Francisco Javier Jurado, más conocido en el mundo cofrade como Coco, ha sido la cara y el sonido de la Semana Santa de Málaga durante 27 años en PTV. Para sorpresa de su público, a finales del mes de abril, Coco dijo adiós a sus fieles espectadores con un bonito discurso al final de una de sus emisiones del programa Sentir cofrade.
Sanitario de profesión, el mundo de la comunicación lo fue abrazando poco a poco gracias, dice, a la Virgen del Rocío, que puso un micrófono en su camino cuando menos lo esperaba.
Hermano de El Rico, fue pregonero de la Semana Santa de Málaga en 2017. La llamada del que fuera entonces presidente de la Agrupación de Cofradías, Pablo Atencia, le pilló "lleno de fe" y luchando contra un difícil cáncer de recto. Ahora está feliz y "viéndolas venir", pues tiene su vida "muy hecha". Hablamos con él, a título personal, para conocer más sobre su figura y su opinión sobre la ciudad de Málaga, un lugar que le apasiona.
Eres uno de los rostros más icónicos de la Semana Santa de Málaga. El pasado 25 de abril fue tu última emisión en PTV tras 27 años en antena. ¿Qué ha ocurrido?
Esto es una decisión que llevaba en mi cabeza, al menos, desde la Cuaresma pasada. Me di cuenta de que no estábamos dando al mundo cofrade lo que se merece con el nivel de cobertura que teníamos. Nos habíamos estancado.
Ahora la Semana Santa de Málaga necesita más información, necesita más cobertura, necesita más medios y, bueno, la capacidad técnica de la televisión es la que es, pero no solo eso, sino que he podido comprobar que no es que nos hayamos quedado igual, sino que hemos sufrido un retroceso. Se han dejado de cubrir muchos actos que antes hacíamos, desde presentaciones de carteles a pregones o procesiones de cofradías de barrio.
Antes hacíamos todo eso. Y, a título personal, puedo reconocer que no hemos hecho, ni de lejos, nuestra mejor Semana Santa. No solo por el tema del tiempo y sus inclemencias. Al revés. El hecho de que haya llovido nos ha beneficiado.
No contabais, entiendo, con un alto despliegue.
Pues no. La televisión son imágenes. Si no tienes imágenes, la televisión está falta de recursos. Mi misión especial en el plató era disfrutar, hacer disfrutar, llevar imágenes… Enseñar la estructura de la Semana Santa de Málaga de otra forma. Con imágenes en alto, con nuestra grúa. Este año planteamos también el tema de un dron para el desembarco de la Legión. No hemos cumplido como estábamos haciendo anteriormente. Las cosas como son.
Muy pocos en los tiempos que corren, con tanto ego, reconocen errores o carencias en un proyecto…
Es que hay que decir la realidad. Nosotros hemos sido precursores, nosotros hemos sido pioneros. Aunque ahora sea habitual, antes nadie daba la misa del Alba del Cautivo y el traslado completo. Nosotros lo dábamos desde los inicios, con nuestras formas, a nuestra manera, pero lo hacíamos.
Igual pasa con el desembarco y el traslado del Cristo de la Buena Muerte. Nosotros fuimos los primeros. No había nadie en esos tiempos dándolo y ahora aquello se llena de canales nacionales. Yo recuerdo que, entonces, el hermano mayor de Mena hasta me dio un recuerdo para que quedara constancia de que habíamos sido los primeros que habíamos televisado en directo el desembarco de la Legión en el puerto y el traslado del Cristo de la Buena Muerte.
¿Crees que hacía falta renovar vuestras emisiones?
Sí, sí. Todo cuesta mucho trabajo. Actualmente, la información cofrade no la puede hacer una persona constantemente en televisión hablando, lo veo más una cuestión de equipo. Porque son tantas las vertientes, son tantas las aristas que tiene el mundo cofrade la Semana Santa… que, luego, cubrirlas todas resulta casi imposible.
Si tienes a varias personas, vas cambiando la voz, cambiando la imagen, y conviertes la retransmisión en una especie de tertulia, la cosa cambia. En resumidas cuentas, si alguien me pregunta que por qué me voy de Procono, yo le diría que porque no tengo la cobertura que el mundo cofrade merece a día de hoy.
¿Tú recuerdas tu primera emisión?
