Era murciano pero sin él Málaga no estaría, posiblemente, en el álgido punto tecnológico en el que se encuentra ahora. Pepe Pérez Palmis fue uno de los impulsores del parque tecnológico, de la creación de empresas como Cetecom -que llegó a convertirse en una multinacional y que en estos momentos forma parte de Dekra-, o de que Málaga tenga la sede mundial de la asociación de parques tecnológicos y científicos (IASP).
Falleció en 2018, pero su legado sigue muy vivo. De hecho, fue el creador de la Asociación al Servicio de la Investigación y la Tecnología (Asit), una entidad sin ánimo de lucro que ayuda a colectivos en riesgo de exclusión social. Sus compañeros de fatigas y amigos le han dado este viernes un homenaje póstumo al que han asistido un centenar de personas, entre las que se encontraban su viuda, Hannelore Benz, o el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, actuando como maestro de ceremonias el otro gran creador de Málaga Tech Park, Felipe Romera.
Pérez Palmis era un hombre singular, en todos los aspectos. "Pepe generaba alegría y conseguía hacerse inmediatamente popular y famoso pese a que no hablaba ni papa de inglés. Le decía a todo el mundo "Call me Pepe" y esa era su puerta mágica. Su aspecto y su personalidad hacían que la gente, sin entenderlo, pensara que lo que decía era importante y todo el mundo preguntaba por Don Pepe, desde los brasileños hasta los rusos o los keniatas", ha recordado Luis Sanz, ex director general de la IASP.
"Una vez me dijo que cuando había una comida de trabajo el truco era esperar un poco a que la gente se sentara y luego pasar entre las mesas para que la gente le mirara y pensara que era alguien importante", ha afirmado Luis Fernando Martínez, ex director general de AT4 Wireless (Cetecom). Pérez Palmis no era arrogante ni tenía ningún afán de protagonismo, pero sabía perfectamente que para que una ciudad como Málaga tuviera alguna opción de ser algo en el panorama tecnológico internacional había que, por lo menos, hacerse notar.
Martínez ha narrado que a comienzos de los años 90 no tuvieron nada fácil convencer a la Junta de Andalucía de la necesidad de crear un laboratorio tecnológico en Málaga como llegó a ser Cetecom o de la construcción de un parque tecnológico. "De derrota en derrota seguimos avanzando", era una de sus frases preferidas, ha señalado el ingeniero malagueño, quien ha dicho que "Pepe era indestructible, tenía ese carisma, ese empuje, no se desanimaba ante nada y eso que nos pusieron todo tipo de dificultades".
"Me llamó la atención su entusiasmo y perseverancia, era un gran visionario, generoso con los demás y no daba nada por perdido. Era exigente y tenía como bandera la excelencia en la ejecución, en la utilidad y en el retorno a la sociedad porque tenía una muy alta sensibilidad social", ha dicho José Blanco, ex director general de Ingenia (ahora Babel).
La persona que mejor conocía a Pérez Palmis era su mujer, Hannelore Benz. Visiblemente emocionada por el recuerdo a su marido, ha recalcado que "Pepe estaría muy orgulloso de este homenaje aunque no hacía las cosas por reconocimiento sino porque eran necesarias y justas". Le gustaba ayudar a los demás y un ejemplo de ello, según ha detallado Benz, fue cuando tenía un amigo con parálisis cerebral en Gandía que apenas andaba pero que sí tenía facilidad para montar en bicicleta. Le buscó un trabajo como repartidor de cartas. En su periplo en Lorca promovió la puesta en marcha de varias cooperativas y a su llegada a Málaga, en 1976, tuvo clara la necesidad de formar a las personas que no tenían recursos para ello.
Lo más curioso es que Pérez Palmis no estaba especializado en tecnología. Su mujer ha dicho incluso que "entendía poco" de ello. Estudió Derecho y recaló en Málaga como director de la delegación del Banco Exterior. Fue el primer presidente del Consejo Social de la Universidad de Málaga y, cuando se jubiló del banco, se entregó en cuerpo y alma a Asit y al impulso tecnológico de Málaga.
Desde hoy el edificio del antiguo Centro de Ciencia y Tecnología (CCT) pasa a llamarse Edificio Pepe Pérez Palmis en su honor. En su interior, hay un retrato suyo, pintado por el propio Luis Fernando Martínez, que ha sido presentado por su viuda y el alcalde de Málaga. El cuadro refleja a la perfección su carácter inquieto, una mirada viva y curiosa que espera despertar en nuevas generaciones su pasión por ayudar a los demás y por llevar a la capital de la Costa del Sol a las más altas cotas del panorama tecnológico mundial.