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El día a día de cada niño en el colegio es un mundo. El camino de la educación está lleno de altibajos, de jornadas buenas y jornadas no tan buenas, de pequeños desafíos y logros compartidos. Cada pequeño tiene sus necesidades y su historia y para Tania, madre de una niña de siete años con autismo de alto funcionamiento, el colegio ha sido un lugar de aprendizaje, pero también un laberinto de incomprensión y decisiones difíciles. 

Tras cursar el segundo ciclo de Educación Infantil sin problemas, la pequeña comenzó Educación Primaria. Todo iba bien, la niña iba al colegio cada día y siempre salía contenta, hasta que en el segundo trimestre algo cambió. “Empezaron a mandar muchos deberes, le costaba ponerse y en febrero ya dio señales de que estaba saturada”, explica la madre de la pequeña a EL ESPAÑOL de Málaga. 

De llegar con ganas a las puertas del colegio, a echarse a llorar y asegurar que no quería entrar. “Venían a por ella, la cogían y se la llevaban a rastras”, señala Tania y añade que salía llorando de clase todos los días diciendo que no quería volver al colegio

Llegados a este punto, Tania solicitó una tutoría, habló con la maestra de su pequeña que le comentó que su hija estaba bien. Después de ese día comenzaron los mensajes sobre el comportamiento de la niña: “Hoy se ha cabreado. Ha tirado su estuche. Ha tirado su desayuno”. Hasta que un día tuvo una crisis en clase. 

“Mi hija cuando está muy estimulada o nerviosa se tranquiliza escribiendo o dibujando”, remarca. Ese día, la pequeña comenzó a enfadarse y la profesora, según cuenta la madre, no le dio un folio y la niña no pudo tranquilizarse. 

“Se cabreó, tiró su estuche y su botella de agua. La profesora llamó a la PT, que acudió con la jefa de estudios y, según me explicaron, querían sacarla a pasear, pero ella no quería salir porque estaba mala y al final la sacaron a la fuerza”, expone.

Durante ese “forcejeo”, la pequeña le dio una patada a la docente que “se la llevó a dirección y el director comenzó a decirle a la niña que tenía que portarse bien y ella en ese momento empezó a decir que se iba a portar mal”. 

“Entonces, se basaron en que la niña reiteradamente manifestaba su deseo de portarse mal y la expulsaron tres días del colegio”, relata Tania aún sin creer lo que vivió el curso pasado. Cuando llegó a recoger a su pequeña le dieron la noticia: “expulsaron a mi hija del colegio porque decían que quería portarse mal”. 

Esta expulsión fue toda una sorpresa para Tania y una clara señal de que necesitaba encontrar una solución para poder cubrir las necesidades de su hija. Compartió con el centro educativo los contactos de la psicóloga y la logopeda de la pequeña, buscando que el personal educativo recibiera orientación sobre cómo abordar sus episodios de estrés. 

Sin embargo, según explica la malagueña, sus sugerencias fueron ignoradas y unas semanas después Tania recibió una carta en la que se le informaba que su hija había "deteriorado un libro de la biblioteca" de manera "malintencionada" y lo tenía que reponer, lo cual hizo. 

Tras conseguir que el libro llegara a sus manos y observar los daños causados por su hija, Tania asegura que "el libro tenía cuatro tonterías que mi hija había dibujado. Envié un escrito diciendo que eso no me lo tenían que mandar poniendo que mi hija ha hecho algo mal intencionadamente porque mi niña no conoce la maldad”

Finalmente, tras estos dos episodios, Tania decidió cambiar a su hija del Colegio Los Guindos al Carmen de Burgos. “Estamos de maravilla. La tutora me ha dicho que es una niña muy buena y va genial”, asegura. 

Tras su experiencia lo que Tania quiere es que su historia no se vuelva repetir porque esto no solo le ha ocurrido a su familia. “En esa clase de mi hija había otro niño con altas capacidades al que también le enviaron una carta diciéndole que lo dejaban sin excursión”, señala. Además, concluye con que “si no se toman medidas en este centro, estas situaciones van a seguir pasando y esto tiene que cambiar sí o sí”.