Sí, hombre. Eso no se olvida nunca. Era un martes, 13 de octubre de 1998. El primer reportaje que yo presenté fue la salida de la Virgen del Rosario de El Palo. Rafael me regaló un angelito de madera que guardo con mucho cariño y, desde entonces, cada martes he estado ahí, detrás de cada retransmisión y todo lo que consideraba que debíamos cubrir. Rocío, extraordinarias, coronaciones, pregones… Trataba de que estuviésemos en cada momento cofrade de la ciudad.
En este sentido, tengo que comentar algo importante: la insistencia de los presentadores es la que hace realmente una cobertura. Cuando yo empecé, había quien no entendía qué íbamos a contar en un programa cofrade en julio o en agosto. No se comprendía que, tras la Semana Santa, están las glorias y un largo etcétera de actos.
Antes, para el personal, no había Rocío, no estaban los Cármenes… Todo era la tertulia en Cuaresma y la retransmisión de Semana Santa. Después ya no pasaba nada. Pero ahora, afortunadamente, gracias a Dios y la insistencia de algunos, comprendemos el mundo de la Semana Santa, pero también el de las Glorias. Tanto se es romero, como nazareno. Esto es Pasión y Gloria.
¿Y qué va a ser de Coco ahora? ¿Vamos a verte más en los parques con tus nietos? La tele te ha debido quitar mucho tiempo en familia.
La tele quita tiempo porque la tele no es lo que uno quiera hacer, es lo que un equipo quiera hacer. Hay que preparar la grabación, hacerla, cuidar el sonido, realizarla… Y, por ello, hay que contar con el realizador, el montador, el técnico de sonido…
Yo ahora me centro en verlas venir. No tengo ningún proyecto de futuro inmediato. No tengo aspiraciones cofrades ni económicas y te diría que tampoco sociales. Yo tengo mi vida ya muy hecha. Lo único que quiero es disfrutar y verlas venir. Pronto estaré haciendo algo en El Rocío, pero no me marcho de la Semana Santa. No voy a dejar el mundo cofrade. Ni a las hermandades de Pasión, ni a las de Gloria.
¿Cómo te ves la Semana Santa del año que viene? Llevas muchas ‘encerrado’ en un plató.
Yo la Semana Santa del año que viene me la imagino con varias vertientes. Me veo colaborando con lo que me ofrezcan, pero disfrutaré en la calle. Quiero que un bombo me haga temblar el estómago. Quiero aspirar el olor de los tronos. Quiero acompañar a mi cofradía…
¿A ti te daba tiempo a oler los tronos en años anteriores? ¿Has disfrutado suficientemente el incienso?
El incienso siempre ha estado presente en las retransmisiones.
Pues llevas razón. Con los limones cascarúos clásicos del PTV.
(Risas) No veas, los limones tampoco faltaban, no. Pues volviendo a la pregunta, sí, me ha dado tiempo. He estado en los encierros de La Victoria, cerca de casa, como el del Rescate o el de El Rico. Antes teníamos más cobertura y casi no me daba tiempo, pero siempre me he escapado para ir a algo.
Igualmente, yo siempre he dicho que aunque estaba en un plató, estaba en la calle. Yo quería estar en la calle y tener el sonido de la calle. Antes, cuando teníamos el set a la espalda de la antigua tribuna, en la Constitución, literalmente estábamos en plena calle, porque aspirábamos lo que teníamos en el entorno. Si no, cada vez que entraba un invitado siempre le he hecho la misma pregunta: ¿Cómo está la calle?
¿Y te da pena haber tenido como despedida una Semana Santa con tan poca calle como ha sido la de este año?
Me da mucha pena. Ha sido una Semana Santa muy complicada... e incluso rara. Me da mucha pena también dejar algo que he estado haciendo durante 27 años, pero hay cosas con las que tú no estás contento y que terminan por no provocarte la ilusión oportuna, la ilusión necesaria. Y la verdad es que para eso… Ya habrá tiempo.
¿Ha dicho muchas veces Coco “esta es la última Semana Santa”?
Pues la verdad es que alguna que otra vez. Mira, la cosa está en que cada Semana Santa siempre decía una frase en concreto. Algo así como “para el año que viene tenemos que…” Y este año no me ha salido ni una vez. Eso dice mucho.
¿Te han ayudado a mantenerte ahí tantos años los que estaban al otro lado? Durante casi tres décadas, muchos mayores han disfrutado de la Semana Santa gracias a ti.
