Cuando el 9 de diciembre de 1992 los reyes Juan Carlos I y Sofía inauguraron el Parque Tecnológico de Andalucía, el Málaga Valley era un desierto. Con algunos oasis, como el centro de I+D de Fujitsu, pero un desierto a fin de cuentas. El complejo de Campanillas creció en un entorno complejo y se convirtió en una referencia nacional, mientras la ciudad seguía con el foco puesto en el turismo y los museos.

La situación es hoy bien distinta: la pandemia ha puesto el objetivo sobre la faceta tecnológica de la ciudad, que se ha concretado en la llegada de grandes empresas... que apuntan a establecerse en el centro de la ciudad -preferiblemente cerca del Puerto, siguiendo la estela del centro de ciberseguridad de Google- y no necesariamente en el veterano PTA, ahora rebautizado como Málaga TechPark.

No se lo toman a mal. Las fuentes consultadas por EL ESPAÑOL de Málaga aplauden desde el TechPark la llegada de empresas al centro de la ciudad y no las ven como una amenaza; sino, al revés, como una apuesta complementaria: "El parque tiene que esponjar también en la ciudad".

"Cuando hay un desierto, coges una pequeña parcela, la cuidas, la abonas, la riegas y haces que germine", plantea a este periódico el CEO de AERTEC, Antonio Gómez-Guillamón: "El PTA era el entorno pequeño y muy bien cuidado para que germinase esa Málaga tecnológica".

Siguiendo el símil del también fundador de la empresa aeronáutica malagueña, el Málaga TechPark sería algo así como un campo de pruebas exitoso que hoy contagia al resto de la ciudad, cumpliendo así su función: "Esas esporas han salido ya y han volado por toda la ciudad", plantea.

Otro de los motivos por los que el parque tecnológico no toma como una amenaza el crecimiento de la ciudad es su diferencia de ofertas para las empresas: "Hay empresas muy de software, que necesitan espacios de oficinas donde estar bien comunicados", enumera Gómez-Guillamón, que señala para ellas el centro de la ciudad como una sede más adecuada.



"Pero cuando la empresa requiere miles de metros cuadrados, hardware, ensayos, el PTA eso te lo ofrece", concluye: "El empresario tiene que ver que está en un entorno tecnológico y decidir qué emplazamiento es el mejor para lo que van a hacer. Es bueno tener una oferta rica para poder satisfacer los distintos perfiles".

Es una Málaga tecnológica de Zidanes y Pavones, de empresas de software y de hardware, en las que ambos perfiles tienen hueco sin hacerse sombra y, de hecho, habitualmente se complementan.

Un ejemplo de la colaboración entre estos dos formatos se daría en la aceleradora de empresas emergentes La Farola, que en su sede junto al mar en la ciudad acoge a varios proyectos emprendedores locales que no precisan más que el espacio justo. No obstante, está especializada en los vehículos conectados con 5G y, para hacer pruebas de productos, usan el circuito que la multinacional Dekra tiene en el TechPark.

Por otro lado, mientras la ciudad lucha por ganar inmuebles para oficinas, una de las grandes asignaturas pendientes de su boom tecnológico, desde el PTA narran a este periódico que ya tienen asegurados varios terrenos adyacentes para seguir creciendo.

"Nosotros estamos preparándonos. Que un empresario quiere ir a la ciudad, fantástico; que quiere ir al parque, también", explica el director general de Málaga TechPark, Felipe Romera, coordinador del proyecto desde su nacimiento hace casi 30 años. 

El suyo es también un entusiasmo moderado con la llegada de empresas al centro de la ciudad: "El parque tiene que esponjar también en la ciudad: lo importante es que vengan, y que se integren en el ecosistema de innovación", sentencia.

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