Escribo estas líneas en mi escala en Dubai y miro el mundo con ojos nuevos. Hace tres años que no iba a Asia. Me espera un trimestre intenso en Vietnam, Corea, China, India… Vuelvo a maravillarme con los Airbus 380-800, un gigante del que Emirates Airlines tiene un buen número. Estos enormes barcos voladores desplazan 850 pasajeros, en sus dos plantas, mueven una carga total de 84 toneladas, con una envergadura de 80m. Hace tres cuartos de vuelta al mundo de un tirón. Miré, como si lo viera por primera vez de nuevo, sus cuatro flamantes motores Rolls Royce. Hay unas 250 maravillas como esta en el mundo, bate desde hace años a su competidor de Boeing, que tenía el monopolio mundial con el 747 hasta que, en 1998, se lanzó el programa con 10.000 millones de euros de la época. Más que una “foundry top” de semiconductores, a día de hoy. Pensé que, si Europa podía hacer este macroproyecto, del que llevo oyendo toda mi vida, Airbus, solo habría que seguir los pasos del éxito. ¡Qué maravilla! ¿Para cuándo un Airbus de la Microelectrónica?
Llegas a medianoche, miras por los cristales y ves la ciudad llena de rascacielos con su perfil tan característico. Todo iluminado. Aún no se ve el desierto, pero los aires acondicionados a todo trapo en pleno mes de enero y el calorcito del cristal cuando lo tocas te lo evidencia allí.
Cuando franceses e ingleses dejaron el mundo desestabilizado para más de un siglo, tras el reparto a escuadra y cartabón del imperio otomano, y el acuerdo de los ministros Sykes y Picot en 1916 dejó a Lawrence de Arabia llorando y perdiendo la cara ante los líderes tribales que combatieron contra los turcos, esto era solo arena, algún oasis, pueblos beduinos, pastores, comerciantes que unían oriente y occidente con sus caravanas. Era ya una tierra de marinos que dominaban el Golfo y el Índico en la época de Magallanes o, al menos Stefan Zweig en su biografía del portugués nacionalizado español, nos presenta a uno guiándoles en un tramo del viaje. De hecho, el escudo del emirato presenta un barco y un oasis. Era desde principio del siglo XX un puerto franco y su relevancia era tal que el famoso vapor de Bombay y Persia paraba allí 5 veces al año a final del siglo XIX y se incrementó la frecuencia hasta parar cada 15 días. Hasta los años 30 en que los japoneses se apropiaron del negocio de las perlas introduciendo el cultivo, los hombres de mar buceaban a pulmón en sus aguas buscándolas. El hambre de la crisis de las perlas debía quitarla el petróleo encontrado en los años 30 pero no se extrajo el primer barril industrialmente hasta finales de los 60.
El bisabuelo del actual Emir y modernizador Mohammed bin Rashid Al Maktoum está retratado en blanco y negro en una zona del aeropuerto en la que se cuenta la historia (áurea claro) de la familia y de cómo nace el emirato hace cuatro días. Su aspecto era de un hombre del desierto, su piel curtida, sus ropas, sus sandalias curtidas. Un patriarca de tribu. Un hombre del desierto.
Nada de democracia ni otras historias que en estos lares no encajan con la cultura. Progreso material y tradición. Lo que se aprende viajando. Me miraba el libro del bastante despistado Francis Fukuyama que voy leyendo (El liberalismo y sus desencantados. Deusto 2022) y me acordaba de lo que José Antonio Marina explicaba el otro día sobre estos regímenes, no democráticos, asombro de iliberales que, para ejemplarizar en una entrevista que le hacía Lourdes Lancho, ponía en el caso de China. Xi Jinping, decía, no quiere solo ser una potencia económica, tecnológica, científica. China es una potente civilización y aspira a exportar su modelo civilizatorio –yo pensaba para mí que no era tan así, pero que al menos aspira a legitimarlo por la razón y que no se lo cuestionen en casa con inoportunas peticiones de libertad-. Explicaba el filósofo que, en los colegios chinos, se enseña el modelo chino como contraste al occidental. Pienso que se contrasta, más bien, con el modelo liberal -del que quedan tres y el cabo por las perversas consecuencias en desigualdad del neoliberalismo que Fukuyama reconoce ahora, a buenas horas, más que con el modelo occidental. Pero le explican a los chinitos y chinitas, que son monísimos en sus coles, que los occidentales sobrevaloramos la libertad y que eso conduce al caos y al desorden en muchos casos y que, por el contrario, la armonía, el orden, el bien común, son valores más importantes que la libertad y que en China con su modelo Confuciano, son capaces de aportar desarrollo humano y material en armonía con ciertas dosis de libertad sin que esta sea el bien supremo.