Ellos han sido mi motor total. No solo con las llamadas telefónicas que siempre habilito en plató para que ellos me cuenten y me expliquen lo que les apetezca, sino con el cariño que he recibido a pie de calle. Me ha desbordado totalmente el amor que he recibido estos días y esta Semana Santa.
Pero no solo los mayores, también jóvenes que me decían que de niños, con cuatro o seis años, me veían en la tele. Ahora tienen unos 30 y me agradecen tantos años siguiendo la Semana Santa con Coco. A mí eso me llena mucho. Mucha gente me ha preguntado si he visto todo lo que me han puesto en redes sociales. Ha sido una oleada de mensajes bonitos con los que siento mucho agradecimiento.
Redes. Ay, las redes. No te gustan mucho, ¿no?
Yo soy más de contacto personal, de hablar, de escuchar, de aprender hablando con la gente. Las uso de lectura, no interacciono mucho.
¿Pero no crees que generan mucha crispación? Cada día hay más malos rollos.
El problema no es de las redes, sino de la gente. La gente tiene que aprender a discernir sobre lo que está bien y lo que es verdad y lo que no lo es. Se leen auténticas barbaridades. Para mí las redes son como las paredes de los váteres. Generalmente, la gente escribe en ellas en un mal momento.
Tú bloqueas bastante. A mí, por ejemplo, me tienes bloqueada y aún no sé por qué. Nunca hemos interaccionado (Risas)
¡Qué me dices! Pero si eres un encanto. Lo tuyo ha debido ser un error, por Dios [me desbloqueó al finalizar la charla entre risas]. Soy un poco desastre a veces y no es la primera vez que me pasa algo así. Pero es cierto que odio que se permita que las redes sirvan a personas para insultar o decir tonterías bajo un seudónimo. Es alucinante. Si tú eres valiente, tienes criterio con tu nombre y apellido, yo no utilizo 'Coco' en redes. Uso Francisco Javier, sin ir más lejos.
Mirando el lado bueno, el otro día leí, precisamente en redes, algo así como que Coco te puede gustar más o menos, pero tienes que reconocer que es el sonido de la Semana Santa de Málaga. ¿Cómo se siente cuando se escucha eso?
Pues mucha alegría. La verdad. Yo a lo largo de estos años jamás he dicho que lo que yo diga sea la verdad absoluta. Nunca me lo he creído. Yo lo que he dicho siempre ha sido con criterio, con fundamento. Ahora bien, lo malagueño que no me lo toquen, porque soy un defensor a ultranza de ello. Y cuando he podido llevar esa idea a cualquier extremo, lo he hecho.
He sido malagueño de pura cepa en mis retransmisiones y en mi pregón. He sido malagueño de pura cepa cuando fui abanderado… Yo tengo ‘malaguitud’ y qué le voy a hacer. En cada una de las emisiones no me habrán oído a mí diciendo que pasa un palio. No me entra en la cabeza definir al trono de la Virgen diciendo “ahí va un palio”. O ahora lo último es la autorización de los palermos en detrimento de las campanillas… Con lo bonitas que son nuestras tradiciones y nuestro vocabulario. Qué rabia me da.
Hay un grupo, eso sí te lo quiero decir, donde se creen que tienen la exclusividad de la estética y le están haciendo mucho daño a la Semana Santa de Málaga. Y no saben que lo que están haciendo es una copia de otra cosa. La Semana Santa de Málaga tiene personalidad. La Semana Santa de Málaga tiene su historia, sus raíces, sus tradiciones. ¿Por qué la vamos a cambiar? No digo de volver a los años 80, que los viví, y fue un comienzo extraordinario. Fuimos nosotros, los que ahora tenemos 60 o 70 años, los que cambiamos la Semana Santa de Málaga. Imagínate la Semana Santa de Málaga en esos tiempos, cuando tenía hombres pagados. Ahora entran en los varales personas que pagan. Yo creo que no era un tema económico, sino una cuestión de compromiso. Y creo que eso es bonito: nuestra Semana Santa debe tener compromiso y perseverancia. Es la llave para crear a grandes cofrades. Y al que no lo tiene asumido, le digo que le falta mucho para ser cofrade.
Hablemos de comunicación cofrade ¿Cómo la ves en la actualidad? Desde que empezaste, ha cambiado mucho el asunto. Ahora hay muchísima más competencia y más variedad y calidad para el malagueño.
