No hubo túnicas moradas. Ni capirotes y capas negras. Los únicos colores que sobrevivían a la tarde eran el gris cárdeno del cielo y el blanco de la puerta del salón de trono, donde se encontraban los titulares de la hermandad de Crucifixión.
La cofradía del Lunes Santo había sido la primera en anunciar que no realizarían estación de penitencia en la segunda jornada de esta Semana Santa aciaga. Pese a la ausencia de nazarenos, el espíritu penitente (el de la caricia a la cruz y cariño al sacrificio) seguía presente.
A pocos metros de la iglesia, una familia intentaba esconder la pena entre abrazos. Tres amigas, tres compañeras de la sección de acólitos (el lazo morado lo corroboraba) que juntas se agarraban mientras la música de la banda del Nazareno de Almogía interpretaba el himno de España. Una por una iban pasando de brazos en brazos. Se consolaban mientras todo a su alrededor seguía igual.
La sonrisa, que venía a retener las lágrimas contenidas, era la demostración de que la decisión era la acertada. Y más después del escenario que se vivió ayer Domingo de Ramos.
No obstante, este gesto de cariño no fue el único. El barrio se quiso acercar para acompañar a los sagrados titulares entre palmas y repicar de campanas. La escena, no por vista, deja de perder la emoción sostenida en las miradas.
Sonaron marchas, sonó el himno de España y las palmas acallaron el silencio. El mismo que no pudo producirse en la Catedral de Málaga, con el trono del Cristo y la Virgen recorriendo las calles de Málaga.