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Más de la mitad de las agresiones sexuales que ocurren en España tienen lugar en el seno familiar. En concreto, el 50,3% de los agresores son familia de sus víctimas, una cifra que aumenta hasta el 85,9% en niños de entre 0 y 9 años, según se refleja en datos de un estudio firmado por la Fundación Anar a comienzos de 2024.

Lydia (usaremos este nombre ficticio para proteger su identidad) es una joven malagueña de solo 21 años, pero a su edad ya conoce bien el significado de la palabra calvario y lo que suponen los porcentajes de este estudio. Según su relato, es víctima de un presunto agresor sexual, pareja de su tía materna, desde que solo era una cría. Ese mismo sufrimiento ha sido denunciado por cuatro niñas de su misma familia y otra menor que es familiar sanguínea del agresor y ajena al resto de chicas.

"Con solo tres años me di cuenta de que mi vida estaba sentenciada para siempre", sostiene la joven ante EL ESPAÑOL de Málaga. Al parecer, en su casa siempre han tenido mucha relación con una de sus tías maternas y la pareja de esta. Es por ello por lo que, cuando su madre tenía que trabajar o hacer otros recados, solía dejarla en la casa de ambos, ya que confiaba mucho en ellos. Hacía lo propio con las otras dos hermanas de Lydia, que en la actualidad tienen 20 y 16 años.

Sin embargo, no sabía qué ocurría de puertas para dentro. Según relata Lydia, cuando era una niña, el marido de su tía aprovechaba que esta salía a comprar o dormía para cometer estas agresiones sexuales. En su caso, explica que el hombre escondía estos comportamientos entre juegos como el escondite. "La primera vez me pidió jugar al escondite, aunque no al que yo tenía en mente, era uno totalmente distinto. Comenzaba a tocarme mis partes", cuenta.

Recuerda que aquella primera vez, su impulso la llevó a esconderse dentro del armario. Al llegar su tía, esta no entendía nada. "Después de aquello, cortamos el contacto por otros motivos, lo que a mí me benefició, ya que no lo veía", expresa la joven.

No vuelve a encontrarse con su 'monstruo' hasta que tiene seis años. De esta situación sí que se acuerda bien, según manifiesta, pues era "más consciente" de lo que estaba ocurriendo. "Mi hermana pequeña se fue con mi tía a comprar y yo me quedo con mi otra hermana, que es sorda, con la que me llevo muy poco tiempo, apenas once meses. Ella se queda en una habitación jugando y yo estoy en otra sola con él. Me propuso un juego que consistía en que yo me subiera encima de él e hiciéramos como que manteníamos relaciones sexuales", dice Lydia, a duras penas.

Asegura que ella le pedía que la bajara, pero que él la agarraba y la subía "adrede". No se puede borrar aquella imagen de su cabeza. Ella no lo sabía, pero su hermana estaba viendo todo al otro lado de la puerta. A la hora del almuerzo, es esta le cuenta todo a su tía cuando Lydia se niega a comer. La mujer le reprocha, en un principio, a su marido lo que ha hecho. 

Siempre según el relato de Lydia, que se retira de la mesa cuando esto ocurre, su tía la persigue y le ruega que no cuente lo que ha ocurrido, subrayando que "ha sido un juego" y que todo debía quedar entre ellas. "Yo pensaba que en ese momento iba a preguntarme si estaba bien y si me había pasado algo", piensa Lydia. Pero no fue así.

Con su edad y el cariño que le tenía a su tía, "una persona adulta", la niña abogó por callar. Pensaba que era lo mejor que podía hacer. En aquel entonces, seguía sin saber que estaba firmando una suscripción a su peor pesadilla. Tras otra discusión familiar, pasó semanas sin volver a verlo, pero transcurrido un tiempo, el hombre no dejó de estar presente en sus vidas. Ya fuera de vacaciones, en casa de su tía, o hasta en su propia vivienda.

"En ningún momento se me pasaba por la cabeza que mis hermanas o mis primas pudieran ser víctimas. Creía que solo me lo hacía a mí y tampoco me lo quería imaginar porque... no podría perdonármelo", dice la chica, que no para de beber agua y tiene que pararse a respirar con calma en varias ocasiones durante la entrevista.

Cuando ya es una adolescente, este individuo sigue teniendo comportamientos similares a los que venía mostrando en el pasado, pero su excusa cambia. Según relata Lydia, si de pequeña solía agasajarla con regalos a cambio de acceder a sus juegos, ya de mayor llegaban las amenazas si ella ofrecía su rechazo. "Si le negaba un masaje, me decía que iba a matar a mi madre o a mis abuelos, que tenía una pistola o un cuchillo muy grande", relata.

Así se ganó su silencio. Reconoce que no tenía una situación sencilla como una niña que era: "Mi tía está dormida, no tengo móvil para llamar a nadie. Y si llamo, ¿a quién lamo? Nadie me va a creer. Eso es algo que sentimos todos lo que hemos vivido algo así, que no nos van a creer nunca. Y menos siendo una niña de 12 o 13 años frente a un tío que tiene 45".

Una primera denuncia

A los 19 años, en 2022, Lydia da el paso de contarle a su madre el infierno que lleva viviendo desde que tiene uso de razón por culpa de la pareja de su tía. Se da cuenta de que las amenazas cada vez son más graves.

