Desde que la palabra Covid-19 llegó a nuestras vidas, lo cierto es que nuestros hábitos de consumo han cambiado mucho. Ahora, por ejemplo, optamos más por comprar online. Según el Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía (IECA), en el último trimestre de 2019, solo el 4,1% de andaluces compró más de 10 veces desde su móvil, mientras que en el mismo período de 2022 el dato aumenta hasta el 8,61%.
Sin embargo, en el caso de Málaga, casi el 61% de la población, según datos del INE, asegura que nunca ha comprado algo online. Los más reticentes son los mayores. De los 859.699 ciudadanos que aseguran no haber usado este medio de compra, casi 515.000 (60%) tiene de 50 años para arriba.
Precisamente los jóvenes optan por comprar más a través de Internet, precisamente, por la falta de tiempo. Con tan solo un clic, pueden comprar diez prendas de ropa de golpe en lugar de pasar horas de tiendas e incluso hay webs como Stradivarius o Multiópticas que dejan al cliente probar con realidad virtual cómo le quedan algunos modelos. Incluso MAC te permite ver cómo te queda el tono del maquillaje en tu piel.
Así, como los más jóvenes pasan poco tiempo en casa, optan por depositar sus paquetes en algunos puntos click and collect. Estos pueden ser una tienda física de la cadena donde hayan comprado; una taquilla, como las que disponen en algunas calles Correos o Amazon o bien un negocio tradicional, como una papelería, una tienda de comestibles o incluso una peluquería, donde cuenten con este servicio.
Maribel Guzmán tiene una tienda de chucherías y lotería en el número 24 de la avenida Antonio Gaudí de la barriada de La Luz, en Málaga capital, pero basta con pasar apenas quince minutos en el interior de su local para darse cuenta de que también ofrece otro servicio: la recogida de paquetes. Cada vez más comercios tradicionales de la provincia se reinventan para lograr atraer a más clientes a sus tiendas, pero en el caso de Guzmán, ella fue pionera; lleva desde 2008 trabajando con este sistema.
Una persona que iba buscando locales como el suyo para convertirlos en puntos de recogida le ofreció comenzar a trabajar con DHL; tanto DHL express, que va por avión, y DHL parcel, cuyo transporte va por carreteras. "Estos son los que me ofrecieron la idea, vieron que yo era una tienda mixta, con lotería y chucherías y que iba a ser muy buena idea. La verdad es que acepté y me va muy bien desde entonces. Ya tengo nueve empresas", declara Guzmán con una sonrisa mientras atiende a algunos clientes.
Cree que al final pasa muchas horas tras el mostrador que hay que aprovechar "sea como sea". No tener este sistema le supondría tener que pasarlas igualmente sin llevarse ese ingreso extra a casa. No tiene problema en hablar de cifras. Recibe, de media, 30 céntimos por cada paquete que le llega. "Los impuestos llegan y al final tienes que pagar... Si voy a estar aquí ocho horas o las que sean, si las voy a pasar igual, mejor unos céntimos más, y que si vienen se lleven unas chuches, a no recibir nada", reconoce.
Ella abre de lunes a domingo, con el servicio de recogida y devolución de paquetes a diario, porque sabe que muchos de sus clientes se pasan el día fuera de casa y les es imposible poner su casa de punto de entrega porque nunca hay nadie. "Tratamos de facilitar el trámite a todos lo máximo posible. Sé de vecinas a las que se le han perdido muchísimos paquetes a consecuencia de ello y no me arrepiento de haber dicho que sí", prosigue.
Entrar en esta dinámica ha hecho que su almacén, además de chucherías, tenga una zona muy similar a la de cualquier oficina de correo postal. Tiene organizados decenas de paquetes en función de la empresa que los envía. El aumento exponencial de estos le ha llevado a tener que organizarse así. Si no lo hubiera hecho, hubiera sido "una locura".
Sin embargo, Guzmán es la cara positiva de la moneda. Otros establecimientos, como es el caso de Papelería Logos, también en La Luz, aprovecharon la ola de compras online con la pandemia para poner en marcha este servicio, pero en junio del año pasado lo eliminaron. Sandra, una de sus trabajadoras, asegura que cuando había un trabajador tras el mostrador había momentos que no podían atender bien a los clientes de la tienda y a aquellos que venían a recoger paquetes.
Sobre todo porque, según su relato, el público tiene un nivel de exigencia muy alto. Hasta el punto de reclamarles determinados asuntos que no les correspondían. "Alguna vez nos han pedido saber si teníamos su paquete en la papelería. Yo, como existe la ley de protección de datos, me negaba. Es lo primero que te dicen desde las empresas de paquetería, que hay que cuidar los datos. Pues se enfadaban y no lo entendían", lamenta Sandra, que cree que se trata de un trabajo extra que no está "pagado ni agradecido totalmente".
Esto, pese a que ella es algo más positiva con la recogida de paquetes, también lo corrobora Guzmán, que ha llegado a recibir reseñas negativas en el perfil comercial de su negocio en Google por parte de algunos clientes. "Alguna vez han ido a devolver una prenda de ropa y me traen la camiseta o el pantalón sueltos. Sin más nada. Yo les digo qué hago yo con eso y encima se me enfadan. También es cierto que, en ocasiones, cuando vienen, por ejemplo, sin la etiqueta de devolución es porque determinadas empresas no lo señalan adecuadamente. Pero yo no tengo culpa, yo soy solo la empresa de recogida", lamenta.
Tiendas clásicas
Pero las tiendas de barrio no son las únicas que han probado este servicio. En la sombrerería Casa Pedro Mira, en el corazón del Centro de Málaga, llevan desde 1880 ofreciendo un trato personalizado y productos especiales como chisteras, sombreros de calañés o de Panamá, pero desde la pandemia también recogen paquetes de SEUR.
María Jesús Navas, una de las propietarias, sostiene que más que una necesidad, fue una oportunidad. Después de tantos años tras el mostrador de su negocio, los pocos vecinos que quedan por la zona apostaban por pedirle a ella que les guardara cada paquete. Como ella está allí de lunes a sábado de 10 a 13.30 y de 17 a 20.30 horas, pues era el lugar perfecto donde dejarlos, con un horario amplio para recogerlos tras salir del trabajo o recoger a los niños del colegio.
"Los recogíamos, pero al final, un día por otro, todo el mundo decía eso de "Déjaselo a María Jesús"... Así que al final nos animamos a ponerlo en marcha, porque ya que me lo dejan, algo cojo", explica María Jesús. Asegura que es solo "un piquillo, que no da mucho", pero mejor es eso que nada.
En su caso, reconoce que tiene una tienda con un público muy concreto, por lo que contar con este servicio hace que, además de generar ingresos adicionales, se acerquen al local personas que quizá no hubieran entrado a comprar nunca y vean sus productos más de cerca. Quizá su secreto para mantenerse abiertos durante un siglo sea ese, la predisposición a decir sí a cualquier innovación pese a vender un producto tan clásico como el sombrero.