El pasado 6 de marzo, el oficial Juan del Grupo de Investigación y Protección de la Policía Local de Málaga estaba caminando tranquilamente por Cruz de Humilladero cuando detectó que un individuo adoptaba en mitad de la calle medidas de vigilancia, todo ello en un estado de nerviosismo poco habitual. Sus años de experiencia le llevaron a sospechar de él, y aunque se encontraba fuera de servicio, decidió seguirlo para ver qué se traía entre manos.
El varón se introdujo en un edificio de alquiler de trasteros. Juan decidió quedarse esperando fuera para ver si salía con algún objeto extraño. Tras unos minutos dentro, finalmente, el hombre salió con una mano metida en el bolsillo de la cazadora y se dirigió hacia un coche que estaba estacionado a dos calles de los trasteros. Cuando llegó al vehículo, abrió el maletero, no sin antes comprobar que nadie le estuviera mirando, y sacó una pastilla de cien gramos de hachís. "Sabía que eran cien porque es la más típica, es muy habitual", declara el oficial.
Aunque lo sencillo hubiese sido girar la cabeza y seguir su camino haciendo que no había visto nada, la vocación del oficial fue más fuerte que su razón. Y aunque estaba solo, decidió llamarle la atención. Se acercó, se identificó y le pidió que mostrara lo que acababa de guardar en la zona donde debía encontrarse la rueda de repuesto. El hombre empezó a ponerle excusas y el oficial Juan sabía de sobra que todas eran mentira. Había visto con sus propios ojos la secuencia completa.
El hijo del individuo, ajeno a lo ocurrido, llegó entonces a la escena. Ambos empezaron a pensar que Juan no era policía. "Se pusieron tensos, les empecé a poner en duda, lo que a mí me generó, como a cualquier humano, algo de ansiedad", recuerda el policía. Eran dos contra un policía que no tenía armas ni apoyo de ningún compañero, tampoco la siempre útil radio.
"Yo ya había llamado a mis compañeros y solo deseaba oír la sirena. Hasta que llegaron fueron unos minutos muy largos. Si hubiese sido uno, hasta lo hubiera podido controlar. Pero eran dos tratando de buscarme las vueltas, incluso el que metió la droga en el coche estaba adoptando posiciones. Yo no sabía si para atacarme o para salir corriendo", explica.
Juan define el sonido de la sirena como la corneta del séptimo de caballería. Llegaban los suyos. Mientras salían del coche sus compañeros, el individuo tiró las llaves del trastero bajo un coche. Se vio acorralado. "Hablamos con él. El hijo se identificó y se marchó porque no tenía nada que ver. Llegó después. El detenido se mostró colaborativo, pero es que tenía todas las de perder porque estábamos dispuestos a mirar trastero por trastero hasta llegar al suyo porque los indicios de que había sacado algo estaban ahí", asevera.
Los agentes realizaron un registro delante del individuo y levantaron un acta de incautación de efectos. Cuando terminó la actuación se procedió a su detención, pues localizaron un total de 800 gramos de hachís, 15 gramos de cocaína y casi 34.000 euros en efectivo. "Tengo mucha suerte de tener muy buenos compañeros en mi grupo. Gente muy buena, muy experta. Nos pusimos a trabajar y me sentí arropado. Al final, todo mereció la pena pese a la tensión, había mucho dinero y droga", recuerda.
Su olfato con 'los malos' en aquella actuación le llevó a ser felicitado por la Policía Local de Málaga el pasado viernes, cuando se celebró el Día del Patrón del cuerpo, San Rafael Arcángel. "No me lo esperaba porque no le di apenas importancia", comenta.
Fuera de servicio
El oficial Juan se muestra muy agradecido con el reconocimiento, aunque no es la primera vez que actúa fuera de servicio, ya ha vivido cuatro o cinco experiencias de ese tipo. "La soledad de un policía cuando actúa fuera de servicio es algo de lo que se habla poco. No se sabe si todo durará un segundo, diez minutos, como fue mi caso, o más tiempo. Lo único que tienes en tu mano es la frialdad y la experiencia, así como tu contundencia. Nada más. Te la juegas, muchas veces con el riesgo de morir", asegura, criticando que cada vez hay más agresiones a policías incluso en pareja.
"Policía significa compañía, personas, agentes. Somos un grupo, trabajamos en equipo, como mínimo en la expresión de pareja, es lo ideal. Pero cuando no, el ardor guerrero te sale. Mi hijo se está preparando para Policía Nacional y yo se lo digo siempre: ser policía no es un trabajo, es una forma de vida. Si no tienes vocación, lo pasas mal y al final te conviertes en un cadáver profesional metido en la oficina", espeta.
En los 28 años de carrera profesional que lleva, una de las experiencias más curiosas que ha vivido, también fue reconocido por ello, fue de la mano de su compañero Diego. Ambos venían de un almuerzo en el vehículo de Diego, y Juan, días antes, había conocido que le habían robado una motocicleta con llaves a un hombre. La moto era una Gilera muy llamativa y especial, de color rojo, de la que había muy pocas unidades.
"Parados en el semáforo de la Avenida de Andalucía una moto se puso al lado del coche. Era idéntica a la que habían robado. Miré en el móvil la fotografía y coincidía la matrícula. Le dije a mi compañero que era una moto robada y no lo dudamos y la perseguimos. Queríamos llegar a un semáforo para quitarle las llaves y evitar una persecución", relata.
Y así lo hicieron, pero a la altura del puente de las Américas el hombre les ve y sale huyendo. "Evidentemente, ¿qué hicimos? Pues salir corriendo tras él. Hicimos una persecución, todo esto con el coche del compañero. Pasado un rato, al final el hombre se metió en un callejón sin salida y lo detuvimos. La moto fue recuperada y el momento fue curioso, desde luego", zanja.