Me acordé de mí mismo, cuando nos encerraron por el Covid y vi clarísimo que aquello sería el comienzo de una pérdida continua de libertades. Un cierto totalitarismo inyectado en el Gobierno por la Nueva Izquierda –en el número de 138 de diciembre del New Left Review, Ekaitz Cancela y Pedro M. Rey-Araujo no dejaban títere con cabeza del 15M- va minando desde entonces espacios de libertad de expresión con excusas peregrinas, va creando grupos identitarios y va cercenando pasito a pasito nuestro sistema democrático liberal. La polilla iliberal está en Madrid y entra por ambos flancos e influye malamente en ambos partidos con capacidad de conformar gobierno.
El problema de Fukuyama es que no se entera de que no puede haber un liberalismo que funcione sin un marco potente de valores sociales y morales, ni una referencia en su libro al altruismo en lugar de al individualismo, ni un foco relevante en el bien común, tanto como en la libertad y autonomía individual. Cuando leí El final de la Historia, me lo tragué como el Padrenuestro. Pero ahora, con la experiencia de los años, el entrenamiento del pensamiento crítico y la certeza de que el liberalismo, sus valores fundamentales, no nacen como dicen los anglosajones, de Locke, Hobbes y Rousseau, ya que el universalismo, los derechos humanos nacen en la escuela de Salamanca, con Francisco de Vitoria y el Jesuita Padre Juan de Mariana, que en De rege et regis institutione (1599) propone la prudencia como virtud aristotélica del monarca, la reducción de la presión fiscal y el ejercicio legítimo de la revolución y el tiranicidio estableciendo límites claros al poder político fundándose en la tradición tomista, según la cual la sociedad es anterior al poder político y por lo tanto aquella puede recuperar sus derechos originales si el Gobierno no le es de utilidad. Todo esto al menos 200 años antes de que, de repente, vinieran los ilustrados a inventar la sopa de ajo. El problema es que en toda su obra no solo no los menciona, sino que además oculta que católico significa Universal y que cuando menciona a Kant y sus aportaciones conceptuales, camufla la referencia a la Iglesia Católica llamándola Iglesia Universal, y obvia decir que el libre albedrío, la capacidad de elegir y de que cada uno configure su destino es un concepto católico frente a los creyentes en la predestinación. Por supuesto no lo llama libre albedrío para que no se note. Ignorar el poso civilizatorio español de unos cuantos siglos lleva a discursos sin sentido histórico.
En el siglo XVII, el principio de libertad fue enfatizado por Francisco de Vitoria, el padre Mariana y los jesuitas. Estos últimos se enfocaron en la defensa de los derechos humanos y la libertad individual. Esta defensa se manifestó en la preocupación por los intereses de los súbditos, la resistencia al poder absoluto de los monarcas, la lucha contra la esclavitud, la defensa de la libertad de religión, la defensa de los derechos de los nativos, y la búsqueda de la justicia social. Posteriormente, Martínez de la Rosa, José Blanco White, creador del primer periódico El Español, Muñoz Torrero en las Cortes de Cádiz (sólo se necesitó un siglo para que tuviera un busto en el Congreso) o Rafael Altamira –8 veces honoris causas por universidades como París 1928, Cambridge 1930, o Columbia 1937- hacen aportaciones tan fundamentales que, el último, autor de dos docenas de libros sin desperdicio y en particular Historia de la civilización española (1900) redacta buena parte de los estatutos del Tribunal de Derechos humanos, se le considera uno de sus padres y propugnó un liberalismo con fuerte sentido moral. Fukuyama solo tenía que haberse referido al Ideario Político (1921) y habría acabado en dos páginas.
