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El pasado 16 de diciembre Antonio De la Torre, un abuelo del pueblo malagueño de Yunquera, cumplió 105 años. O lo que es lo mismo, 8.325 días o 919.800 horas. En todas esas jornadas llenas de vida, a Antonio le ha dado tiempo a hacer de todo. Combatió en la Guerra Civil, trabajó durante horas en el campo y ha dedicado otras muchas a apoyar a los equipos deportivos de su tierra, pero especialmente al Málaga C. F. y al Unicaja Baloncesto, quienes han decidido sorprenderle en su aniversario.

Como no podía ser de otra manera, ambos clubes han enviado una camiseta firmada por todos los jugadores y con el dorsal 105 a casa de Antonio. Sus nietos se la entregaron envuelta justo después de que soplara los tres dígitos colocados sobre una tarta, por cierto, también del Málaga. Así, en las fotografías del momento está acompañado por Inma, su nieta, quien cumplió los 35, justo 70 años menos, apenas unos días antes, el 12 de diciembre, pero quien no dudó en celebrar junto a su abuelo, una de "las mejores cosas" que tiene en su vida.

Escuchando a Inma, cualquiera desearía que le quisieran tanto como ella quiere a su abuelo. Sus ojos no dejan de encharcarse cada vez que habla sobre él. Lo define como una buenísima persona, trabajador nato, que ha tenido que "vivir cosas muy difíciles en la vida", como la Guerra Civil o, en el plano más personal, la muerte de su mujer.

Antonio, con su nieta.

"Y lo del deporte es otra cosa que le ha vuelto loco siempre: le ha dado al ciclismo, al fútbol y al baloncesto, a todo", sostiene Inma. A sus 105 años, su abuelo está ya mucho más débil y pasa muchas horas dormido, pero según relata, hace un tiempo se ponía tan nervioso cada vez que había partido del Málaga que incluso le subía la tensión. "Pocas personas conozco yo que disfruten más de un partido que mi abuelo", dice su nieta, quien lamenta que ya su abuelo no sea tan charlatán como antes para que fuera él quien relatara todos sus recuerdos.

Antonio solo estuvo una vez en La Rosaleda. Lo llevó un familiar taxista. La distancia de su pueblo con La Rosaleda no ha facilitado que pueda vestir en tantas ocasiones su camiseta en el estadio de Martiricos, pero siempre se las ha ingeniado para disfrutar de su Málaga, ya sea a través de la radio o la televisión. "Al Carpena no ha llegado a ir", indica su nieta.

Pero su pasión por el deporte va mucho más allá, también es el seguidor número 1 de los equipos de su pueblo. Como diría el comunicador Coco Jurado, Antonio es uno de esos "malagueñeros", personas que se desviven y trabajar por llevar a Málaga lo más lejos posible. 

Antonio con sus nietos y bisnietos.

Manuel, un primo de Inma (por parte de padre, por lo que no le toca nada a Antonio), está totalmente enamorado de las ganas de vivir y la pasión por el deporte de Antonio. Es por ello por lo que actúa de portavoz con los clubes cada vez que cumple años --desde que se convirtió en centenario--, por si sus equipos de marketing se animan a hacerle algún homenaje. "Y han cumplido siempre. Han sido muy simpáticos y lo agradecemos muchísimos", dice Manuel. 

Una historia de amor especial

La mujer de Antonio, Carmen, murió en el año 2001 tras nueve años complicados con alzhéimer. Nueve años en los que, según relata Inma, Antonio no se retiró de su lado ni un día pese a que estos no eran fáciles, porque hasta que ella se partió la cadera, no paraba de querer ir de un lado para otro. "Había días que me decía que le daba miedo cerrar los ojos porque sentía que se iba a escapar. Le daba por salirse a la calle", recuerda su nieta.

Cuando tuvo que despedirse de Carmen, Antonio tuvo que armarse de valor para rehacer su vida, sus rutinas y darse cuenta de que su hija y sus nietos tenían que ser la bandera que le hiciera caminar hacia delante.

Su historia con Carmen, según Inma, "es de película". Carmen se quedó viuda muy joven y con dos niños. Venía de una familia acomodada en lo económico y Antonio trabajaba para su madre. "Sí, se enamoraron. Y sí, tuvieron que casarse por la noche a escondidas", recuerda emocionada Inma.

Una imagen de la familia con Antonio.

Así comenzaron una bonita historia de amor. "Es impactante escuchar a mi abuelo decir 'menos mal que me casé con tu abuela, porque no sé qué hubiera sido de ella'", dice. Antonio se hizo cargo de los dos niños de Carmen, que entonces tenían cinco y siete años. "Una falleció, pero el otro sigue vivo, aunque le vemos poco", declara.

"El mejor regalo que he tenido este año es poder soplar las velas con él, es un luchador", dice Inma, ahogada en lágrimas, feliz de la familia que han construido y de la forma de ser de su abuelo. Ojalá llegue ese dorsal 106.