Tanto nos han inculcado aquello de ser positivos en la vida, que el famoso karma nos la ha jugado. ¿Positivo? Ya verás tú el PCR. Lo de ómicron parece ser el paso definitivo para que entendamos (si es que quedaba algún despistado o fan de Miguel Bosé en la sala) que esto nos afecta a todos y que, más tarde o más temprano, parece que esta historia consiste en acabar pasando el mal trago de la forma más leve posible, hasta interioridad que el virus no llegó para irse, sino que vino para quedarse.
Andan en Oriente algo confusos, porque Sus Majestades los Reyes (no hablamos de Felipe… ni siquiera del emérito, sino de los magos a los que ya esperamos) viven sus segundas Navidades entre virus. Camellos vacunados, cartas de los niños ya repasadas e ilusión, mucha ilusión que repartir por todos los rincones de la Tierra… pero confusos porque esto del bicho nos acaba atropellando y, a día de hoy, seguimos sin tener claro lo que es una cabalgata estática, no sabemos si los mencionados llegan con mascarilla o sin ella y, lo que es peor… su obligada visita a Málaga (idilio el de estos señores con la capital de la Costa del Sol, donde incluso duermen siempre la noche antes del ‘reparto’) se ve este año empañada por el positivo de un tipo muy positivo: Daniel Pérez.
Le tocaba al nuevo jefe provincial del PSOE encarnar a un Baltasar que no va a faltar a la cita con nuestra ciudad, pero al que tendrá que poner rostro la también concejala socialista Rosa del Mar Rodríguez. Tranquilos, adeptos del tercer rey de la lista, porque su carroza (si es que la hay y todo sigue adelante) estará por tanto bien ocupada, a pesar de que cambiemos el apellido de Pérez a Rodríguez. Aplausos para Melchor, Gaspar y Baltasar no faltarán un año más en Málaga, si bien toca aplaudir también el gesto del portavoz socialista, que tira de responsabilidad y, pese a salir antes del día 5 de cuarentena, apuesta por dejar el testigo a su compañera de bancada. Seguro que no le faltaba ilusión y ganas, pero su gesto le honra.
Y entre tanto, los camellos no han dejado de prepararse estos días para esa jornada tan especial, en la que seguimos sin saber qué diablos pasará en una ciudad metida ya como otras tantas en un nivel 2 de alerta sanitaria que nos da una bofetada de realidad después de meses en los que nos las prometíamos felices. Reyes Magos con todo listo, niños esperando esa llegada como agua de mayo… y una capital metida en lío que no es propio pero del que no somos ajenos, en plena campaña de Navidad o, lo que es lo mismo, en ebullición de casos ya confirmados y con la ligera sospecha de que esto, en las próximas semanas, no puede sino empeorar.
Lo sé: no es precisamente ser positivo, hablar en estos términos pero, a estas alturas de la película, no sabe uno si alegrarse por no serlo, o pedir perdón por mantenerse en esa línea negativa que más bien tiende a realista. Porque uno habla con profesionales del sector sanitario, lee a quienes entienden (al menos un poco) lo que nos está pasando, trata de hacer un ejercicio de pedagogía con los más pequeños, para transmitirles que esto pasará y que pronto nos reiremos de aquellos botes de hidrogel en la puerta de los comercios… y se esmera, por tanto en ser positivo en el verbo y negativo en la práctica.
Pero es tan incesante la lluvia esta que nos está cayendo, son tantos los neo-expertos en virus y otras pandemias; tantos son los mensajes de “esto no ha terminado”, que se cruzan con otros que dicen aquello de “un arreón más, y a las calles, que hay mucha luz que ver… son tantas las contradicciones y tanto el sufrimiento, que uno ya dice aquello de “bah” y agacha la cabeza al tiempo que se desplaza hacia el frente, sin siquiera saber si son galgos o podencos.
No hay ilusión más grande en el año, que un día 5 del primero de cada año. Puedes ser de Melchor, de Gaspar (creo que son los menos), o de Baltasar, con o sin PCR… pero siempre positivo. Los tres vienen de camino y en sólo una semana se dejarán caer por las casas de esos malagueños que hayan sido buenos… y positivos de espíritu. Para los positivos de test seguro que también traen cosas, que culpa no tienen y se cuenta a miles. Por desgracia faltarán algunos a los que dejar regalos. Para ellos, un beso al cielo y un mensaje también positivo: su amor no se ha ido, sino que permanece en sus respectivas casas.