensa, radio y televisión, pero no ha hecho la carrera, sí, soy comunicador. Mi licenciatura es en historia, pero desde hace 30 y tantos años me metí en el mundo de los medios y ahí he hecho de todo: dirección, producción, realización, presentación… También estuve en el equipo de Carolina España cuando fue portavoz en el Ayuntamiento de Málaga. Si le digo la verdad, me encantaría trabajar en algo relacionado con la historia, porque es mi pasión, pero no se ha dado el caso.
Ha estado vinculado al mundo del arte, especialmente con el bordado cofrade.
Sí. Entré con 23 o 24 años en el taller de Salvador Oliver. Sería 1993. Eso me ha permitido ser partícipe de todas las grandes obras que han salido de allí, además de poder describirlas, presentarlas, presupuestarlas…
Ahora está trabajando en uno de los núcleos de la cultura malagueña. ¿Este escenario va más allá de la Málaga de los museos?
Es que la Málaga de los museos, que ha sido y es una referencia muy buena, no tiene base. Se han abierto, que no creado, determinados espacios casi como sucursales, pero muy endebles en un momento determinado. Como el de las gemas.
Dicho esto, creo que el panorama es muy bueno porque se está expandiendo al resto de España. Ya no es un localismo basado en la idea de que somos los mejores, sino que se están estableciendo sinergias importantísimas. La gente viene de la Compañía Nacional de Danza, de Madrid, y habla de Málaga como nicho que genera cultura.
Cuando se ponga en marcha la escuela Sohrlin, de Domingo Merlí y Soho, (previsiblemente dará los primeros pasos en septiembre), vamos a contar con nuevos espacios escénicos. Uno para 2.000 personas y otro para 400, algo que no hay ahora mismo. De esta forma, estás implementando dos entornos, además de crear la escuela de vestuario, luces, peluquería, maquillaje, sonido… Cualquier cosa asociada a las artes escénicas. Todo el mundo que quiera tener una experiencia educativa va a tener que venir a Málaga.
¿Cuál es el principal reto del sector?
Tiene carencia de todos. Nosotros solo teníamos un teatro, que además era municipal por lo que no podía acogerlo todo. Ahora el Cervantes aloja muchas inquietudes, más allá de su programación. Del mismo modo, contamos con el Echegaray o el Soho Caixabank, que este año es sede de documentales del Festival de Cine. La Sala Cánovas… Antes había proyectos que se exponían en el patio de La Invisible, pero cuando les dan una infraestructura como un teatro, es otra cosa distinta. Creo que se está creando la base para tener un espacio cultural escénico importante.
También está el caso de las productoras; se están encargando muchas producciones en Málaga que antes no venían. Por ejemplo, este año se estrena aquí por primera vez una obra de Lope, La discreta enamorada, con la Compañía Nacional. Han elegido la capital de la Costa del Sol en vez de Madrid, algo que no había pasado nunca; se tiran aquí un mes de ensayo y ya luego se van de gira.
Hablando de otras cuestiones de la ciudad. Tengo la sensación de que entre los cofrades existe un grupo de defensores del patrimonio urbanístico muy importante. La Mundial, la Torre del Puerto… ¿Se incluye usted en ese grupo?
Creo que si no andamos con cuidado, nos vamos a cargar todo. Nos puede pasar como a Barcelona, en el sentido de que queriendo acaparar tanto… Es como lo de los museos: tener muchas salas no quiere decir que tengamos excelencia. Al contrario, solo había uno o dos que brillaban, con una gestión determinada.
Estamos perdiendo el sentido local, desvaneciéndose la identidad en algunos aspectos. Que sí, que somos la ciudad muy noble, leal y hospitalaria, pero tenemos que cuidarlo porque no podemos perder el sentido nuestro y dejar de disfrutar de ello. A mí me gusta mirar a la esquina y ver el edificio que ha estado siempre, así como ciertos elementos que han estado ahí toda la vida.
Dígame una última cosa. ¿Qué va a hacer hasta el día del pregón?
Dar entrevistas (ríe). Ensayar mucho, porque hay partes que así lo requieren.
Los pregones se ensayan, ¿y los tronos?
En los tronos están bien.
Algunos se ofenden con los ensayos en los tronos.
Yo creo que están bien. Otra cosa es que degenere en algo distinto, pero a mí me gusta porque en su momento era una forma de confraternizar y conocer a los hermanos. Si van los mismos de siempre, no se evoluciona nada, pero si conseguimos que vaya un 50%, el resultado es positivo; ahí están las pruebas, los tronos ahora van mejor.
Nos hemos comido las croquetas y casi terminado la cerveza, pero todavía queda un culillo en el vaso. ¿Un último brindis?
Por Málaga, mi cielo en la tierra.