Cantan los esteponeros de Airbag en su tema Koi no yokan: "El corazón más seguro es / el que acaban de romper (...) Donde ha caído una bomba ya / no va a volver a caer / otra bomba otra vez". A la Málaga tecnológica le conviene que no tengan razón.
A veces hay milagros. Para la ciudad, uno de ellos fue la irrupción de una generación de emprendedores que crearon desde una urbe -en aquel momento- sin tanta pujanza innovadora varias empresas de base tecnológica que hoy son líderes en sus terrenos en todo el mundo. Son los BeSoccer, VirusTotal, Freepik, Uptodown, etc. Para el ecosistema startupero malagueño, ya poco menos que la alineación de los apóstoles.
El fundador de la propia BeSoccer, el paleño Manu Heredia, definió en el I Encuentro Tecnológico de EL ESPAÑOL de Málaga la aparición de esa brillante promoción como por "generación espontánea". No había tantos coworkings, crowdworkings ni afterwork, ni tantos titulares celebratorios sobre el auge de Málaga, ni probablemente tanto dinero público invertido en incubadoras y proyectos de innovación; era, en definitiva, un terreno mucho más árido que el actual. Y, sin embargo, florecieron.
La sombra de esa predecesora gran generación de emprendedores de la Málaga tecnológica es alargada. Marcaron un estándar de crecimiento, a pulmón -es decir, sin grandes inversiones más que las que se pudieran hacer con las propias ganancias- y con casi todo el peso puesto en la respuesta casi inmediata que obtenga el producto, nacido de la necesidad de un ecosistema tan seco. Son especies propias del tiempo y la ciudad en la que explotaron.
Ahora -en gran parte, gracias a esos pioneros- los vientos soplan favorables y no son pocos los que se preguntan dónde está la próxima gran generación de emprendedores que recoja el testigo de Heredia, Quintero y compañía. Es posible que la expectativa no sea del todo justa: hace falta tiempo y dinero. Recuerdo aquel anuncio de unas becas: "¿Dónde está la persona que descubrirá la cura del cáncer? Estudiando".
El ecosistema de empresas emergentes de la ciudad goza afortunadamente de buena salud. En los coworking, crowdworking y afterwork -se celebra que ya sí se multipliquen- se agolpan los aspirantes a cosas grandes con buenas ideas, pero falta un ingrediente para tener la receta clásica al completo.
No todas podrán crecer a pulmón: ya no son especies de desierto, son hijas de su nuevo tiempo y necesitan riego. Si la inversión de capital riesgo se atreve a bajar de Despeñaperros -como sí se aventura a ir a Alicante, Valencia o Palma-, encontrarán talento innovador a raudales, al que será mucho más sencillo tener éxito y hacer que surja esa próxima generación malagueña de emprendedores distinta y necesaria. Hasta entonces, seguirá tocando coger el AVE a Madrid para hacer los pitch.
Para fortuna de esta columna, la canción de Airbag termina dándole la vuelta al planteamiento inicial: "Ayer juré que no iba a volver a caer / hoy ya te quiero conocer". Un buen presagio.