Muchísimo mejor. Ahora, aparte de la competencia que existe, que es buena, que está ahí, que ayuda a mejorar, hay bastantes informadores cofrades. Yo, hace años, tuve que hacer una reunión en Procono donde convoqué a realizadores, productores… para darle una pequeña clase. Me acuerdo que tuve que dibujar en una pizarra un trono para señalarles las partes de un trono. Es fuerte, pero es real. Incluso teníamos trabajando, no se me olvidará en la vida, a una chica musulmana con nosotros como cámara. Pues ahí estaba ella atendiendo. Les expliqué un trono, las partes de una procesión, las diferentes hermandades… Es que me di cuenta de que la gente no tenía ni idea. Ellos mismos me lo decían. Ahora hay informadores fantásticos y qué alegría me da.
Raquel Espejo y Fran Moraleda de 101 Televisión han arrasado esta Semana Santa. El otro día me fijé que desde su programa, Guion, pusieron un tuit donde rendían honores a tu figura. No sé, es como si Matías Prats le hubiera dicho a Piqueras, su máximo competidor, cuando se jubiló, que era el mejor.
(Risas) Desde estas líneas quiero agradecérselo. Me lo han mandado y lo he leído. Yo he sido siempre muy respetuoso. Yo creo que, en el transcurso de los años, mi colaboración ha estado ahí, mi mano ha estado ahí siempre para lo que hayan podido necesitar otros canales, siempre he estado dispuesto a ofrecerlo.
No tengo nada que tergiverse un buen compañerismo y hasta una buena amistad. Hay competencia, pero en realidad cada uno tiene que establecer también su propia línea. Y no hablo de línea editorial, para nada. Hablo de una línea de actuación, la que marca cómo quieres llevar un programa. Yo elegí la mía desde un carácter y desde un corte absolutamente malagueño. De hecho, solo hablábamos de Málaga capital. Algo que no he podido cumplir y que hacen ellos, por ejemplo, es el tema de la Semana Santa de la provincia.
Justo iba a preguntarte si tenías alguna espinita aún clavada.
Sí. Esa. La Semana Santa de la provincia. No por falta de ideas. Al revés. Cuando alguien dice “tengo una buena idea” hay que pensar cuál es el presupuesto que tenemos para esa idea. No hemos tenido el nivel presupuestario para cubrirla.
Hay una televisión que es de ámbito municipal, hay otra televisión de ámbito provincial y nosotros nos hemos centrado en Málaga capital, así como en algunas asociaciones de fieles, grupos parroquiales y, a fin de cuentas, como yo las llamo: cofradías de barrio. En ellas se profundiza en la fe, en las prácticas cofrades. Ahí van naciendo devociones. Ahí es donde se prepara el sentido devocional humano de la cercanía, el regocijo de los mayores, la ilusión de los chavales.
Yo estoy francamente sorprendido con San Andrés. Luz y Mar tiene a cientos de nazarenos en las calles y hacen las cosas con sus prácticas, a su forma, con sus costumbres. Es una cofradía que tiene una gente que trabaja durante todo el año, que tienen una casa de hermandad abierta a todo, que si vas en carnaval, escuchas carnaval, en Navidad, pastorales y zambombás. No sé, yo me quito el sombrero con su labor. Hacen Málaga sin subvenciones. Ellos solo aspiran a que el Ayuntamiento, a través de los barrios, más bien desde los distritos, le echen una mano.
Hay gente que no sabe que eres sanitario. ¿Qué fue lo que te llevó al mundo de la comunicación cofrade?
Pues fíjate que son casualidades, pero me llevó al mundo de la comunicación la Virgen del Rocío. Mi hermano, mi amigo, mi recordado, querido y llorado Manolo Pineda, presidente de la Hermandad del Rocío de Málaga, me dio una oportunidad increíble. Yo tenía con él una amistad grandísima, corría el año 96 o 97. La COPE iba a retransmitir el camino de la hermandad de Málaga e iba a ir con ellos un invitado especial, pero finalmente le surge un problema y no puede. Adolfo Arjona le dijo a Manolo si conocía a alguien que pudiera cubrirlo y... pensó en mí.
Fui a ver al director de COPE y ahí comenzó una bonita andadura en la radio. El Lunes de Pentecostés, cuando sale la Virgen, esta va recorriendo todos los simpecados. Teníamos tres conexiones, a las ocho menos diez, a las doce y media y a las siete de la tarde. Solo esas tres. Pues a las ocho menos diez la Virgen se planta delante del simpecado de Málaga. Fue clavado. Y en ese momento me llaman desde COPE para entrar en directo. Ojalá pudiera tener esa grabación.
