Casi diez años después de que Málaga recibiese las llaves de la antigua cárcel de Cruz de Humilladero, edificio icónico del segundo distrito más poblado de la capital, la construcción sigue pendiente de destino. Más allá de ciertas actuaciones de demolición interior y de adecentamiento, el histórico inmueble permanece cerrado a cal y canto al común de los malagueños. Sólo vuelve a la vida cuando se abre para algunos rodajes en su interior.
La falta de movimientos por parte del Ayuntamiento de la capital sorprende, especialmente, cuando a finales de 2018 se puso sobre la mesa el que, en apariencia, iba a ser el proyecto de recuperación definitiva. Distrito 6. Así fue como fue bautizado una iniciativa mediante la que reconvertir la prisión en un centro de creación cultural multidisciplinar.
Por más que haya pasado el tiempo sin que haya una plasmación cierta de todo lo contemplado sobre el plano teórico, en una operación estimada en unos 24 millones de euros, la iniciativa, aseguran fuentes municipales, sigue viva. El diseño de la misma cuenta con la colaboración directa de Carlos Baztán, quien fuera uno de los promotores del centro cultural Matadero, en Madrid.
Es justamente este equipamiento el que ha servido de referencia durante todo este tiempo para moldear lo que hacer en la vieja cárcel. Con Distrito 6 se quería y quiere destinar una parte de las dependencias a artes escénicas, audiovisuales, literatura, música… Un uso en el que resulta clave la participación del Festival de Cine de Málaga y el área de Cultura.
Para rebajar la carga de la actuación, la idea pasa por ejecutar por fases la intervención. La primera de las etapas se valora en 12 millones y, según el calendario inicial planteado, tendría que haber estado finalizada dentro de este 2022. Algo imposible dado el estado de la cuestión. Del edificio en su conjunto, se dispondría de 14.500 metros cuadrados construidos para los usos contemplados, a los que sumar otros 5.000 metros libres.
Las fuentes consultadas insisten en que la hoja de ruta se mantiene activa, aunque no saben precisar cuándo podrán darse los pasos definitivos para volver a abrir la cárcel como equipamiento. Una concreción que parece depender en este momento de los planes que maneja el Ayuntamiento para incorporar un nuevo actor al proyecto.
"En la cárcel hay espacio más que suficiente para meter algo más", apuntan las fuentes. Y ese algo más puede resultar clave. Otras fuentes del equipo de gobierno señalan la existencia de conversaciones con entidades que podrían ser las que finalmente pasasen a participar del proyecto final.
Punto de atracción
La concejala del Distrito Cruz de Humilladero, Teresa Porras, confirma el deseo del barrio de que a los usos culturales ya previstos, se sumen otros que "permitan atraer a gente". "Lo que quiere el distrito es algo que mueva a gente", ha resaltado. Un objetivo para el que, asegura, se están analizando diferentes alternativas.
La etapa actual de la antigua prisión es la última de una secuencia larga en el tiempo. En esos casi diez años ya transcurridos, son muchas las ideas que se han apuntado como posibles para el inmueble. El mismo día en que el Consistorio obtuvo la cesión del edificio de manos del Gobierno central, en julio de 2012, el alcalde, Francisco de la Torre, ya apuntó su deseo de que pudiese acoger un centro tecnológico y empresarial, un proyecto universitario privado.
Aquellas opciones se difuminaron. De hecho, el deseo de Málaga de contar con universidades privadas ha quedado parcialmente saciado con la reciente adjudicación de sendas parcelas en el litoral oeste y en el entorno de Teatinos a la X El Sabio y a la Universidad Europea de Madrid, respectivamente.
En marzo de 2016 vio la luz otro proyecto de intervención, bautizado como Jailhouse. Para su materialización se llegaron a solicitar subvenciones europeas. Se hablaba de una primera fase valorada en 6,1 millones de euros.
De esa suma, la mitad para la rehabilitación de parte del edificio; el resto, para las actividades a desarrollar. Respecto al contenido, se hablaba de un espacio de experimentación y creación cultural conectado a las redes de emprendimiento local y centros de excelencia, a la vez que un centro de ocio familiar, capaz de dinamizar el barrio.
Pretendía ser un centro abierto a la ciudad donde exponer trabajos, tendencias culturales y contenidos de interés relacionados con la cultura contemporánea. El compromiso era el de reunir la producción cultural con las reivindicaciones de los vecinos. Y con el objetivo de lograr una mayor dinamización del entorno, se planteaba en el interior de la cárcel una residencia para artistas y para los turistas que lo deseen, tipo hostels.
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