Villas de lujo, fiestas clandestinas y crimen organizado: así fue el último asesinato en la Costa del Sol
Ante la posibilidad de toparse con controles policiales, hay ciertos narcotraficantes que optan por este tipo de eventos, que están proliferando.
17 agosto, 2024 07:00Noticias relacionadas
Un asesinato más en la Costa del Sol con un trasfondo de la criminalidad organizada. Esta vez en Estepona, en una villa de lujo que está ocupada por un sujeto que permite que otras personas gestionen fiestas clandestinas. Un negocio bastante lucrativo porque cada vez más gente está requiriendo de este tipo de ocio fuera de los locales nocturnos habituales.
Desde la pandemia de la Covid, los afters comenzaron a llenarse de todo tipo de personas en la Costa del Sol. Desde el que busca un lugar para seguir su fiesta hasta el que encuentra nuevas vías de negocio, ya sea vendiendo cocaína, MDMA, Ketamina, los globos de la risa...
Ya en 2021 un Hell Angels asesinó de un disparo a un DJ en Marbella en una fiesta con las mismas características que la ocurrida esta semana. Y esta vez ha vuelto a ocurrir. Estos eventos que se mueven en círculos bastantes cerrados, está siendo un buen lugar para que coincidan miembros de mafias internacionales.
Al realizarse controles aleatorios en las discotecas más conocidas de la Costa del Sol, ciertos narcotraficantes que quieren seguir gastando dinero efectivo necesitan de cualquier lugar que le sirva como excusa para seguir fardando y disfrutando la noche. Se han unido el hambre y las ganas de comer.
El gas que no hacía risa
El lunes por la mañana una persona que se encuentra en busca y captura, a la que se
vincula con la criminalidad organizada, disparó contra un hombre belga de 34 años en una villa de la calle Hortensia de Estepona. Según se puede extraer de los testimonios de testigos directos, la causa del asesinato fue una pelea por alguna nimiedad.
No se trató de ningún ajuste de cuentas. En el programa TardeAR de Telecinco
entrevistaron a una chica que dijo haber estado "de rollo" durante las dos últimas
semanas con el sospechoso que disparó. En la conversación, que dura varios minutos, se observa que la mujer no es consciente de la responsabilidad que le puede provocar lo sucedido y lo relatado.
Ella admite que es la organizadora de las fiestas y que se encarga de contratar DJs y de establecer entradas. El hombre que busca la Policía había acudido a 3 o 4 fiestas que ella había organizado, y de ahí lo conocía. De la víctima dijo que era la primera vez que acudía a una fiesta.
El belga de 34 años no tenía más amistades en la fiesta que las personas que le acompañaron ese día. Sobre el sospechoso del crimen, la mujer, llamada Samara, habló en un tono risueño, casi tomándose a broma el asesinato y diciendo que no podía saber a qué se dedicaba ni qué portaba entre sus pertenencias.
Aunque el periodista la interrumpió, porque fuera de cámaras le admitió que sabía que el asesino iba armado ese día, le importó poco que estuviera presente en una
fiesta en la que había varias decenas de personas, que, cuando se iniciaron los
disparos, huyeron despavoridos.
Tanto el señor que ocupa de la villa, como la supuesta organizadora de los eventos, han mencionado en diferentes entrevistas que el sonido que se oyó tras accionar el arma era similar al que se produce cuando se explota un globo relleno
de óxido nitroso (gas de la risa). Lo mencionaron en un tono jocoso, pero gracia tiene
poca.
El crimen organizado en cualquier escala se nutre de personas que tiene una moral
distorsionada, lo que ayuda a que sucedan hechos como el ocurrido. Al ser una víctima belga, y por lo tanto extranjera, no tendrá la presión mediática para
acabar con este fenómeno que sólo provocará más víctimas, al no haber filtro
alguno.
Samara decía con resignación que tras lo ocurrido había tenido que cancelar otra fiesta en una villa que había alguilado para una semana y para la que había contratado a un DJ conocido.
Llamar al 112 no estaba en sus planes para informar de que alguien estaba armado, y es normal porque le habrían chapado el chiringuito. La fiesta seguirá, pero en otra parte.