Apagó el lunes el eco
de la pasada semana
con suspiro futbolero,
con Gavi y gol de Morata,
con la estrella de un chiquillo
sobre el escudo de España
y un objetivo cumplido:
volver a dar la badana
con fútbol un mes entero
en el venidero otoño.
Si no eres muy futbolero,
terminarás hasta el sueño,
el sueño de José Alberto
que ve cerca los play offs.
De penalti, un uno a cero,
nos valía y nos valió.
Al abonado en Tribuna,
en Fondo o en Preferencia
hace el plantel menoscabo
cuando a Gol van y saludan
con denodada vehemencia.
Van a acabar hasta el cierre.
Cierre de los presupuestos
para el dos mil veintidós
que el ayuntamiento ha puesto
dentro del congelador
para todo lo tocante
a proyectos e inversiones,
subiendo el gasto social.
Y eso no está nada mal:
menos gastos deslumbrantes
y más ayudar, colores,
los del vicepresidente
de la Junta, Juan Marín.
Colores sobre su frente,
anaranjado carmín
del beso que, traicionero,
algún malevo plantara
grabándole de esquinilleo
y coloreando su cara.
El presupuesto se aleja
y tendremos elecciones.
Desde San Telmo se aprestan
a tocarnos los follones
de tráfico que dejó
en Málaga la Cotec.
El centro se colapsó,
policías por doquier
escoltando a presidentes
de Italia y de Portugal
y a nuestro Rey sonriente,
que no fue a la catedral
a ver al Verbo Encarnado
como hiciera Matarella.
Un gran elenco de estrellas
por Málaga desfilaron,
Banderas volvió a subirse
a las tablas del teatro
con un estreno sonado
echando sal a los tristes
estertores otoñales
que darán paso al invierno,
que en Málaga tuvo un sueño
que a mi me cura los males.
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