Hace 25 años, otro 30 de mayo, domingo, en Málaga amanecía soleado, quizás más soleado que nunca para muchos. El color de la ciudad era, más que nunca también, blanquiazul. En un punto de la ciudad había un hombre de sólo 24 años con una camiseta blanquiazul, el ‘3’ a la espalda y un brazalete de capitán rojo. A pesar de su edad, ya había pasado por todo lo que se podía pasar en aquella época si eras futbolista en el equipo de tu ciudad. Era Francisco Javier López Bravo (Málaga, 1974), ‘Bravo’, capitán de un equipo de leyenda adiestrado por Joaquín Peiró y que esa mañana, cuando fuese la hora del almuerzo, iban a poner al Málaga CF en la gloria, en Primera División.
"Parece que no ha pasado tanto tiempo, pero sí es verdad que que cuando echas la vista atrás, cuando lo hablas con los compañeros, porque nosotros estamos constantemente en contacto por el grupo que tenemos de los ‘Peiró boys’, y dices 25 años es una locura, porque claro, al mantener contacto todos los días como que parece que no ha pasado tanto el tiempo. Pero sí, lo recordamos con un cariño brutal", empieza disparando Bravo sentado en la grada de Tribuna de La Rosaleda, que tiene poco que ver con lo había en ese mismo lugar hace cinco lustros.
Si Bravo cierra los ojos ahora, ¿es capaz de irse aquella mañana de hace 25 años?
Sí, totalmente. Sí. Esa mañana la tengo presente como si fuera ayer, y también el día antes. La concentración, las horas previas, el saber que ese nerviosismo, ese cosquilleo, esas ganas eran para darle a tu gente lo que tanto tiempo llevan esperando. Ser conscientes de que ganar ese partido era ascender, esa responsabilidad, pero con esa ilusión, con esas ganas que te hacía salir a comerte el campo.
Parece que no ha pasado tanto tiempo, pero sí es verdad que cuando echas la vista atrás, cuando lo hablas con los compañeros, porque nosotros estamos constantemente en contacto por el grupo que tenemos de los ‘Peiró boys’, y dices 25 años es una locura, porque claro, al mantener contacto todos los días como que parece que no ha pasado tanto el tiempo. Pero sí, lo recordamos con un cariño brutal.
En aquel mes de mayo el Málaga ya jugaba de memoria, era un equipazo tremendo. Tú, que venías de Segunda B, de Tercera… ¿cómo vivías en aquellos días?
Pues mira, la. verdad es que eran momentos donde sí que recordaba todo el pasado. Sí que recordaba todos esos momentos, todas las épocas de Tercera División, los ascensos, los descensos… Porque sin ser Málaga Club de Fútbol, siendo Atlético Malagueño, conseguimos un ascenso a Segunda B. Volvimos a descender a Tercera, con problemas económicos, con impagos. Las andanzas por esa categoría de Tercera, de Segunda B, esos tres años en Segunda B…. y la verdad que en ese momento se te viene un poco todo a la memoria. No es que esté pensando, pero sí que son momentos en los que tú dices hostia, con lo que he vivido, verme en esa oportunidad, ver la posibilidad de conseguir mis sueños….
Porque yo llegué al Málaga con 15 años y para mí era la ilusión de un niño, verme algún día en el primer equipo. Y bueno, lo conseguí. Era como ver mi sueño cumplido, ¿no? Es decir, he ascendido con el equipo de mi ciudad, y en ese momento era el capitán. Era motivo de mucho más orgullo e incluso de responsabilidad, ¿no? Ya te digo, era un sueño cumplido verme con la posibilidad de decir hostia, el año que viene estoy en Primera División en Málaga. Esto es una locura. Eran momentos de mucha convulsión en mi cabeza.
El partido no empezó bien para el Málaga y sobre todo para Bravo. En el primer minuto, un balón largo a la zona del paleño en el que ni Bravo ni Rafa se ponen de acuerdo. José Juan Luque, que después jugó en el Málaga, les robó la cartera y metió el 0-1. No se había cumplido un minuto de juego. A los 11, una falta al borde del área no podía ser para otro futbolista que para el capitán, además enrabietado por el fallo del 0-1.
Catanha, Agostinho, Edgar…. quizás soñaron con el gol del ascenso, pero tú, siendo defensa, que sólo habías metido un gol en la temporada, ¿lo habías imaginado? ¿Lo había soñado?
Había metido uno contra Osasuna de disparo desde fuera del área, otro golazo. Desde el mismo sitio de la falta, pero en el lado contrario, sí, más pegado a la parte de Tribuna. No fue el gol del ascenso, pero sí después del 0-1. Fue una reacción rápida.
