Llegó como mito del malaguismo, y se va entre pintadas y los cánticos de La Rosaleda, que dictó sentencia hace más de 15 días, con el "¡Guede, vete ya!", tras la derrota contra el Albacete. Así es el fútbol, no espera a nadie y tiene poca memoria. Ni la condición de héroe ni la paciencia que reclamaba desde la sala de prensa cada vez que se ponía delante de los micrófonos han servido para que Pablo Guede finalice de manera exitosa uno de sus sueños, entrenar al Málaga CF.
Pablo Adrián Guede aterrizó en La Rosaleda el pasado 2 de abril como solución de urgencias para sustituir a Natxo González, y la ilusión se desató en torno a su figura, especialmente tras los dos primeros partidos, contra Valladolid en La Rosaleda y en Butarque contra el Leganés. Pero a partir de ahí, solo le pudo dar una alegría al malaguismo, fue en Tenerife, donde se terminó de cavar su tumba, en la penúltima jornada de la 2021-22, cuando el Málaga ganó 0-2 dejando sellada la permanencia de manera virtual. Después, otros le tuvieron que hacer los deberes.
El balance de Pablo Guede en el banquillo blanquiazul es negativo en cuanto a números se refiere. No tiene guarismos positivos.
De catorce partidos dirigidos, ha ganado tres, ha empatado dos y ha perdido nueve.
Su Málaga ha marcado 14 goles, uno por partido, y ha encajado 22.
Y el más aplastante, no ha sido capaz de ganar en La Rosaleda en los seis partidos que se ha sentado en el banquillo Joaquín Peiró. Ni siquiera, el día del Burgos, cuando el Málaga solo tenía que ganar ante un equipo que no se jugaba nada para mantener la categoría. El equipo no tiró ni a puerta y cayó 0-1. Ahí, quizás, empezó a caer el argentino.
La parroquia malaguista acabó de uñas con el equipo, pero una planificación ilusionante, con nombres de relumbrón como los de Rubén Castro, Manolo Reina, Bustinza o Fran Sol, más la continuidad de Febas, esta vez en propiedad, apaciguó primero las aguas y después disparó la ilusión del malaguismo, que empezó a hablar de Primera División.
Pero ya desde la pretemporada el equipo no terminaba de carburar, dentro del disloque al que Guede sometía a los suyos con un sistema dinámico de tres centrales y dos carrileros que eran dos atacantes más, en posiciones de ataque, cuando se tenía el balón.
A pesar de todo el trabajo de pretemporada, con casi toda la plantilla configurada antes del arranque o en la primera semana, desde el primer partido oficial en El Plantío contra el Burgos se empezó a vislumbrar que a este equipo le iba a costar mucho rendir con las ideas que el argentino quería transmitir y, de hecho, no ha logrado hacerlo.
Tras el mal inicio en Burgos, por la imagen más que por el resultado, el primer terremoto llegó en la segunda jornada. El UD Las Palmas llegó a La Rosaleda para zarandear al Málaga con un 0-4 y porque los de García Pimienta levantaron el pie. Un carrusel de cambios extraño, al que pocos le encuentran explicación, abortó cualquier atisbo de reacción que pudiera haber aquella noche de lunes.
Después llegó la primera y única victoria del curso en Miranda de Ebro, pero no hubo tiempo a saborearla, porque el Albacete solo tardó seis minutos en convertir en aquello en espejismo. Los manchegos, con dos goles tempraneros, volvieron a poner a prueba la capacidad de reacción de Pablo Guede, que volvió a ser nula, desnudando al equipo, forzando el debut del último gran nombre del mercado, Alfred N'Diaye, para terminar colocándolo de central. El resultado, otra derrota y La Rosaleda clamando "¡Guede, vete ya!". "A eso es difícil darle la vuelta", reconocía de hecho desde dentro del club.
A partir de ahí, todo ha sido una huida hacia adelante, especialmente por parte del entrenador, que solo prometía trabajo y pedía paciencia, pero era incapaz de dar con la tecla en los siguientes dos partidos. Desde el club tampoco hubo un cierre de filas elocuente. Ni Manolo Gaspar en la rueda de prensa de balance del mercado, que llegó después de la derrota contra el Albacete, ni los jugadores que salieron a hablar, Fran Sol, Manolo Reina y Juanfran, fueron capaces de mandar un mensaje de unidad con el bonaerense.
Con Guede, el Málaga se queda penúltimo, como el equipo más goleado en lo que va de temporada, en parte por la cerrazón del técnico en asumir riesgos cada partido a pesar de la debilidad mostrada en defensa, las paredes de La Rosaleda llenas de pintadas en contra de su figura y de la directiva, muchos jugadores rindiendo por debajo del nivel esperado, muchas lesiones y una afición de uñas que ya no va a esperar más.
El primer capítulo de la historia de Pablo Guede con el Málaga se cerró después de que el club blanquiazul volviera a Primera División siete años después de su desaparición como CD Málaga.
El segundo ha durado solo 172 días, en los que el argentino ha visto cómo se tambalea su condición de mito indiscutible, pero finalmente ha sabido dar el paso al lado poniendo su cargo a disposición del club.