Riguroso silencio. En la capilla del Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Señora de la Soledad, en el interior de la iglesia de Santo Domingo de Málaga, solo se escuchan las indicaciones que Ramón Gómez le da a su nieta Marta, su aprendiz y pilar fundamental cada Cuaresma. Están probándole al crucificado de Palma Burgos la corona de espinas que llevará en la procesión de este Jueves Santo. Ramón lleva treintaisiete años encargándose de fabricarla, una labor muy sacrificada que comparte con su nieta desde hace diez.

━ ¿Cómo la veis?, pregunta Marta, mientras su hermano le prueba una de las coronas al Señor.

━ No me convence, me gusta más la otra. Es más violenta, le responde su abuelo, que se sitúa a los pies del Cristo de la Buena Muerte para ver mejor cómo luce el conjunto.

Una de las pruebas al Cristo de la Buena Muerte. Alba Rosado

El hermano de Marta, Ramón, también presente en la capilla, pide al público que se sitúa al otro lado de la reja que no hagan fotografías al Señor con la corona. Los fieles aprecian ojipláticos el momento, que pone los vellos de punta, tanto, que hacen caso y guardan sus teléfonos, algo que hay que apreciar en pleno siglo veintiuno.

“Mi hermano se ha acoplado hoy”, dice Marta entre risas. Es más joven que ella en edad, pero le viene bien que se pase por allí cuando hay que apretar alambres con fuerza. “Eso a mí aún se me resiste”, apunta. Su hermano también le es útil para aportar positividad a su abuelo cuando este viene con poco humor. Entre los dos, acaban haciendo reír al jubilado, que se toma muy en serio todo lo que tiene que ver con su Cristo, tras siete décadas como congregante. 

Está todo medido. Ramón y Marta realizan varias coronas de espinas cada año por si algo falla. Él empezó, según su nieta, "de pura casualidad". Vicente Pineda era hermano mayor en aquel entonces y le pidió a su abuelo que hiciera una corona de espinas después de escucharle contar una historia antigua. Ramón no tenía ni idea de cómo fabricarla, pero se puso manos a la obra. Corría el año 1986 y Gómez se marchó en busca del material ideal para hacerla realidad. Y lo localizó. Espina de Cristo. Así se llama la planta que cortan cuidadosamente para trenzar la corona del Señor de la Buena Muerte. Es natural de América Central y el Caribe, según señala la web de Selwo Aventura, pero tal y como cuenta Marta, ellos la hallan, principalmente, en casas de conocidos, muchos de ellos congregantes de Mena.

"En la zona de Pedregalejo y El Palo hay varios vecinos que tienen macetas de Espina de Cristo. Mi abuelo y yo solemos ir a recoger los espinos unos días antes del Viernes de Dolores. Como ya somos 'famosillos', otros, cuando nos ven por la calle, nos avisan de que tienen espinos para que vayamos a recogerlos. Nos da miedo que llegue el día en que no encontremos. Este año hemos contado con unos muy cortitos porque, pese a que agarran mucho, son plantas que crecen más a lo ancho que a lo largo", explica la nieta de Ramón.

Ramón y Marta trabajando en la corona. Alba Rosado

El proceso se inicia quince días antes del Viernes de Dolores. Localizadas las macetas, se cortan y se eligen los mejores tramos quitando los espinos más grandes. “Todo esto con mucho cuidado, pues sueltan una savia muy corrosiva”, sostiene Marta. El lunes previo al Viernes de Dolores, las tratan y las trenzan. Uno sujeta con decisión por un lado, mientras que el otro trenza, como si fuera el cabello de la coleta de una niña. Después se anudan los extremos con alambres y se cose con hilos, siempre tras retirar las espinas interiores y lijarla bien para no dañar la imagen. Suelen acabar la corona definitiva el Viernes de Dolores, pero este año fue el jueves, un día antes.

 “Siempre aprovechamos los huecos en los que el Señor está abajo para probarle las coronas. Vamos contra reloj y es un proceso con mucha adrenalina porque, o te sale, o no te sale. Este año el Cristo tenía que estar expuesto el viernes, por lo que hemos tenido que hacerlo así. El año pasado lo hicimos el mismo sábado de Pasión, cuando tenía que estar lista, fue un poco estresante”, recuerda Marta con una sonrisa. Así, tras el traslado del Jueves Santo, esta corona vuelve a ser ajustada para la procesión. “Creo que es la primera vez en diez años que nos hemos quedado con la corona de ‘repuesto’ en lugar de con la primera que hemos hecho. Es Él quien la pide”, manifiesta.

Los Gómez. Alba Rosado

No concibe la Cuaresma sin hacer las coronas del Cristo de Mena junto a su abuelo: “Para mí es más importante que salir en procesión el Jueves Santo. Si no voy a coger los espinos con él, la siento incompleta”. Pese a que utilizan normalmente guantes, Marta tiene una astilla en la mano desde tiempos inmemorables que ya son “parte de ella”, mientras que su abuelo añade que este año ha sido el año que más se ha pinchado. Mientras está charlando con EL ESPAÑOL de Málaga, se hace sangre en varias ocasiones.

No es sencilla la labor que hacen. Marta no se puede imaginar a su Cristo sin corona de espinas, pero también reconoce que para ella y su abuelo esta acción resulta algo contradictoria. “Realmente, nosotros le estamos haciendo sufrir al Señor de nuevo. Y mira que tratamos la corona para que no quede ninguna espina rozando la cabeza del Cristo, me pincho mil veces, me pican las manos, pero sigo haciéndole sufrir. Al menos, lo bonito de todo esto es vivirlo con mi abuelo. Además, engancha y da mucha adrenalina porque somos muy perfeccionistas... y me encanta que no se queme o se pierda por ahí la corona, merece la pena el esfuerzo”, añade.

Marta mira atentamente a su abuelo. Alba Rosado

Una vez que acaba la Semana Santa, la corona de espinas se trata y se enmarca para regalársela a alguna persona que haya hecho mucho por Mena. Históricamente se le solía entregar a alguna camarera de la Virgen, pero según Marta, en los últimos años, estas han ido destinadas a personas mayores que han dado “su vida por la Congregación”. “En 2021, cuando se hicieron los altares efímeros, se enmarcó y sí que se le dio a la Agrupación de Cofradías por su centenario”, expresa la joven.

“¿Y cuando falte tu abuelo, Marta?”, le pregunto. Marta mira hacia arriba, algo emocionada. “Lo he pensado hoy. Espero que eso pase dentro de muchos años. Seguiré porque él me ha dado el testigo, pero la realidad es que no me veo haciéndola sin él. Insisto, mi Cuaresma es hacer la corona con mi abuelo. En mi familia somos congregantes antes que ciudadanos por él”, zanja.

Ramón, tras el Señor de Mena. Alba Rosado