El Perchel Norte es un barrio de gente humilde. Un asentamiento popular que casi se da la mano con el lustroso Centro histórico de Málaga, con su comercial calle Larios y su remozada Alameda. Pese a la proximidad, poco hay en sus calles del brillo que sí luce en esa parte del casco antiguo.
Muy al contrario, sobre esta zona de la urbe se posa una imagen turbia acrecentada por las noticias que informan de reyertas e intervenciones policiales. Una pátina de sospecha que tratan de combatir en los últimos años colectivos de la zona y la Junta de Andalucía por medio de una estrategia en la que es clave la participación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
La coordinación de todos estos agentes está siendo clave para inhabilitar algunos de los puntos de venta de drogas más activos de la zona, asentados de manera impune durante meses en el interior de bloques construidos para atender las necesidades de los vecinos.
Las actuaciones llevadas a cabo han permitido al Gobierno andaluz recuperar 17 pisos en las calles Bustamante y Canoa. Inmuebles okupados de manera ilícita por clanes de la droga, que "amenazaban y expulsaban" a los inquilinos originales.
"Algunos de estos pisos eran supermercados de la droga donde no sólo se vendía, sino que también se facilitaba el consumo", relata Juan Jesús Bernal, director de la Agencia de Vivienda y Rehabilitación de Andalucía (AVRA) en Málaga, mientras recorre la planta baja de uno de los edificios.
En el interior del situado en la calle Canoa, Bernal señala dos ventanas con rejas de color negro. Dan al patio interior del inmueble. "Por ahí es por donde se vendía la droga", apunta. En lugar de traficantes, ahora hay obreros contratados para proceder a la rehabilitación integral de las ocho viviendas que hay en el interior y que sumadas a las de Bujalance van a obligar a una inversión superior a los 450.000 euros.
En la visita turística por el interior del narcopiso aún se ven algunos colchones tirados en el interior de un habitáculo. "Era ahí donde los que iban a comprar la sustancia se drogaban", comenta. Pero antes de que los operarios limpiasen el interior, "había restos de comida y droga, papelinas…"
Las operaciones policiales para desocupar a los traficantes han sido habituales durante años. Sin embargo, según el responsable de AVRA, al no tomarse medidas concretas, "otros integrantes de la red volvían a entrar".
Para evitar que la situación se repitiese en el tiempo, los actuales responsables autonómicos optaron por tomar cartas en el asunto e intervenir de manera inmediata. "Lo que decidimos era llegar con la Policía, recuperar las viviendas, tapiarlas y custodiarlas; esta calle ha tenido incluso instaladas cámaras de seguridad de altísimo nivel, con identificación facial, de manera que si una persona se quedaba más de x minutos en una de las ventanas o puertas, haciendo pensar que quería violentarlas, saltaban las alarmas", explica. Y es concluyente: "La idea es clara, hacerles ver que nos van a quitar esto; hemos llegado a poner seguridad privada, era la única manera".
En algunas de las paredes se ven aún dibujos hechos por niños, lo que hace sospechar que podían haber estado ocupando los pisos mientras se traficaba con la droga. Otra de las opciones es que "fuesen de las familias que fueron echadas".
Otro de los habitáculos presenta un aspecto mucho mejor conservado que el resto. "Era donde vivía el que controlaba el narcopiso y funcionaba como guardería del dinero", afirma.
A apenas unos metros se levanta el edificio de la calle Bustamante donde los obreros trabajan en la recuperación de otras ocho o nueve viviendas, hasta no hace mucho usadas como supermercados de la droga. En una de ellas, el cabecilla de la red había colocado estuco en las paredes.
En la misma, al entrar, encontraron una habitación oculta. Se dieron cuenta un día en que vieron que introducían a un niño a través de los barrotes de la reja de una ventana que da al exterior. Se supone que para coger algún material que estaba escondido en el interior.
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