"Estaba muerto. No tenía pulso". En ese estado se encontró José Manuel a Domingo, un septuagenario que yacía a la orilla del mar. Consiguió devolverle la vida. Viernes, ocho de la tarde. José Manuel González -Pepe- se dirigía a celebrar el cumpleaños de su hermana. Y acabó festejando una vida. "A los dos minutos de llegar estaba de rodillas delante de un hombre que no respiraba", confiesa.
La voz la mantiene agrietada un día después de su gesta. Le cuesta hablar sin que la emoción le invada. En conversación con EL ESPAÑOL de Málaga relata cómo Domingo, el hombre al que había salvado la vida "abrió los ojos y suspiró. Madre mía". Acababa de sufrir un infarto de miocardio.
"Terminé el masaje de reanimación y no sabía si llorar o reír. Lo pasé fatal" cuenta Pepe. Al llegar donde se encontraba el hombre, solo escuchaba a sus hijas. "Papá, por favor, respira. No te vayas, por favor". Pepe, que trabaja en la Unidad de Protección y Seguridad de la Policía Nacional, estudió Veterinaria en Zaragoza: "Gracias a la formación en RCP pude reanimarle".
Fue una intensa batalla entre la vida y la muerte. Los allí presentes le pedían relevo ante los evidentes signos de cansancio. "Yo no me iba porque veía que abría los ojos. Estaba funcionando".
"¡Lo he revivido, tío. Lo he revivido!", le dijo Pepe a su primo Curro, quien corrió con él a la orilla para socorrer a la víctima. "Aunque no conozco de nada a ese hombre, y es como si fuera de mi familia".
En la orilla de la playa de Torre de Benagalbón, Domingo yacía sin pulso. Los aterradores gritos de sus hijas -una de ellas embarazada- pidiendo auxilio silenciaban el sonido de las olas. "¡Que está vivo, macho! Ha abierto los ojos". "Tenía muchas ganas de llorar", confiesa Pepe a EL ESPAÑOL de Málaga. "Aguántate, tío", pensó para sus adentros.
Pepe es agente de la Policía Nacional, pero el viernes por la tarde estaba fuera de servicio. Un día que iba a dedicar a su familia. Lo que no esperaba es que la celebración familiar diera este giro: acabó salvando una vida. "Cuando llegué, aquel hombre estaba muerto"
"Salvar una vida es una algo único; se lo recomiendo a todo el mundo". Pepe mantiene su voz a flote como puede. Recuerda con emoción la experiencia que le tocó vivir el viernes por la noche.
Era la primera vez que se enfrentaba a una situación así. "Con la fuerza y el interés que le puse, salió adelante", cuenta. Mientras, las hijas de la Domingo sollozaban ante lo que había conseguido Pepe. Le había devuelto a su padre. Y, próximamente, abuelo.
Mientras narra cómo se sucedieron los hechos, recuerda la cara de Domingo. "Tengo sus ojos verdes marcados en mi memoria". Pepe tiene "la mirada del hombre" guardada para el resto de su vida. Gracias a Pepe, esa mirada no se cerró en la orilla del Mediterráneo.