Explican desde la Universidad de Málaga que el cemento es, después del agua, la sustancia más utilizada de la Tierra. En torno al 8% del total de emisiones de gases de efecto invernadero provienen de los 4.100 millones de toneladas que se producen anualmente de este conglomerante. Ahora, imaginen que esa contaminación derivada del cemento se pudiera reducir casi a la mitad sin que los materiales perdieran su eficacia.
En esa revolución verde está trabajando el Cement Science Group de la Universidad de Málaga, un equipo de investigación "fuerte y comprometido" de actualmente doce personas que lleva casi dos décadas trabajando en un cemento más ecológico mediante su sustitución con arcilla calcinada. ¿Su próximo horizonte? Ser capaces de lograr resultados similares con la variante de ese material presente en Andalucía: esmectita.
"La investigación es conseguir que ese material, ese cemento nuevo, tenga las prestaciones adecuadas de adquirir la resistencia en el tiempo adecuado… Además, son materiales más durables, que se degradan menos, y eso también es bueno, porque genera menos residuos", destaca María de los Ángelez Gómez, una de los investigadores principales del proyecto y profesora titular de Química Inorgánica en la Universidad de Málaga, en conversación con EL ESPAÑOL de Málaga.
Ella comenzó su tesis doctoral en 1999, en la que establecía metodología para controlar la calidad del cemento, y conforme fue avanzando fue inevitablemente avanzando hacia la reducción de las emisiones contaminantes. Desde 2005, recién doctorada, se centró en esa revolución verde: primero, en el proceso de producción y, en los últimos años, en las alternativas dentro de los materiales.
"Los cálculos señalan que se desprende casi una tonelada de CO2 por cada tonelada de cemento que se produce. Eso es lo que nosotros queremos bajar", indica Gómez.
Para ello, su principal línea de trabajo es la sustitución, es decir: "Cuando tú tienes un saco de cemento, que el 50% sea de cemento tradicional y otro 50% de otro material que no empeore las propiedades. Nosotros usamos arcilla calcinada", cuenta.
Aunque "echarle cosas al cemento no es nuevo", considera esta metodología "prometedora" y cuenta que, con la máxima sustitución -es decir, que el 50% del cemento sea otro material-, se reducen las emisiones hasta en un 40%.
"En febrero de este año, la comisión de normalización europea aprobó darle un marco legal a este tipo de cemento. Hasta ahora, en Europa el cemento no se podía vender con un 50% de sustitución. Se están haciendo cosas para reducir el CO2 y esta es la más prometedora", argumenta la investigadora de la UMA.
Hasta el momento, la investigación de esta aplicación de la arcilla calcinada se ha centrado en sus variantes kaoliníticas, que "está demostrado que son las mejores" y hay en Castilla-La Mancha, pero no en Andalucía. Es por ello que ya miran con interés estudiar la variante que sí está presente en esta comunidad autónoma: la esmectita.
Por lo pronto, estas investigaciones de la UMA están siendo recibidas con entusiasmo y están recibiendo inversiones de agentes externos: las dos últimas, 50.000 dólares de una cementera californiana para fomentar el desarrollo de jóvenes brillantes en el equipo y la transferencia de conocimiento hacia el mundo empresarial, y un aparato puntero para poder analizar mejor los materiales, un tomógrafo de rayos X. Su objetivo: que les ayude a construir un futuro algo más sostenible.
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