La entrada de Calle Larios suena desde el sábado a taconeos y a palmas marcadas en marabunta. Un corro improvisado alrededor de una guitarra, un bombo y unas castañuelas calentaban este domingo a mediodía la entrada a la Feria del Centro de Málaga en lo que era la segunda jornada de festejos.
El público estaba enloquecido. Algunas malagueñas salerosas se atrevieron a lanzarse al ruedo e incluso a soltarse unos bailes ante la atenta mirada de decenas de móviles alzados.
Bermudas y vestidos frescos, nada de grandes galas. La Feria de Málaga es naturalidad, música a pie de calle y bailes improvisados. Familias que vienen a bailar con otras familias que vienen a cantar. Los verdiales solo se entienden como una comunicación recíproca. Música hecha por el pueblo para el pueblo.
Nada más entrar por el vetusto paseo, un gran cúmulo de gente rodeaba a una pequeña banda de cuatro músicos. Aunque no se trataba de una panda de verdiales, la familia de María Manuela son unos habituales en las previas malagueñas.
Todo queda en casa, y es que esta panda, que tanta expectación reunió a su llegada, está formada por primos, hermanos, sobrinos y amigos que se juntan siempre para echarse unos cantes y hacer bailar al Centro de Málaga. “No hay nada más tradicional y puro que esto, una familia que se une para compartir la música con su ciudad y hacer que la gente disfrute de la fiesta”, contaba Manuela a EL ESPAÑOL de Málaga mientras marcaba el ritmo con una caña y dirigía los bailes de la masa como si de una matriarca con poder absoluto se tratase.
El ruido de castañuelas se iba aproximando entrelazándose con clásicos como Bamboleo y Me va, que la gente coreaba a viva voz. Trenzas multicolores, chalecos cubriendo camisas blancas y una banda bien armada de instrumentos. Los verdiales son los cantos populares por excelencia de Málaga, y a pesar de que los tiempos modernos han acabado descartando muchas tradiciones, estos siguen teniendo su público y hueco en una fecha tan señalada como es la feria.
La panda de verdiales de La Axarquía fue divagando por la extensa vía, pero finalmente encontró su posición en la puerta de entrada de Calle Larios. Sin escenarios, micrófonos o más adornos, se plantaron a ras de suelo y arrancaron a cantar su reivindicado estilo de Comares siendo rodeados de inmediato. Estas agrupaciones siempre son verdadera miel para los enjambres de personas que van buscando el calor de la música de la tierra malagueña. Cartojal en mano, la feria disfruta de los veteranos músicos que sacan a bailar unos preciosos pasos folclóricos.
Juan Ruiz, el guitarrista y músico más veterano de la panda, reivindicó que esto es la Feria de Málaga, “la esencia de nuestro folclore y nuestras raíces campesinas”. Él, junto a Antonio Pineda, que dirige la marcha de La Axarquía, no dudaron en animar a la gente a que se acercaran a escuchar la música de su región alegando que es algo único de la provincia y “que solo puedes disfrutar en su plenitud aquí”. Y es que, en una ciudad con una oferta tan globalizada y similar como es Málaga, lo verdaderamente exótico son las raíces que portamos desde hace siglos.
En el escenario que se monta a mitad de Larios, la panda Montes de Guadalmedina ofrecía en esta jornada dominical una versión mucho más joven y fresca de los verdiales. Esta panda, con un plantel generacionalmente más renovado, alentaron con salero a la gran multitud que tenían justo enfrente. Aunque los verdiales son un género minoritario, en esta festividad sus músicos son tratados como estrellas a las que, al bajar de la tarima, se les piden fotos y se les regala el oído.
Tanto es así, que Miguel Fernández, guitarrista de la panda, salió de su actuación eufórico y con ganas de “tomarme unos cubatas”. Los músicos hacen de esto su fiesta, y se lo pasan tan bien que pretenden que sea la de todos los malagueños. “Tenemos un ambientazo increíble, esto es una verdadera gozada. La gente cree que los verdiales son algo antiguo, pero eso lo dicen porque no se han acercado a ver esto. Es lo que más caché le da a Málaga”, comentaba muy animado el guitarrista.
Era palpable en el ambiente que esta panda conectaba más con todas las generaciones. Tanto es así, que el último pase en el escenario antes de tirarse a las calles a recitar unos cuantos cantes más, lo hicieron acompañados de las jovencísimas niñas de la escuela de baile de Elena Romero.
Con solo un paseo por el Centro, uno puede percibir que los verdiales no le temen a los nuevos tiempos. En la era de los grandes escenarios y de los conciertos de masas, estos siguen sobreviviendo y manteniendo intacta una pureza por lo sencillo totalmente incorruptible. La gente sigue yendo a verlos con devoción y son una parada clave que el Ayuntamiento programa sin falta cada año.
Los verdiales son para todos, y si no, que se lo digan las dos jóvenes vestidas de gitana que se grababan un TikTok en plena Calle Larios mientras bailaban una copla de los montes. Como dijo El Kanka en su pregón, "la Feria de Málaga es de todos", ya que en ella conviven "el vasallo y el señor, el paciente y el doctor o el chavea y el pureta".