Ya estamos inmersos en el verano y hasta septiembre se realizarán millones de desplazamientos en vehículos particulares para llegar a destinos de vacaciones, sean de playa o de interior. En lo básico nada ha cambiado desde los veranos de la década de los sesenta, la primera en la que los ciudadanos españoles empezaron a recorrer largas distancias para llegar a su destino, principalmente en las costas. Sin embargo, recorrer 500 kilómetros hace 60 años no es lo mismo que hacerlo ahora.
En esa época los aceites de los coches tenían una base mineral y su duración no superaba los 3.500 kilómetros, por lo que había que cambiarlo justo antes de iniciar las vacaciones. El calor era otro de los inconvenientes que afectaba a los coches, porque se convertía en algo habitual la parada para dejar enfriar al motor por su elevada temperatura debido a la baja potencia de los mismos y a lo complicado de la orografía de las carreteras de esa época, donde las autovías eran aún un sueño, lo mismo que el teléfono móvil.
Hoy día, irnos de viaje, incluso uno de muchos kilómetros, no supone el más mínimo inconveniente para un coche moderno. Es más, si lo tenemos al día de ITV lo normal es que no necesitemos hacer nada específico para iniciar nuestros desplazamientos. El sentido común nos debería indicar que hay cosas que podemos hacer y que nos pueden ahorrar sustos, como saber que tenemos el cambio de aceite dentro de los márgenes y los niveles de los líquidos correctos, cosas que no nos dirá la ITV.
Sin embargo, vamos a enumerar lo que siempre debemos tener en cuenta a la hora de un viaje largo en verano.
Presión de los neumáticos
Es lo más simple de controlar y en lo que sistemáticamente más fallan los conductores teniendo en cuenta la gravedad de sus consecuencias. Los neumáticos tienen una presión de trabajo que debemos comprobar en frío, es decir, cuando el coche lleve al menos media hora parado.
Como eso no ocurre cuando llegamos a una gasolinera y siguen aún calientes, en el momento de ponerles aire es recomendable que los inflemos siempre entre un 15% y un 20% de más, es decir, si la etiqueta que hay en la puerta normalmente o en el libro de instrucciones de nuestro vehículo indica que tiene que llevar 2,0 bares de presión, debemos ponerles al menos entre 2,3 a 2,4 bares. Un neumático más inflado trabaja a menor temperatura y compensará el calor del asfalto y la carga que lleva el coche cuando se desplaza a gran velocidad, siendo más seguro. Por el contrario, una presión por debajo de la recomendada hace que el neumático suba de temperatura al rodar por la excesiva deformación de su carcasa cuando da vueltas, pudiendo llegar a reventar. Este es el principal error de concepto con los neumáticos y que resumimos: el reventón se origina por una presión más baja de la recomendada.
Escobillas del limpiaparabrisas y depósito de agua con jabón
Otra de las cosas más simples y que hasta el menos hábil debería ser capaz de comprobar. Una escobilla de limpiaparabrisas en mal estado produce accidentes por falta de visibilidad, sobre todo cuando el sol está muy bajo en el horizonte y lo tenemos justo delante del cristal. Y es algo fácil de prevenir porque durante el invierno quizá nos hayamos dado cuenta que con lluvia ese limpiaparabrisas no apartaba el agua correctamente.
Una pieza con un costo tan bajo justifica que debamos sustituirla al menos cada tres años porque la goma que arrastra el agua o la suciedad se cuartea y se vuelve menos flexible, siendo mucho menos eficiente en su trabajo. Si esto lo combinamos con el grave error de no tener lleno el depósito de agua del limpiaparabrisas con agua y algo de jabón, nos podemos ver en el caso de que en una carretera al anochecer le demos al interruptor para quitar cientos de mosquitos de nuestro cristal y que lo que consigamos sea restregarlos contra nuestra luna delantera sin agua, con los peligros reales de visibilidad que esa situación conlleva.
Horario de salida de nuestro viaje
Entiendo que haya muchas ganas de ponerse en la carretera nada más empezar nuestras vacaciones, pero ese es un gran error. Si al estrés de acabar nuestra jornada de trabajo le unimos el lío que supone cargar el coche, no olvidarnos de nada, de acomodar los adultos o los niños que viajen, de las viandas para el camino y del propio tráfico a la salida de las grandes ciudades, nos encontramos en una situación de ansiedad nada recomendable para iniciar un largo viaje.
Es más conveniente salir relajados, con una ducha fresca si es posible, a última hora del día e incluso pensar en iniciar el viaje a primera hora de la mañana del día siguiente, el mejor momento para conducir. A esa hora nuestro cuerpo debería haber descansado y nos evitaremos las horas de máximo calor. Además, si viajamos con niños es fácil que al no haber amanecido sigan durmiendo nada más empezar el viaje. La frecuencia de las paradas es algo que tiene que identificar cada conductor. No debe haber un tiempo establecido de dos horas como preconiza la DGT; hay personas que en solo una hora de conducción están severamente alterados y otros que están frescos después de cuatro horas ininterrumpidas. Lo mejor es identificar nuestro cansancio cuando llegue y parar, sin querer avanzar kilómetros a toda costa para llegar a nuestro destino.
Indumentaria para conducir
Lo mejor es vestir con ropa cómoda y holgada, sin cinturones ni nada que apriete, a ser posible de deporte, y nunca calzar chanclas, zapatos de tacón o cualquier otro que no sujete el tobillo, tipo zuecos. Si nos ponemos zapatos de cordón, sean deportivos o de vestir, es importante que los atemos lo más flojo posible, porque el pie suele hincharse en esa posición de inmovilidad, haciendo incómodo el viaje, amén de menos seguro para la salud. Si tenemos un parasol interior reflectante es muy conveniente que lo extendamos por dentro del cristal cuando paremos a descansar, porque si vamos con pantalón corto o simplemente toquemos un volante que ha estado al sol más de media hora consigue que no nos quememos al tacto.
Lo importante es disfrutar en el destino de nuestras vacaciones y que el viaje sea solo una excusa para empezar a desconectar de nuestros quehaceres habituales durante el resto del año.