Este martes, Málaga decretaba dos días de luto por el crimen machista de Débora, una mujer de 39 años que, según la confesión de su marido, falleció estrangulada tras una discusión que sucedió en el domicilio familiar, en Puerto de la Torre. El individuo, de 40 años, trasladó el cadáver a la nave que regentaba en la calle Atajate del Polígono La Estrella de Málaga capital. Allí hizo un agujero en el suelo, introdujo el cadáver envuelto en mantas y bolsas y lo tapó de nuevo con cemento. Sobre esta improvisada tumba, el hombre colocó maquinaria pesada para que fuese prácticamente imposible que otra persona localizara el cadáver con facilidad.
EL ESPAÑOL de Málaga ha podido contactar con Manuel (nombre ficticio), un trabajador que ha coincidido en varias ocasiones con el autor confeso de la muerte de Débora aunque no forman parte de la misma empresa. El detenido se dedica al sector de la ventilación (campanas, extracción...) y tiene su propia empresa.
A mediados de marzo, según apunta Manuel, el susodicho se mostraba con actitud depresiva. Estaba "hundido", cabizbajo y algo decaído, y le argumentó que no podría hacerle el trabajo que le había solicitado, algo que le llamó mucho la atención. Por ello, decidió preguntarle qué ocurría. El marido de Débora le dijo que su mujer le había pedido el divorcio y que no estaba bien anímicamente. Finalmente, este hombre finalizó el trabajo que Manuel le había pedido y no volvieron a hablar en un tiempo, hasta dos o tres meses después.
Cuando retomaron el contacto, Manuel vio cómo la actitud del autor confeso de los hechos había cambiado. Le dijo que estaba mejor, "bien, como siempre". Viendo el panorama, Manuel le preguntó por "la parienta". "Me dijo que se había ido de la casa y que le había dejado solo con las dos niñas, por lo que la iba a denunciar por abandono del hogar y de su familia. Yo le insinué si ella se había ido con otro o algo... pero no me respondió nada. Me insistió en que las niñas las había dejado aquí, cosa que me extrañaba muchísimo, a mí y a todo el mundo", explica.
Manuel asegura que el detenido era una persona común, normal y corriente, "muy tranquilo y educado". En un principio no lo veía capaz de haber hecho alguna "barbaridad", pero en vista de los rumores que corrían por su círculo más cercano no sabía ya qué pensar. "Llega el momento en el que dices 'Yo no pongo la mano en el fuego por nadie' y vamos, aún no me lo creo. El domingo me quedé helado absolutamente cuando me enteré de la noticia", prosigue.
Con el tiempo, Manuel analiza los gestos del arrestado. "Cuando me dijo que su mujer le había abandonado, lo dijo de una manera muy fría. En el momento no me di cuenta, pero ahora que lo recuerdo lo dijo muy frío", expresa. No sabe qué pudo ocurrir para acabar con este fatídico desenlace. "Creo que pudo hacerlo por miedo a que ella se marchara de verdad con ellas", añade.
Hace tres semanas Manuel le volvió a dar una oportunidad y le pidió un presupuesto para que le hiciera un trabajo. "Dije, venga, vamos a probar, a ver si ahora que lo veo un poco más centrado se anima", recuerda. "Sin embargo, no me dio tiempo. Cuando vi el tema el domingo en todos lados, yo me enteré por la noche, no podía creérmelo. Me quedé muerto, todavía no me creo que haya podido hacer algo así, y eso que lo conozco desde hace años".
Lamenta lo que le ha ocurrido a Débora porque, "como todo el mundo dice era muy buena madre", y siempre estaba pendiente de las niñas. "Yo la conocía de poco, pero él me la presentó, precisamente, allí en su nave... De verdad que me he quedado muy loco al saber que él ha estado todo este tiempo cambiando carteles y haciendo varias cosas en su nave... con la parienta enterrada. Yo no podría, es algo muy fuerte de digerir", zanja.