La España de hace cien años poco tenía que ver con la de ahora. El país pasaba de ser una potencia colonial a perder muchos de sus territorios, la mayoría de ultramar. Las tensiones políticas y las penurias económicas eran lo habitual en esos años.
Ángel Muñiz nació en Málaga en 1913 y ya desde muy joven mostró un inusitado interés por la tecnología y la mecánica, compaginando los estudios con su oficio de aprendiz en el Garaje Inglés a finales de la década de los veinte del siglo pasado, en la zona de La Malagueta, importador de las motos Triumph y considerado el mejor taller de la ciudad. Debido a su demostrada habilidad empezó a reparar los mejores automóviles y motos de la época, incluyendo algunos de los poquísimos coches de competición de entonces. Estamos a mediados de la década de los años treinta, justo antes de la guerra civil.
Además de ser uno de los mejores mecánicos de la época, su enorme inquietud y competitividad le llevaron a participar como ciclista en todas las pruebas que se organizaban, fundando la Unión Velocipédica Malagueña. De esa organización se creó también una sección motociclista que organizó en 1935 la primera prueba documentada del motor en Málaga, la Subida a la Fuente de La Reina, en la que él mismo participó, acabando segundo. Durante la guerra sería enlace motorizado del Estado Mayor, recorriendo miles de kilómetros por los caminos y carreteras con una Triumph, sirviendo de entrenamiento para la competición, actividad que desarrollaría con éxito durante casi dos décadas, consiguiendo multitud de triunfos en los habituales circuitos urbanos de la época.
Su ingenio por la mecánica le llevó a abrir su propia empresa de reparaciones después de la guerra, aprovechando cualquier vehículo de la chatarra para adaptarlo a motores que él mismo reconstruía, ya que el parque de vehículos del país era inexistente en ese momento. Otra de sus genialidades fue crear vehículos que funcionaban con gasógeno, un combustible que tenía como base cualquier desecho doméstico como restos de comida, madera y residuos de todo tipo, debido al bloqueo internacional al acceso de la gasolina que sufrió España durante esos años. La marca que creó, Motogas, adaptó sus enormes depósitos a motocicletas, algunos pocos coches y también embarcaciones.
En 1948 fundó el Málaga Motoclub, que organizaría las competiciones en el Paseo de Parque de Málaga durante muchos años, siendo él mismo el vencedor en las tres primeras ediciones en la categoría de 500 cc. El circuito, que era un óvalo que aprovechaba la recta del Paseo de Parque y el Paseo de los Curas era el mayor acontecimiento con diferencia de la ciudad en los años cincuenta. Se dice que la mitad de la población de Málaga estaba en los laterales viendo en directo las habilidades de los mejores pilotos.
Una vez retirado de la competición se centró en convertir la prueba de Málaga en una de las más importantes del momento, pasando bajo su dirección a ser una prueba internacional a partir de 1953, ya con la denominación de Premio Motociclista de Invierno, con la participación de los mejores pilotos europeos de esos años, muchos ellos campeones mundiales como Luigi Taveri, Archeist, Camathias, Carruthers y Nieto, Herrero, Febrachi, Molloy, Grace, Granath, Guarnieri, Cañellas, Medrano, Cegarra, Busquets, Fargas o Peluqui.
Tal era su versatilidad que a mediados de los cincuenta creó la única marca de motos que ha existido en nuestra ciudad, la AMS, denominación originada con las iniciales de su nombre y apellidos. En la posguerra, ante la ausencia de coches las motos eran el único recurso que muchos tenían para desplazarse y era normal que en muchas familias fuese el medio de locomoción habitual. Sin embargo, la aparición del Seat 600 en 1957 hizo que la mayoría empezara a cambiar la moto por el coche, que era una forma más segura y cómoda de realizar los desplazamientos por la terrible red de carreteras existente, en un país que empezaba a remontar económicamente. 1967 fue el último año de la marca AMS, coincidiendo con los mejores años de ventas del pequeño Seat.
Este resumido relato es el de un personaje que entregó su vida personal y empresarial a su ciudad, Málaga, y que puso en el mapa del país a una capital que por aquel entonces no tenía la notoriedad que afortunadamente tiene ahora. Todos los que le conocimos personalmente o aquellos del sector de la automoción que saben lo que consiguió por la ciudad llegan a una unánime conclusión: nunca se le ha dado la importancia que ha tenido un personaje del calado de Ángel Muñiz Serrano, un hombre humilde y discreto que hasta sus últimos días seguía en su taller de motos entregando su vida a la que era su pasión desde que era un niño.
Estamos a tiempo de corregir este histórico error, aunando esfuerzos para recordarlo, ya sea con el nombre de una futura calle o con algún monumento que recuerde la vida de un malagueño excepcional.