El pesimista nace o se hace. No es pregunta sino confirmación. Sopla y sopla el viento y con él, nos toca movernos y adaptarnos, como la hoja que agita el viento sin tener muy claro el destino. Y cierto es que alguna hoja viene ya con la etiqueta de caduca y el vuelo configurado de fábrica… pero a otras, les toca adaptarse a ese viaje conforme la vida les da un inesperado zarpazo.
Una letra se me viene a la cabeza. Esperen que piense. ¡Vale! ¡Ya me acuerdo! Decía algo así como “sube y sube, y no se baja (…) Sube y sube, y llega al cielo”. ¡Qué razón tenía Thalia! La canción es de 2018, pero bien la pudo haber compuesto un día perdido de este mes de mayo que se nos va, dejando por el camino a los muchos que ya, sencillamente, no saben cómo pagar su factura. Porque lo de llegar a final de mes es una quimera, en el panorama actual; el reto es llegar con solvencia a mitad de mes y no ahogarse del todo, antes de que llegue la siguiente ronda, que no es de chupitos, sino de recibos pendientes.
No se sostiene. Esto no se sostiene. Me da igual Putin, me da igual Ucrania (entiendan el contexto en el que hablo) y me da igual la excusa más argumentada posible. No se sostiene. Nos ahogamos. Los precios no han parado de subir, llenar el depósito (o simplemente animarlo un poco) se ha convertido en un imposible; las cadenas de supermercados te venden ahora el mismo producto, a un precio mucho mayor… y con nuevo envase, más ‘recortadito’ (con menos cantidad en muchos casos), pero hazte el tonto y di que no te habías dado cuenta. ¿A que lo sabías? Saben que lo sabes, pero aquí seguimos ‘tragando’.
Me contaba un amigo esta semana que, “con la que está cayendo”, lo raro es que esto no haya explotado ya por algún sitio. Añadía yo que “por la mitad de lo que está cayendo” se montaron huelgas generales, se rodeaba el Congreso, se pedían dimisiones en masa y se lanzaban objetos contra la sede del partido del Gobierno, convencida la ciudadanía de que la movilización era el único arma eficaz. La pandemia no era el Covid, sino la resignación del pueblo. Hemos cambiado acampadas en la Puerta del Sol, “porque esto no hay quien lo aguante” por mensajes en redes sociales, que lo más que hacen es provocar un colapso de notificaciones al mencionado de turno, que un par de minutos después resuelve el problema bloqueando la cuenta del hater de turno.
“De esta saldremos mejores”, decían. Aplaudíamos desde el balcón, encerrados en casa, sabedores de que hacíamos lo que debíamos, pero sin tener ni idea de lo que nos vendría cuando las mascarillas fuesen un elemento voluntario, y cuando de nuevo pudiéramos campar a nuestras anchas por el mundo. “Viajaré todo lo que no he podido en este tiempo”, dijo más de uno. Le contesta otro: ¿Has echado un ojo al precio de la gasolina? ¿Acaso te puedes permitir pagar un billete de AVE a Madrid? ¿Eres consciente de lo que cuesta alojarse un día en un hotel medio? No. Les aseguro que no trato de echar agua al vino, sino de recordar lo que no hace falta explicar demasiado. Las cosas están difíciles, sobre todo para aquellos que ganaban poco y que, ahora, ganan más disgustos que billetes.
¡Vale! Me pillan con el lado pesimista algo acelerado.
Y es que, a las puertas del verano (que se asoma estos días a nuestra tierra, con temperaturas que ya nos hacen ver lo que viene en los próximos meses) quien más, quien menos empieza a planear lo que debería ser un periodo de descanso, que en muchas ocasiones imaginamos fuera de nuestro territorio. Y nuevo, el golpe de realidad y la bofetada para esos muchos que se las prometían felices, poniendo sus pies a remojo en cualquier punto de la costa española, o viajando a un destino cultural de esos que prometen un verano que no se olvida. Pero claro: todo sube, menos las nóminas, y la cosa se empieza a poner difícil, más aun cuando vemos que los precios hoteleros también suben, y lo hacen hasta un 43% en Andalucía.
El sector turístico confía (y sería bueno para todos) en que este es el verano. El aeropuerto de Málaga, la puerta más grande y acogedora al sur del sur, y punto clave para el turismo que llega a Andalucía desde toda Europa, ya muestra su musculatura como aquel culturista que se tuvo que recuperar tras una lesión y ahora presume de bíceps. ¡Y qué bíceps! Para muestra, un botón: la de la Costa del Sol es ya la infraestructura aeroportuaria que más tráfico internacional ha recuperado en toda la península. Hasta abril, el 82% del total de viajeros extranjeros que llegaba antes de la dichosa crisis sanitaria llega de nuevo a nuestra tierra. ¡Ni les quiero decir lo que se avecina en los meses más ‘potentes’ del año! Y si esa rueda gira, las demás se van animando, porque esta gente necesita alojamiento, servicios, cultura, ocio y un poquito de Sol, aunque sólo sea prestado. Nuestra rutina es su envidia y eso debe animarnos.
En tiempos de pesimismo, algo de luz… algo de optimismo. Me va cambiando la cara… ¡hasta que toque de nuevo llenar el tanque!