En 2022, cuando cumple 63 años desde su primera aparición… los niños seguirían votando a Peneque. ¡Y los mayores, sin duda, lo haríamos si se presentase! Pocos malagueños han despertado el cariño que él arrastra allá por dónde va. Pocos malagueños, o ninguno, consiguen que el silencio se haga en el foro en que se personen, sólo por el simple hecho de tomar la palabra. Él lo consigue. Pocos, o casi ninguno, son capaces de poner de acuerdo a derecha e izquierda, con herramientas tan básicas como una sonrisa provocada o un golpe de picardía. Él, sí. Y no viene mal una dosis de esa picardía, cuando nos movemos (todavía) en la primera semana de una campaña electoral que empezó (casi) en diciembre.
En plena campaña electoral, tenemos de todo un poco. Repasemos: hay un presidente que quiere seguir siéndolo y que se lo confiesa a una vaca en cada proceso electoral. Enfrente, tenemos a un hombre de discurso dócil pero de argumento cargado de Espadas, y con alguna que otra mochila, por qué no decirlo. Contamos, además, con un señor que parece presentarse a la vicepresidencia, porque le vale con repetir fórmula junto al candidato popular y ni siquiera se postula como ganador (sensatez, lo llaman). Pero hay más: la cuota femenina, que no es corta por cierto. Repite liderando unas listas, aunque en este caso con marca ‘made in ella misma’, una andaluza que lo es y mucho… Y lo expresa, y lo muestra y lo pelea en cada frase, para que no se nos olvide que su amor es para un alcalde, pero su empeño es andalucista. Y claro que sí: en el patio de pretendientes, otra mujer… que no es andaluza, pero dice serlo más que cualquiera de sus adversarios políticos, con brisas de Levante, pero un aire de Salobreña que cualquiera le rechista. Ellos, y otra aspirante que se habla con Yolanda Díaz, pero también con Íñigo Errejón, y que lo es como cabeza de cartel de un monstruo de seis cabezas… ¡No nos falta un perejil!
Y es que, es verdad: el candidato perfecto no existe y nos toca a los andaluces, valorar cuál de los mencionados se parece más a ese proyecto de región que nos imaginamos, que queremos y a la que aspiramos. Una comunidad en la que no nos cuenten milongas cuando una obra se retrasa once años, o cuando las listas de espera para un especialista se alargan como el chicle aquel kilométrico que comprábamos de pequeños, pero en este caso con un sinsabor notable, porque en la salud nos va todo. Queremos una identidad propia, defendida por nuestros altos cargos, pero no nos hace falta exagerar el acento, ni emitir cuñas de radio en las que se aspire la -s. Queremos servicios públicos, pero también progreso e inversiones de fuera. Queremos turismo, pero no jóvenes sin camiseta y pasados de vueltas. Si lo piensan, todos queremos algo parecido y sólo en los matices (que a veces, de verdad, no son tantos como pudiera parecer) está la diferencia.
No hay un candidato perfecto, es cierto, pero si lo hay, debería parecerse en algo a ese Peneque al que mencionaba al principio, y al que todos conocemos. Ese a quien elegiríamos como portavoz de un día a día sin preocupaciones y cargados de simpatía. ¿Un poco ‘gamberrete’? Seguro que sí pero, ¿acaso no lo son algunos de nuestros gobernantes? Al menos, a él se le ve venir y su dieta no pasa de un bocadillo liado en papel de aluminio. A otros les va más la cocina sofisticada y sus gamberradas, poco agradan al electorado.
Malagueño convencido, el aludido títere aglutina un buen puñado de esos valores que, en la vida real, pediríamos al comandante de nuestra nave: valiente, inocente sin trampa ni cartón, defensor de nuestras tradiciones porque él mismo lo es, cargado de amor por los suyos y por lo suyo… y con un toque de picardía que nunca disgusta, cuando el corazón es puro. Ficticio, pero tan real como el cenachero. Genio y figura, Peneque. Vota Peneque… y no nos irá mal.