La verdad es que no lo había soñado, hasta ese punto no, porque bueno, quizás no era una faceta en la que yo destacaba. Pero bueno, el hecho de empezar regular ese partido en una media cesión a Rafa en la que Luque -que posteriormente fue jugador del Málaga- nos mete el gol y empezamos perdiendo… Cuando se produce esa falta al borde del área, era una forma de reivindicarme, de decir “¡hostia, esto tengo que intentar enmendarlo de alguna forma”. Y bueno, yo tenía ese convencimiento, porque sí que en los entrenamientos ensayábamos. Cuando fui a por el balón le dije a Sandro: “Sandro, déjame que la tire que va a entrar, no te preocupes que la voy a meter. Era un poco decir bueno, este es el momento en el que puedo darle la vuelta, en el que podemos resurgir otra vez. Si ese partido no lo hubiésemos ganado o incluso lo hubiésemos perdido, hubiésemos ascendido igualmente, porque la marcha del equipo la dinámica que teníamos es que íbamos a ascender. Pero bueno, quizás las expectativas pasaban por ese partido, donde todo el mundo tenía ganas ya de conseguir el objetivo. Y ese fue el momento clave que tanto recuerdo y que tanto me recuerdan. Siempre, sobre todo muchos aficionados. Ese gol del Albacete, el gol del Albacete, el gol del Albacete… Es algo que no se me va a olvidar en la vida.
Esa temporada sólo Sandro en Mallorca, Zárate contra el Mérida, y el recordado gol de Roteta también contra el Mérida en La Rosaleda, lograron marcar de falta directa. ¿Nadie te discutió tirar la falta?
No, yo creo que en ese momento me vieron tan convencido, tan decidido, como diciendo os podéis quitar todos que la voy a tirar sí o sí. No sé si obligando a los compañeros, pero no, ellos confiaban en mí también porque sabían que yo entrenaba ese aspecto. Sandro no me lo discutió y bueno, salió bien, salió bien.
El Málaga venía de Segunda B, se hizo un equipo nuevo… ¿Dónde estuvo la clave para que aquel equipo fuera un bloque tan sólido, tan fiable?
Pues mira, precisamente creo que el éxito de ese equipo, de esos años era ese bloque que traíamos desde Segunda B, ese bloque fuerte que no solamente era fuerte en el campo, en el vestuario, era a nivel humano y creo que eso hizo que todo el que viniera se sumara y aportara. Además, se vio posiblemente la mejor versión o casi la mejor versión de cada uno de los que han sido esos futbolistas. Para mí fue la clave del éxito que se mantuviera un bloque más o menos amplio de gente que había sido capaz de también solventar una situación muy, muy complicada en el ascenso anterior, teniendo que sobreponerse a un resultado de tres uno contra el Tarrasa. Ganar por tres goles de diferencia. Era una situación difícil y eso al final creo que nos daba un carácter que tenía ese grupo y que contagiaba en el día a día. El resto se fue sumando y fue aportando la calidad que tenían.
El equipo más o menos titular desde mitad de la Liga era el bloque que había ascendido un año antes contra el Terrasa. ¿Qué papel tuvo Peiró?
Yo siempre lo que he alabado de Joaquín Peiró es que ha sido un perfecto gestor y que permitió la autogestión del vestuario. No era un entrenador intervencionista, protagonista, ni siquiera en los entrenamientos, pero era un entrenador que se daba cuenta de todo, que estaba siempre pendiente a todo, que conocía perfectamente cómo pensaba el futbolista y era capaz de darnos a cada uno nuestro sitio. Sabía delegar en su cuerpo técnico, en el bloque que veníamos de abajo, que él sabía perfectamente que éramos un bloque sólido, que gestionábamos el vestuario… Eso a nosotros nos dio confianza y él vio que funcionaba.
Y luego, otro de los protagonistas de aquella temporada fue Bravo. Lo están diciendo la mayoría de tus compañeros de aquella plantilla en las entrevistas esta que están haciendo en el canal de Youtube Martiricos 99, donde muchos de ellos se quedan contigo, con Bravo, como el jugador que más le sorprendió. Con el capitán, con la raza que tenía, con el carácter. ¿Pensabas que tenías la capacidad de ser el líder que fuiste en el Málaga, incluso en Primera? ¿Cómo se forja la madera de ese líder que todos están destacando?
No me planteaba yo que en ese momento ni nunca me he planteado el hecho de ser un líder. De hecho, era de los jugadores casi más joven de esa plantilla. Intentaba dar lo máximo de mí y quizá eso sirviera de ejemplo, por las situaciones que he vivido, que en la base me han forjado mi carácter, mi forma de jugar, mi forma de pensar, mi personalidad, tanto fuera como dentro del campo. Porque sí que me he considerado siempre un jugador con una personalidad en la que no me afectaba ni la presión ambiental ni nada. Creo que siempre he mantenido un nivel de concentración alto y bueno. Quizá eso hiciera que los compañeros pues me vieran más que como un líder, como un ejemplo también, como alguien que daba el máximo de sí mismo, que era lo que siempre he intentado.
