Publicada
Actualizada

Este miércoles a primera hora de la mañana, la barriada malagueña de La Trinidad se vestía de luto por la muerte de Alejandro, un chaval de 17 años que fue víctima de un atropello mortal en la avenida de Barcelona, a la altura del cruce con la calle Carboneros, sobre las 7.20 horas, cuando se dirigía a sus clases.

El Grupo de Investigación de Accidentes y Atestados (GIAA) de la Policía Local de Málaga se ha hecho cargo de la investigación para tratar de esclarecer los hechos después de conocer que el conductor de la furgoneta que arrolló a Alejandro dio negativo en drogas y alcohol.

La noticia corrió como la pólvora en el barrio. Un atropello mortal siempre es duro, pero si la víctima es un menor de edad, con toda la vida por delante, incluso puede doler más. Eso mismo piensan los amigos de Alejandro, quienes se han mostrado devastados ante este periódico.

Todos recuerdan a Alejandro como un muy buen chico. El pasado verano celebró su graduación de la ESO en el colegio Sagrado Corazón de Carranque y excompañeros aseguran que "no dio un ruido a ningún profesor nunca". Este curso estudiaba en el colegio de La Asunción un ciclo formativo relacionado con la informática y la tecnología.

El centro ha expresado su pésame a sus padres a través de sus redes sociales. "Desde estas líneas nos unimos al dolor de la familia y de los compañeros del ciclo, a los que acompañamos con la oración en este día", han escrito

Los que conocían a Alejandro resaltan su gran personalidad, esa que nadie era capaz de torcerle nunca. "Si algo era su pasión, eso era el fútbol. Y más concretamente el Málaga C. F.", dice una de sus amigas. Como buen malaguista, vivía los partidos de los blanquiazules a flor de piel, más ahora con el ascenso a Segunda División.
Sus amigos quieren ahora que el Málaga C.F. lo homenajee en el próximo encuentro que los blanquiazules jueguen en La Rosaleda, porque no habría nada en el mundo que le hiciera más ilusión "allá donde esté".

Ese amor por el deporte se trasladaba también a su día a día, pues era un chaval que solía acudir al gimnasio, le gustaba cuidarse. No solía saltarse sus entrenamientos cada semana.

Y también destacan su "locura por la tinta". Los tatuajes le encantaban. Según relata una de sus amigas, Alejandro le prometió que se tatuaría "sus ojos" o su "inicial" para dejar marcado por siempre la amistad que tenían.

Alejandro era muy sociable, según su círculo cercano, pero no se exponía demasiado en redes sociales. Todas sus cuentas, tanto la de TikTok como la de Instagram, eran privadas e igualmente, dicen, no solía ser muy activo en ellas. "Era muy sociable, pero tenía su vida privada y él lo cuidaba eso mucho", declaran sus amigos, que le echarán mucho de menos.