Aunque la última agresión sexual por parte del hombre la sufre con 17, las amenazas como "no te eches ningún novio porque lo voy a matar" siguen llegando. Se percata de que si no reacciona, todo podía llegar a unos niveles muy graves.

"En mi casa somos todas mujeres: hermanas, madre, tía, primas, mi abuela... El único hombre es él, no hay nadie más. Entonces yo creo que se sentía como el que tenía el control. El hombre con tendencia a ser agresor sexual es así", denuncia.

Lydia se anima a informar a su madre cuando sabe que cae la primera denuncia sobre su agresor. Al parecer, el primer testimonio que pone el foco sobre este hombre es el de otra niña de la familia de este, que no tiene que ver con la de Lydia.

La psicóloga de la cría, de solo nueve años, cita a su madre a inicios de 2022 para informarle de que la niña le había contado durante una de las sesiones que un familiar le había realizado tocamientos en varias ocasiones.

Según adelantó Diario Sur, ante estos hechos, la madre fue a un centro de salud para obtener un parte médico y conocer si la menor se encontraba bien. Tras hablar con una trabajadora social, decidió no denunciar lo que había ocurrido para evitar "un trauma" a la menor, que siguió yendo a su centro de psicología habitual.

Pese a todo, el centro de salud notificó los hechos al juzgado de guardia, que en aquella fecha era el de Instrucción número 11 de Málaga capital. Y el magistrado ordenó al Grupo de Menores (Grume) de la Policía Nacional que investigara lo sucedido.

A raíz de esta primera denuncia, el runrún comienza a ser latente en la familia de Lydia, que de inicio no se cree estos hechos. En ese momento ella ya está con su pareja actual, quien está presente en la conversación con este periódico. "Yo recordaré el día que se enteraron toda la vida. Estaban comentando que cómo podía ser y vi que todas las niñas se metieron en sus cuartos de golpe. Se quitaron del medio. Eso me hizo sospechar de que algo pasaba", explica el joven, que se quedó "intranquilo" por el lenguaje no verbal que se percibía en todas las chicas, pero especialmente en su novia, a la que conocía mejor que ninguna.

De hecho, a principios de 2022, ella decide marcharse a vivir a casa de su novio, con el fin de alejarse de lo que estaba viviendo. Solo le había contado a su pareja que estaba pasando una mala racha familiar para tranquilizarle, pero unos meses después tuvo que contarle la verdad, pues por las noches llegaban a darle fuertes ataques de ansiedad a tal nivel que sus suegros tenían que llevarla al hospital. "Se despertaba gritando, tenía muchísimas pesadillas", relata su novio.

Como el caso de la primera niña cada vez cobraba más fuerza, la madre de Lydia decide preguntar de nuevo a sus hijas sobre si a ellas les había pasado algo con este hombre. Al principio, el silencio es la respuesta de todas, pero cuando Lydia le cuenta la verdad, todas se animan a sumarse a confesar su versión. "Lo peor fue contar la verdad por teléfono y que a los diez minutos te devuelvan la llamada para decir que a mi hermana y a mi prima también les había pasado", dice Lydia, rota, entre lágrimas. 

En total, cinco niñas de su familia, incluida la propia Lydia, dicen haber sufrido supuestas agresiones sexuales por parte de este hombre, que tiene ya una orden de alejamiento sobre ellas. Tras salir el caso de la familiar sanguínea del individuo, luego denunciaron las primas de Lydia junto a ella y sus hermanas. Pese a la dureza de los seis testimonios, Lydia sostiene que su presunto agresor sigue libre tras haber pasado un solo día en el calabozo.

"¿De qué sirve hoy en día una orden de alejamiento de 500 metros? De nada. Rechazaron la prisión preventiva porque decían que no tenía riesgo de escape... Tenemos miedo de salir a la calle, de encontrarnos a esa persona", lamenta la joven.

Vía judicial

La causa de la primera niña va más avanzada que la familia de Lydia y está previsto que el juicio se celebre el próximo 19 de marzo en la Sección Tercera de la Audiencia de Málaga. La Fiscalía solicita que se le imponga al acusado una pena de cinco años de prisión tras recibir una primera denuncia por abusos sexuales, según han señalado fuentes judiciales.

El caso de Lydia, sus hermanas y sus primas está siendo investigado en el Juzgado de Instrucción número 10. En esta causa se investiga al hombre por los presuntos delitos de agresión sexual continuada con acceso carnal (sobre dos de ellas) y por abusos sexuales sobre el resto. Se comenzó a instruir en noviembre de 2022 y siguen a la espera de juicio. Este se celebrará en la Sección Segunda.

Para Lydia el trámite judicial está siendo "verdaderamente duro", sobre todo al principio, cuando tenía que repetir una y otra vez los duros momentos que había tenido que vivir, según su relato.

"He aprendido a contar todo automáticamente. Los jueces que me tocaron, al igual que el fiscal, fueron muy buenos. Me dieron mi tiempo y me ofrecieron agua y cleanex. Soy la más adulta, pero fueron muy comprensivos. Eso ayuda, pero es difícil sentarte ante una persona importante con tu palabra, que es la que cuenta, pensando en si será suficiente para que me crean y esta persona vaya a prisión. Espero que todo acabe pronto. La Fiscalía pide en total para nuestra causa 65 años de cárcel para este hombre de los cuales 13 son por lo que me hizo a mí", zanja.