Ahora que soy entrenador hay muchos tipos de liderazgo, y en ese vestuario había muchísimos líderes. Gente con capacidad, con veteranía, con personalidad fuerte. Los Roteta, Larrainzar, Rafa…Todos eran líderes en distintos sentidos, pero todos tenían una personalidad y un carácter fuerte a la hora de exigir, y entre todos tratábamos de exigirle a los demás, sin importar que fallaran, sin enfados, sin nada. Simplemente oye, que hay que exigirse.
Si Bravo se sentara en la grada a ver a aquel equipo, ¿con qué jugador se quedaría, a qué jugadores destacaría?
La gente se queda con la imagen del que juega. Vinieron jugadores muy importantes, que dieron un rendimiento increíble. Rufete, Edgar, Catanha, Sandro… son los nombres sobresalientes porque eran los que metían los goles, los protagonistas… Pero en esa plantilla cualquier jugador que jugara menos era infravalorado, porque podía ser titular perfectamente. Era uno de los aspectos más positivos de esa plantilla. Al final hay que quedarse con el conjunto, con lo que te aportaba cada uno. Por ejemplo, la línea defensiva éramos cuatro centrales, Empezamos Mikel Roteta y yo de laterales, Larrainzar empezó con Brahim y luego con Dorado. Era como decirle a los de delante no preocuparos que ya están estos atrás. Rufete con libertad, Sandro con libertad, Catanha, Quino, Ruano, eran jugadores desequilibrantes. Ruano era un jugador con mucho gol. También Agostino, que era un asistente perfecto. Era una locura de equipo, la verdad.
¿En qué momento os disteis cuenta de que de que el Málaga iba a pelear el ascenso?
Sabíamos que esa era nuestra exigencia, porque además Fernando Puche yo me acuerdo que en la celebración del ascenso anterior ya nos dijo sí, sí, pero que esto no es suficiente, que el año que viene hay que ascender otra vez, que el año que viene hay que ser de Primera. Y eso lo tenía él grabado a fuego y nos lo grabó a fuego a nosotros. Sabíamos que esa era la exigencia de primera hora, pues todo el mundo tenía asumido. Lo que pasa es que sí que hay momentos difíciles dentro de esa temporada, momentos de incertidumbre donde encima coincide con una racha de cuatro derrotas, más las dos de Copa del Rey. El míster estuvo muy cuestionado, eran momentos muy difíciles que luego cuando salimos de ahí el equipo cogió fuerza y en el momento que vimos que empezamos a rodar otra vez dijimos ahora es nuestro momento. Estábamos convencidos de que cada vez estábamos mejor y que íbamos para arriba. ¿Hasta dónde? Bueno, pues al final esa dinámica nos dio la posibilidad de estar arriba del todo.
Qué recuerda de aquella mañana, de las celebraciones, porque era una locura.
Yo, afortunadamente, había vivido el ascenso de Tercera a Segunda B. Antes viví otros ascensos de Tercera a Segunda B, siendo Atlético Malagueño, los famosos de Cristian Lay, Jerez de los Caballeros, con Fernando Rosas de entrenador y yo recuerdo La Rosaleda llena, una Rosaleda que tenía más capacidad que ahora. Y en esos ascensos había gente, mira que había gente, pero hostia, la que se formó… Esos dos ascensos de Segunda B a Segunda y de Segunda a Primera… Esa cantidad de gente era algo que no había visto nunca. Entonces, uno piensa la trascendencia que tiene para una ciudad ese ascenso. Era impresionante… Lo recuerde las veces que lo recuerde, vea las veces las fotos que vea… se te siguen poniendo los pelos de punta.
¿Guardas recuerdos de aquella temporada? La camiseta, el brazalete rojo de capitán que llevabas…
No tengo la camiseta del ascenso. Creo que la repartiría… Tengo todas las de los ascensos, pero la del ascenso a Primera es la única que no tengo. Tengo una conmemorativa del ascenso de Segunda B, donde venían los nombres de todos en la espalda tengo las de Primera División, o sea, de la UEFA, pero del ascenso a Primera no tengo nada.
Mucha gente se tiró al campo al final del partido y muchos jugadores iban incluso hasta en calzoncillos al vestuario…
Nos sacaron todo, camisetas, pantalones… Es que la gente se volvió loca. Nos volvimos locos todos, porque la verdad que en ese momento es que bueno, si te quitabas los pantalones, la camiseta, las zapatillas, yo creo que daba todo igual, ahí daba todo igual. Estábamos en un estado tan grande de euforia que bueno, se permitía casi todo.
