A principios del año 2000 el 25% de los coches que se vendían en España aún no llevaban aire acondicionado de serie, algo que en el norte de Europa era normal, por las bajas temperaturas de esas latitudes. Sin embargo, las mejoras de los equipos de aire y su cada vez menor precio hizo que fuese un extra cada vez más demandado por los conductores, independientemente del país. Con la competencia cada vez mayor entre los fabricantes y con la vista puesta en el ahorro de costos, estos empezaron a ofrecer ese equipamiento de serie, aunque con un incremento de precio sobre la tarifa del vehículo. Desde 2008 prácticamente no existe ningún coche que no lleve aire acondicionado de fábrica.
Tener aire acondicionado en el coche es casi una necesidad para muchos, haciendo uso intensivo del mismo en cualquier circunstancia de la conducción. Sin embargo, no en todos los casos necesitamos llevarlo encendido siempre. Vamos a dar unos consejos que cada uno puede tomar en consideración para aplicarlos, o no.
1) El aire acondicionado es un dispositivo que funciona mediante una correa que lo conecta al motor, por lo tanto, consume energía del mismo siempre que lo conectamos, haciendo que, además, aumente el consumo de combustible, sobre todo en trayectos urbanos, dato muy a tener en cuenta.
2) Precisamente por lo que hablamos en el punto anterior, llevar el aire acondicionado encendido en verano en ciudad no es del todo necesario, salvo que tengamos un terral de 45 grados. Además, hay muchos conductores que después de dejar su coche al sol inician la marcha con la muy mala costumbre de cerrar todas las ventanillas y poner la temperatura más baja a toda potencia. Además de ser un choque térmico dañino para nuestra salud, porque en el interior puede haber 50 grados de temperatura y metemos aire a 17 grados, no es la forma más rápida de enfriar el coche. Para hacerlo más eficiente y sano, está comprobado que hay que enfriar todo lo que le ha estado dando el sol, dícese cristales, salpicadero y asientos, sobre todo si son de cuero, y eso se consigue más rápido haciendo circular aire a través de todas las ventanillas abiertas. Para saber cuándo tenemos que cerrar las ventanillas y poner el aire acondicionado debemos tocar el parabrisas por el interior y cuando notemos que está a la misma temperatura de la mano, aproximadamente, entonces podemos cerrar las ventanillas, no pasando más de cinco minutos todo el proceso. Aunque no lo parezca, un cristal puede coger 65 grados de temperatura y enfriarse hasta los 28 grados a poco que le dé el aire.
3) Muchos conductores apagan sus acondicionadores de aire cuando llega el invierno y no lo vuelven a encender hasta que vienen de nuevo los calores. Esto, que puede parecer normal, no es tan conveniente desde el punto de vista del óptimo mantenimiento del sistema. Es bueno encender el aire acondicionado una vez a la semana unos pocos minutos, aunque no necesariamente a una temperatura baja. Con eso conseguimos que los líquidos que circulan en el interior del circuito lubriquen las juntas que tienen, evitando que se pierda refrigerante y, por lo tanto, su recarga para que vuelva a enfriar.
4) En invierno es habitual que se empañe el cristal delantero al circular, sobre todo con lluvia. Es algo normal, porque la parte del cristal que está hacia el interior del habitáculo está a una temperatura muy superior que la de la calle y esa diferencia provoca el empañamiento de los cristales, acelerado por la propia humedad de nuestra respiración al exhalar. El aire acondicionado tiene la propiedad de robar humedad de los espacios cerrados, logrando en tiempo récord quitar esa neblina tan peligrosa de los cristales. Por lo tanto, poner el aire acondicionado en invierno a unos 22 grados, dirigido al cristal, para quitar el vaho de los cristales, es rápido y aconsejable.
Ya queda lejos la España del Seat 600 que llevaba un pequeño ventilador con una pila de 9 voltios en el interior del coche para paliar los rigores del verano.