“¿Están los extraterrestres? ¡Qué se pongan!” Grande Gila y grandes sus frases para la historia, aplicables perfectamente a una llamada convencional en pleno 2022, con ese singular tono del humorista y adaptadas a una realidad de chiste, pero sin gracia alguna.
A falta de que un marciano se nos presente en plena calle Larios al grito de “Qué bonita está Málaga!” podemos decir, convencidos, que nos hemos pasado ya la práctica totalidad de pantallas del juego. Una especie de ‘Jumanji’ vital, que nos permite anotar en nuestro registro el haber sabido sortear una pandemia, no sabe uno ya cuántas crisis económicas y a varios gobiernos incompetentes a los que sólo usted, y no este que escribe, puede poner nombre y apellidos.
Los más jóvenes tiran más al ‘Gintonic’, pero quien más quien menos, lector de estos párrafos, seguro sabrá relacionar una botella de cristal ‘adoquinado’ y un mono, como bebida con sabores de anís y aroma castizo. Un brebaje particular, muy español, y cargado de historia (los primeros ‘lingotazos’ de esta bebida señalan al siglo XIX) que por poco que guste a los más modernos, seguro les agrada más que el mono de las noticias que, desde ayer, inunda titulares y agota al mas optimista. El mono y su anís. La España de antes.
De los creadores de “Tengo una burbuja inmobiliaria para ti”, “La crisis que destrozará tu bolsillo”, “La pandemia de tu vida” o “Un riñón por tu recibo de la luz”, llega ahora “La viruela del mono”. El prólogo lo escribe el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón. ¿Qué puede salir mal? Dice en su primera línea que “no es probable que esta enfermedad vaya a generar una trasmisión importante, pero no se puede descartar". ¿Les suena? De broma, pero sin risas. Simón ha hablado. ¡Vayan buscando harina!
Los que no tienen que buscar demasiado para encontrar un destino que les agrade son los miles de de fuera de nuestra provincia, que ponen en el aeropuerto de Málaga-Costa del Sol su punto de mira. Lo que se dice apostar a caballo ganador. Parece que, sí o sí, este 2022 nos agarra de nuevo a la cuerda triunfante de 2019, cuando seguíamos batiendo récords de llegadas pero también de ingresos, y las pandemias nos sonaban a cuento de las películas. ¿Problemas? Pocos. Dejemos ya a un lado el absurdo debate impregnado de turismofobia y centrémonos en atraer a un turista de calidad, poniendo coto a aquel que nos elige para aportar menos de lo que recibe. Esa es la clave y en ello se debe trabajar. Aquello de la calidad, por encima de la cantidad que tantas veces hemos escuchado.
Viene todo esto que ni al pelo, el día en que algunos todavía “duermen la mona” (¡otra vez el primate!) después de ver a Frankfurt y Rangers pelear por un título europeo en Sevilla. Ni les cuento cuál es el aeropuerto de mayor relevancia en Andalucía. Una pista: no es el de San Pablo. Es por eso que usted paseaba ayer por el centro y veía algo así como una plaga de camisetas (sobre todo azules) y a sus portadores hablando con acento escocés… pero también alemán, que los hubo y muchos.
Más de 10.000 futboleros se estima que “eligieron” Málaga en horas previas a la final de Europa League. Venían al partido, pero optaron por paseo y cerveza -en orden seguramente inverso- por la ciudad que vio nacer a Picasso. Paradojas de la vida, en el Día Internacional de los museos, escoceses y germanos no venían precisamente a ver la pinacoteca de calle San Agustín. Al menos, eso sí, no montaron una batalla como la que sí que acabaron protagonizando en Sevilla. ¡Qué monos!