Desde entonces fui compaginando COPE con Procono y algunas colaboraciones esporádicas. Me han llegado otras ofertas regionales y nacionales, pero me quedé ahí, mi condición no era esa.
¿Cuánto tiempo estuviste en COPE?
He tenido varias etapas, pero dejé de estar con ellos en 2016, cuando estuve verdaderamente fastidiado con la enfermedad, un cáncer de recto. Yo no podía tener un programa diario de tres horas. He hecho la mañana, la tarde de COPE; he hecho COPE, Dígame; Buenas tardes, Málaga… He tocado todos los palos posibles. Igual me falta un programa de noche, de estos reflexivos. Pero local. Siempre local.
Donde la gente te cuente los dramas, los problemas con los amores...
Ojalá. Yo siempre me he inclinado por lo local. Debe haber información local. En la radio siempre decía que nosotros éramos los vecinos de la radio, porque estábamos ahí, en la Alameda de Colón. Siempre quería hablar de nuestro entorno, de nuestra proximidad, de lo que ocurre en Málaga, tanto en sus fiestas como en su día a día. Así hacíamos programas de tres horas en COPE.
Has mencionado la palabra cáncer. Esa palabra, por desgracia, cada vez la conocemos más personas. Hoy en día, suertudo es quien puede decir que no ha perdido a nadie a causa de esta enfermedad.
Sí. Me diagnosticaron el cáncer de recto en 2016. Era un cáncer muy distal y tuve que seguir un tratamiento de quimioterapia y radioterapia. Aquel año tuve que pasar por cuatro intervenciones diferentes. Pero aquí estamos hablando.
Desde luego. Que no es poco. En tu despedida también dijiste que habías tenido momentos muy felices, pero algunos también verdaderamente complicados.
Muy complicados. Pero no he querido dejarlo, no he querido irme. Cuando en un programa el espectador detecta que no hay continuidad, mal asunto. Eso sí, me tuve que centrar en la televisión. Se ha intentado que vuelva a la radio, pero yo no podía tirar con tanto. Sí he hecho colaboraciones con COPE, como ahora haré en El Rocío, pero no tan de seguido.
¿Llegaste a ejercer como sanitario?
Muchísimo. Ha hecho ahora cincuenta años que terminé de prepararme para ATS. Estamos hablando de que yo he trabajado 25 años de ello. Yo trabajaba en la Seguridad Social, en el Servicio Andaluz de Salud, también trabajé en El Corte Inglés como ATS; pero soy especialista en análisis clínico y llegué a tener un laboratorio. Entonces llegó la oportunidad de la comunicación y tiré por ahí.
¿Y tú crees que has sido más feliz en un plató que en un laboratorio?
Son diferentes, muy diferentes. Yo entré en Hematología como ATS. Yo me dedicaba a tratar a los niños chicos y para mí eso era una satisfacción. Me daba mucho poder aportarle a los chaveas ese gramo de ilusión mientras estaban padeciendo una enfermedad, ya fuera un linfoma, una leucemia…
Cuando los miraba y pensaba en cómo podía mantener su sonrisa en la cara, me daba la sensación de que estaba descubriendo la realidad de la vida. Entrar en la UVI pediátrica me provocaba que el alma se me cayera al suelo totalmente. Ver el sufrimiento de ese chaval, pero también de su familia, de sus padres y de sus hermanos…
Por esa cercanía que pude tener, a mí no me duele hablar de mi enfermedad y de cómo la he superado. Ya no soy un enfermo, soy un paciente. Tras una intervención como la mía, quedan una serie de impedimentos que he ido superando gracias a prácticas propias, vamos a decirlo así. Además, yo las he transmitido al grupo del Hospital Clínico, que a su vez está siguiendo esas indicaciones que yo tomé hoy en día y que ayudan a superar los problemas que te causa la intervención. He dado hasta conferencias sobre ello.
Vamos, que no te has terminado de desvincular de tu faceta como sanitario.
Así es. Yo he ido a Toledo, a Canarias, a Granada… para dar conferencias. Se unen mis tres facetas: la de paciente, la de comunicador y la de sanitario. Creo que hablaba en los tres términos, pero sobre todo desde el de paciente.