El Málaga aquella temporada jugó muy buenos partidos, el cero tres al Hércules, el partido de Vallecas (0-2), el de Sevilla (2-3)…
Sí, es que al final los duelos con el Sevilla ese año la verdad que fueron también duros, duros dentro y duro fuera en la calle. Bueno, es lo que tiene el fútbol, esas rivalidades del fútbol no, pero me llamaba mucho la atención eso. Eso fue una locura. También. Ganar al Sevilla en su campo fue algo impresionante para el Málaga. Pero el partido contra el Hércules allí fue muy celebrado por nosotros. En aquella época era un equipo potente. Pero cuando estás en esa rutina diaria todos los partidos son importantes. Le quieres dar más trascendencia a, por ejemplo, no sé, al del Sevilla por la rivalidad. Pero se le puede dar de Vallecas, que fue importantísimo, el del Numancia en La Rosaleda, porque al final son los equipos que terminaron ascendiendo. Luego en Las Palmas que se empató en el último minuto era equipazo, que estaba construido igualmente para ascender. Por eso te digo que es que cualquier partido ese año era un partido que te podría servir. Veníamos de abajo, entonces la categoría ya de por sí es que nos motivaba para vivirlo con la máxima intensidad.
Y si adelantamos 25 años, el Málaga está otra vez en Segunda B -ahora Primera RFEF con una configuración algo diferente-. Pero se ha vuelto atrás con otra realidad. El campo está lleno, más lleno que entonces… ¿Hay más malaguismo en la ciudad?
Sí, eso sí lo he notado con el tiempo. Da gusto ver la La Rosaleda llena de gente y sobre todo llena de malaguismo, que es lo que quizás en algunos momentos de nuestra historia, pues hemos echado en falta. Sí que es verdad que la gente es una locura, el apoyo que tiene ahora mismo el equipo en esta categoría. Lo ha tenido incluso en los malos momentos de estos años anteriores, porque la afición nunca ha fallado, y hay que darle también sus alegrías, que para eso vienen, para disfrutar y para sentirse a gusto y para apoyar al equipo. Y eso lo están haciendo de forma incondicional. Nada más que hay que ver los desplazamientos, donde va el Málaga es el día del club para cualquier otro equipo, que hace el agosto. ¿Qué más le podemos pedir a la afición? Van a responder. En el playoff la gente va a estar aquí a muerte. Estoy convencido de eso, porque al final yo creo que es parte de nuestro ADN, apoyar al equipo. Además, para los jugadores de Málaga eso te da un plus de adrenalina. Es lo que yo he sentido siempre.
¿Eres optimista, Bravo?
Siempre, siempre he sido optimista. Yo creo que lo que necesita el equipo es que llegue el playoff. Porque estoy convencido de que la gente va a ser incondicional y creo que va a ser otra historia. El equipo se va a transformar. La Rosaleda pesa mucho y va a pesar muchísimo. A los rivales les va a pesar una barbaridad y eso nos tiene que fortalecer.
Aunque en tu posición no hay ningún malagueño, pero sí algún canterano, ¿en el Málaga de ahora te ves reflejado en algún jugador?
Por canterano está Juande, pero no son las mismas características. Mira, un futbolista con el que he trabajado mucho y con el que me parece un grandísimo jugador es Murillo. Creo que tiene unas condiciones brutales, y además creo que tiene madera de líder porque tiene carácter. Lo que he trabajado con él en el filial es un tío que sabe exigirle a los compañeros, que en el día a día trabaja de forma incansable, que tiene unas condiciones brutales, y creo que, no del todo reflejado en él, pero sí quizás en aspectos del juego, incluso en algunas características físicas, porque somos casi similares en altura, y a pesar de que no es excesivamente alto, va muy bien de cabeza, mide muy bien. No sé, quizás si me tuviera que ver reflejado en alguno pues sería Murillo.
Bueno, no es malagueño, pero es de Malagón.
No, no es malagueño. Pero bueno, lleva en la base mucho tiempo. Y de Malagón también, podemos adoptarlo.
Y hablando de canteranos, ahora mismo hay un contexto favorable teniendo en cuenta la política que está implantando el director deportivo, Loren Juarros.
Es positiva. Y como canterano, indudablemente, me identifico totalmente con esa forma de ver el fútbol y de ver el proyecto de cantera. Y ojalá cada vez podamos tirar de la gente de la base de Málaga, de la periferia de Málaga, pero de los que formemos aquí en Málaga. El trabajo que cuesta formar un futbolista para que luego se tenga que ir por ahí o nos lo puedan quitar. Pues la verdad lo que uno siente es impotencia. Pero dentro de las posibilidades, a ver si cuantos más llegan, mejor.