A finales del pasado año, muchos agricultores ya sabían que la falta de lluvias y de agua embalsada podía suponer un problema para sus cultivos. El miedo a no disponer de riego suficiente unido al alto coste de hortalizas como el ajo provocaron que la superficie sembrada cayera drásticamente, lo que ahora se refleja en la pérdida de cientos de jornales.
El ajo es uno de los productos que más mano de obra precisa a lo largo del año, pero este 2023 será hasta un 50% menos que otros años, según ha asegurado a EFE el vicepresidente de la sectorial del ajo, Miguel del Pino.
Esta previsión podría situar por debajo de los 250.000 jornales los entre 400.000 y 500.000 que genera cada campaña, en la que se necesitan entre 2.000 y 3.000 personas.
Además de contar con menos mano de obra para los dos meses de recogida, que debe hacerse en un "corto período de tiempo para que no se los lleve el sol", también mermará la demanda de trabajo en los almacenes, ha señalado Del Pino, que lamenta que las cosechas que "iba bien" tras la siembra por las lluvias de octubre se haya truncado por la sequía.
Según el Anuario de Estadísticas Agrarias y Pesqueras de la Junta de Andalucía, con datos referidos a 2020, Málaga cuenta con 710 de las 5.183 las hectáreas de ajo cultivadas en la comunidad autónoma. Otras 1.750 están en la provincia de Córdoba y 1.200 en la de Sevilla, mientras que el resto están Granada (1.079), Jaén (316), Cádiz (83), Almería (41) y Huelva (4).
Según Del Pino, también es vicepresidente de la Mesa Nacional del Ajo, a la mitad de la superficie sembrada se puede añadir una reducción de entre un 15-20% de kilos cosechados sobre los entre 30.000 y 35.000 recogidos la pasada campaña solo en la provincia de Córdoba, que viene a suponer más del 30% de la superficie total de Andalucía, la segunda comunidad que más produce en España.
Con todo, la previsión no podrá concretarse hasta unos veinte días antes de que se lleve a cabo la recogida a lo largo del verano.