Eso no lo voy a dejar nunca. Eso sí que no lo voy a dejar. Cuando mi amigo Manolo Bernal me llama desde el Hospital Clínico ahí estoy, entregado, para lo que él quiera, como quiera y cuando quiera. Lo tenemos en proyecto porque esto es algo que no para, que está ahí y con lo que podemos ayudar a mucha gente que lo necesita.
¿No te da la sensación de que no somos conscientes de los profesionales que tenemos en Málaga? Quizá por el sistema, quizá por la poca educación, estamos liderando los ránkings de agresiones a sanitarios.
Ellos son lo mejor de la sanidad. No te voy a decir española, porque no conozco toda la sanidad española, pero sí conozco la sanidad andaluza. Sin duda alguna. Desde el celador hasta el médico, todos fantásticos. Porque cuando hablamos de sanitario, hablamos de todo aquel que ocupa la sanidad. Y la verdad es que es lo mejor que tenemos, que ahora está ese síndrome del quemado y tal, lógico. Hay que trabajar para recuperar ese afán de ayuda y asistencia que tienen los sanitarios.
Y cuidarlos a ellos…
Yo como enfermo he sido muy exigente en ese cuidado. No he tenido problema como enfermo en poner una hoja de reclamaciones cuando estaba en mi derecho. No hay nadie que me pueda poner a mí una barrera para ciertas cosas. Siempre resulta que los que la ponen… son sanitarios que ocupan un puesto de responsabilidad, nunca el sanitario básico, que es el que peor lo pasa.
Tú siempre defiendes lo nuestro en cualquier ámbito. Leí en una entrevista que te defines como ‘malagueñero’. Amo ese adjetivo.
Pues cada día hay menos. Hay malagueños, pero no 'malagueñeros'. El malagueño es el que nace en Málaga, como por ejemplo yo, que nací en La Purísima, me crie en el Camino de Antequera. Luego viví en el Centro, en Dos Aceras, después cerca del Camino de Antequera, y ahora soy vecino de calle La Victoria. Sin embargo, el 'malagueñero' es el que trabaja por y para Málaga habiendo nacido aquí o no, el que quiere a Málaga. Hay muchos que han llegado aquí y han decidido no moverse, solo porque les gustaba lo que veían, su gente, sus formas…
¿A qué ‘malagueñeros’ admiras tú?
Yo admiraba mucho a Eugenio Chicano. Es el que me viene a la cabeza siempre primero, era un malagueño de primer nivel. Vecino de Calle La Victoria también. También lo era Chiquito de la Calzada, era la gran referencia de Málaga, su esencia. Los echo mucho de menos. Y no te pongo más gente porque hay mucha gente que ha dado mucho por Málaga.
Pues los que me has dicho, por desgracia, ya no están. ¿Hacen falta nuevos ‘malagueñeros’ que trabajen por Málaga?
Sí, hacen falta. Echo de menos más figuras que se sumen a ese movimiento, por así decirlo. Y mira que si esta conversación la hubiésemos tenido hace quince o veinte años, creo que yo hubiera respondido que a Málaga hay que ponerla en el mapa, que tal y que cual. El punto aquí es que Málaga está en el mapa actualmente, pero no de la manera en la que tenía que estar.
Estamos perdiendo mucho sentido de nuestra esencia. Estamos perdiendo también el sentido de las raíces. Hay algo que yo a algunos artistas les requiero: hay que tener estilo, pero también sentido del estilo. Yo no puedo coger una obra de un autor y ahora cambiarla porque soy moderno. No. Tendré que recuperarla y mantener el sentido del estilo que tenga, eso sí, con las técnicas del siglo XXI. En eso admiraba a Rafael Ruiz Liébana, porque él respetaba el sentido del estilo. Ahí están sus trabajos. Está en su trabajo de Mena, de la Esperanza, de El Rico, de Santo Traslado… Si eso lo trasladamos al terreno de Málaga, pues tres cuartos de lo mismo.
Me has citado en un negocio histórico de la plaza de la Merced, como el Calle de Bruselas. Un poco más abajo hubiera sido más sencillo que me invitaras a un café en Starbucks o derivados.
(Risas) ¡Ahí no me quedo yo! Hay cosas que deben seguir siendo como son ahora, no como eran, sino como son. Estoy metido en la Asociación de Vecinos de La Victoria, Capuchinos, etc. Por ejemplo, estamos inmersos ahora en la remodelación de la calle Victoria que, por cierto, ya anunciaba el alcalde en 2019 y fíjate por donde vamos.
