Málaga presume de Antonio Banderas, de Pablo Ruiz Picasso, de clima… Y de La Farola. No hay edificio en la capital de la Costa del Sol que aúne tanto consenso social en torno a su valor emocional como este faro de apenas 21 metros de altura y 206 años de historia. Por eso para Málaga La Farola es mucho más que un faro, es símbolo de su relación con el mar.

Este reconocimiento trasciende ahora el ámbito ciudadano para alcanzar una cota superior que garantiza la pervivencia del inmueble, que pasa a estar catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC), figura similar a la que pesa sobre la Catedral, en la categoría de monumento.

El acuerdo adoptado este martes por el Consejo de Ministros, que ha puesto fin a un procedimiento iniciado por el Gobierno central a inicios de 2022, refuerza la salvaguarda sobre un faro que hunde sus raíces a principios del siglo XIX, gracias al brigadier de la armada, ingeniero naval y director del Puerto de Málaga, Joaquín Mª Pery y Guzmán. Aunque muchos años antes fue el belga Bartolomé Thurus puso sobre la mesa la necesidad de que se construyese una batería y un faro al final del dique de Levante.

Pery y Guzmán presentó en las Cortes el proyecto para ejecutar una torre "para colocar sobre ella una luz que sirviese de guía a los navegantes". El 15 de junio de 1816 recibió el visto bueno y los trabajos se dieron por finalizados el 16 de noviembre de 1817.

Según los datos recogidos por el doctor en Historia Francisco Cabrera Pablos en su libro Joaquín María Pery y Guzmán y aquella Málaga que fue (1800-1835), levantar La Farola costó 387.301 reales y 22 maravedíes, lo que vienen a ser unos 600 euros actuales. 

La Farola, año 1940. Arenas

Esta es una de las singularidades que rodea al nuevo BIC de Málaga, pero no el único. Otro detalle ciertamente interesante es que quienes asumieron su construcción fueron delincuentes de medio pelo, ladronzuelos y mendigos. "Los reos habían cometido infracciones de poquísima consideración, sobre todo contra la propiedad y el orden público", precisó el historiador. 

La previsión inicial era que el edificio sustentase en alto una linterna giratoria, sobre la punta o morro de Levante, siendo necesarios 120 pies de altitud. El aparato óptico tenía 21 platillos de reverberos distribuidos en tres caras que giraban en un periodo de 1' de duración. Los 20" primeros eran de una luz muy viva y los restantes de oscuridad. 

A partir de esa primera solución, se buscaron distintas soluciones técnicas para actualizar su mecanismo de encendido. Y se vio necesario que el personal vinculado al faro viviese allí.

Una de las grandes autoridades en materia patrimonial, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, destaca de La Farola su “digna e interesante” entrada, que responde al gusto tardo neoclásico, muy característico de la época fernandina, con sendas inscripciones que recogen los datos básicos de esta singular obra.

Sobre la puerta se lee: "REINANDO FERNANDO/ VII EL AMADO / Se hizo esta obra, y quanto hay en/ ella está excutado con materias y/por artifices Españoles. Año de 1816" [se superpone el número 7 sobre el 6]; mientras que en el friso y dentro de la molduración se dice: "Esta obra fue proyectada y dirigida por el / Brigadier de la Armada Director del Puerto / de Málaga D. Joaquín M. Pery y de Guzman".

A la torre se añadió un volumen paralelepípedo de planta cuadrada de 15 metros de lado, que alberga las viviendas de los empleados y que presenta zócalo de sillería y acabado de revoco blanco con entrecalles. La cubierta plana es transitable, con acceso desde la torre del faro, protegida por un peto revocado de blanco, y piedra en remate horizontal y en pilares de esquina terminados en bola. 

La declaración como BIC ahora materializada, según la propuesta inicial, no afecta solo a la construcción. En la resolución se aludía igualmente a la existencia en el interior del edificio de objetos de naturaleza técnica relacionados con la actividad del faro: vidrios artesanales de lana de roca, balizas de acetileno, basamento de la óptica y la linterna, lámparas eléctricas, regulador de acetileno, piezas de relojería, cuadros eléctricos antiguos de gran valor didáctico… "Objetos, en definitiva, de gran interés científico-técnico que deben quedar asociados al inmueble en la declaración de Bien de Interés Cultural, y que deben ser objeto de inventario", se precisaba en el documento.

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