Le quieren meter una remodelación que para nada va con su estilo. Sin ir más lejos, no quieren que haya naranjos. ¿Alguien entiende subir La Victoria sin olor a azahar en primavera? Por Dios, o con el color naranja y verde de la arboleda… No sé si quieren ahorrar el mantenimiento de los naranjos poniendo esos árboles en altura… No sé, me parece un despropósito. Por no hablar de otras profundidades…
¿Profundidades como la famosa Torre del Puerto?
Por ejemplo. La Torre del Puerto es un rotundo no. No necesitamos una torre en el puerto. No necesitamos que nos priven de nuestro horizonte. No necesitamos que tengamos ahí algo que será para toda la vida nuestra. Que no la necesitamos. Hombre, si hubiera necesidad… Creo que Málaga, por ejemplo, necesita un auditorio, sin duda, pero ese mamotreto ahí… Es innecesario.
Es un error que se está alargando en el tiempo y creo que es un error que quizás no se llevará a cabo. Hay muchos espacios donde pueden hacer esa torre. ¿Por qué tiene que ser ahí? No lo necesitamos. Igual en otra ubicación…
Ubicadas hay ya unas cuantas, muchas de ellas en zonas obreras como Cruz de Humilladero, Martiricos o La Misericordia…
Yo lo de las torres lo puedo entender, ante la necesidad de edificar en altura. Igual que lo que van a hacer en los terrenos de la Repsol. Pero se supone que lo de hacer torres era para que fueran accesibles los pisos. Lo que no logro entender son los precios. Un bloque como los de Misericordia, a millones de euros… ¿Dónde vamos? ¡Por Dios! Por muy exclusivo que sea. Estamos haciendo de Málaga un sitio donde no pueden vivir los malagueños.
Un hotel frente al palacio de Ferias y Congresos estaba proyectado, si no me equivoco, y a mí me parece estupendo. ¿Por qué no seguimos con ese proyecto? La zona del muelle esta preciosa tal y como está. No sé, a mí me parece todo muy torpe, en serio.
Quiero pensar que alguien parará la situación. Es que es algo muy grande. Lo hemos visto en las protestas de Canarias hace unos días. Han puesto medidas lugares como Madrid y Baleares. Estuve en Mallorca y creo que allí no dejan que atraquen más de tres cruceros juntos. Hay que poner límites.
¿Nos estamos vendiendo al turismo?
Con esta proliferación de restaurantes, de bares, de terrazas… Yo siempre lo dije en la radio, habría que poner una moratoria. Ya, por desgracia, difícil. En ese momento, los responsables de la correspondiente área me decían que no era necesario. Que ya se autorregularía el mismo sector. Y no es así. Está demostrado. Hay calles intransitables, yo tenía un catálogo de nombres en la radio. Habría que sumarles varias. Calle Sánchez Pastor, calle Santa María, calle Granada, la plaza del Obispo, del Carbón y del Siglo… Nos las han arrebatado a los malagueños. Es nuestro espacio.
No prohíbes a nadie tomarse una cerveza al sol, pero que haya límites, ¿no?
Eso es. A todos nos gusta disfrutar en una terraza, pero dentro de una medida. Se han hecho muchos planes de ocupación de vía pública, pero ninguno se ha llevado a efecto. Y a quien se ha salido un poco del tema, la situación le ha llevado incluso a dimitir. Y no nos damos cuenta de que cuando las barbas de tu vecino veas afeitar, pon las tuyas a remojar. Yo solo digo que rectificar es de sabios, y que persistir en el error es de necios.
¿Si fueras alcalde de Málaga por un día, tú a qué le meterías mano? Hemos hablado de muchos problemas en cinco minutos.
A la ocupación de la vía pública. Sin duda. Yo quisiera que el malagueño sintiera que está en sus calles y tuviera más espacio en la vía pública. Yo quisiera también hacer un conjunto de actuaciones donde las raíces malagueñas fueran más evidentes.
Un ejemplo. Aquí al lado tenemos tres edificios que irán levantándose pronto. Por un lado el hotel de Piqué, justo donde estaba el cine. Luego, un centro cultural y, por último, el Neoalbéniz. ¿Alguien ha pensado en darle conexión a esos tres edificios estéticamente? Yo creo que no. Lo suyo sería que esos tres edificios tengan algo que decirse a través de la Málaga de las tres culturas, que está veinte metros más abajo. Acabaremos teniendo tres cajones de hormigón con ventanas… Como siempre.
Hay magníficos profesionales que podrían hacer lo que dices.
Yo no pido paredes encaladas y macetas de geranios. Estamos en el siglo XXI, pero como decía antes, la cosa está en tener sentido del estilo. Siempre pienso en el Jardín de los Monos. Todos en Málaga conocemos así a la plaza de la Victoria. ¿Por qué no darle un sentido cultural? Unos monos de resina pintados por pintores malagueños. Colgados de varios árboles. Fíjate que simple. Una placa donde diga que aquí vivió Manuel Alcántara, que aquí nació Miguel de los Reyes, que Celia Berrocal pintó como nadie La Victoria, que Chicano descubrió la luz frente a la calle Agua.
Es muy simple llenar de contenido un barrio. Que los organismos oficiales hagan concursos de ideas. El Jardín de los Monos es ahora sinónimo de consumo de drogas, estadía de indigentes. El otro día uno de ellos estaba bañándose en la fuente… Era muy limpio, me alegro, pero eso no puede ser. Yo creo que el problema de raíz es que me falta confianza. Y como a mí, creo que le está pasando a muchos malagueños, que ven que no hay personas que les den confianza.
Qué declaración más directa.
Que no haya confianza en esta ciudad es un problema. Me da pena verla morir de éxito. Había quien decía que moriríamos de éxito, pero creo que ya estamos muriendo. Me da pena verla condenada a ello. No será por sentido, no será por patrimonio… ¿Dónde está la cultura de Málaga? Hubo un pintor que me dijo el otro día que no tenía dónde exponer. Es fuerte.
Ahora se va a celebrar en el Mupam una retrospectiva de Antonio Montiel y, para mí, eso es un rayo de luz. Ese es otro ‘malagueñero’. Después de recorrer el mundo, ha elegido Málaga y su provincia. Eligió la provincia porque ahora el malagueño tiene también otras inquietudes y esas inquietudes se desarrollan en la provincia.
¿Qué tipo de inquietudes?
Vivir con tranquilidad. Con relajación. Tener un espacio propio. Nos estamos autoexpulsando. Yo tengo mi paraíso en Benalmádena. Otro gran amigo lo tiene en Sierra de Yeguas…
Si el malagueño no se encuentra en su ciudad…
Esta autoexpulsión nos va a salir cara. A mí no me gusta el plan que tiene Málaga ahora mismo. Y eso que he peleado, que he reclamado, pero se nos ha ido un poco de las manos. Ay... Porque esto es Málaga… para lo bueno y para lo malo.
Cómo has metido tu mítica frase... ¿El pregón ha sido, probablemente, tu momento más feliz en el mundo cofrade?
Me llegó en el mejor momento. En el momento del postoperatorio. Fue una terapia. Fui muy feliz escribiéndolo. Me encantó recordar, referir, escudriñar en mis recuerdos y emociones… Hablé hasta de mi enfermedad.
Escribirlo me dio mucho. Con mis lágrimas, con mis risas, alguna vez que otra… Fue especial, siempre esperando a que el jefe de mi vida, al que yo me encomendé, nuestro Padre Jesús El Rico, junto a María Santísima del Amor, me dijera algo. Yo hablé del cáncer, pero siempre con la salud como fondo. Era a la salud a la que yo le hablaba, no a la enfermedad.
Es difícil no caer en la pregunta clásica: “¿Por qué a mí, Señor?”
De hecho, creo que todos nos la hemos hecho alguna vez. Qué he hecho yo para merecerme esto. La fe me ha ayudado mucho. Yo cuando me propuso el que fuera presidente de la Agrupación de Cofradías, Pablo Atencia, ser pregonero, le dije que estaba lleno de fe. Yo he llegado a oír que no tenía arreglo. Mentira. Me decían que de la bolsa, al pañal. Hay cosas que van sucediendo... Y el tiempo hace y deshace.
Por eso quiero mandar desde estas líneas que tú vas a escribir, un mensaje de ilusión y de fe a todos los que estén sufriendo un cáncer ahora mismo. Aquí estoy yo para ellos, siempre dispuesto a un café o una menta-poleo al sol, como este que nos hemos tomado en la Merced.