Pero explica que hubo que hacer la 13ª enmienda para abolir la esclavitud y la 15ª para sufragio racial a la Constitución Americana con su pequeño matiz en la sección 2 sobre los indios no censados, en la que finalmente un afroamericano tenía menos derechos que un blanco y pone a Jefferson como uno de los padres del liberalismo . No dice ni mu de que casi tres siglos antes, había doctrina teológica, filosófica y jurídica sobre que todos los hombres del “Reyno” eran hijos de Dios, súbditos del rey y sujetos de derecho. Todos son todos.
No me extraña que Xi Jinping y muchos otros autócratas consideren el liberalismo anglosajón una exaltación del individualismo y del egoísmo amparándose en la excusa de la libertad. Atacada la libertad desde dentro por los neoliberales, desde fuera por los populistas de izquierda y derecha y desde las autocracias más eficaces que nosotros en su gestión, ¿que nos queda? Lo dicho. Los valores. El liberalismo ha de ser, por su universalismo, laico, pero debe ser militante en los valores, igualdad, justicia social, igualdad de oportunidades, libertad de expresión, libertad de prensa, libertad de empresa y comercio, derecho a la propiedad privada, a la salud, a la vivienda, a la educación en igualdad de oportunidades, defensa del mérito, solidaridad, protección de minorías y defensa activa del bien común, empezando por el medio ambiente, la cultura, las tradiciones …
No es tan difícil. Carol Schaefer nos lo ha puesto en bandeja en un librito delicioso de editorial Luciérnaga: La voz de las trece abuelas. En él, ancianas indígenas aconsejan al mundo. No les hago “spoiler”, léanselo, pero va de valores.
Mientras tanto, sigo cabreado con la mala calidad del libro de Fukuyama, y con la bestia que tengo delante. ¿Cuánto petróleo le cabe a este bicho? ¿Cuánto gastará? Sabía que las emisiones por pasajero son las menores, pero me quedé con la burrada de 740 Millones de toneladas de CO2 que emitirán en su vida los más de 800 aparatos que Airbus entregó a sus clientes el año antes del Covid. ¿Hasta cuándo podré permitirme mandar a 20 directivos de medio mundo a Vietnam a reunirse 4 días? ¿Aunque pueda pagarlo, es honesto con mi política medioambiental? Hace 3 años que no venimos, algún día había que hacerlo, pero el impacto es tremendo. No me siento coherente mientras pienso que el Emir es un señor muy listo que ha entendido que la forma más rentable de vender petróleo es hacerlo en tickets de avión. Lo de Nestlé con el café y el Nespresso.
Y puestos a pensar en valores, en petróleo, en Europa y en el bien común, resulta que las leyes europeas prohíben y sancionan que se hable de precios, no sólo, que se pacten, ni siquiera que se hable de precios. Si me pillaran hablando de precios con un competidor me multarían de inmediato. Protegemos en la UE mejor al mercado que a los europeos. Resulta que unos señores que se reúnen en Viena -sí, en el corazón de la UE-, deciden cuándo aumentan y cuándo bajan la producción y así regulan los precios. Digo yo que un mínimo de reciprocidad se podría aplicar y que la UE, que está avanzando con otros abusos flagrantes con el Digital Market Act para meter en cintura a las multinacionales tecnológicas, que abusan de sus posiciones de dominio y forzarlas a la neutralidad -ya pasó con Microsoft y su navegador- podría empezar a pensar en proteger a los ciudadanos europeos y no fijar un cap (techo) sólo al petróleo ruso sino que agrupara todas sus compras y decidiera cuándo, cuánto, a quiénes y a qué precio, se les compra el petróleo. Ante un cartel de oferta un cartel de compras. Divididos en 27 estados, con los caballos de troya de las petroleras europeas (Total, Shell, Eni, Repsol, Neste, …) que no extraen en Europa, pero se forran igualmente, y con Bruselas lleno de lobistas y maletines de petromonarquías, que igual se compran a todos los mejores jugadores, que, a la FIFA, que, a Eurodiputados, la reacción de la UE debería ser mucho más que lo que preparan, debería ser la OPCP ( Organización de Países compradores de Petróleo). Se hizo con las vacunas y funcionó. Defendamos nuestro bien común .
Llego a la Bahía de Da Nang. Tras tres años sin ver esta parte del Pacífico que llaman por algo mar del sur de China, arranco el podcast de radio para conciliar el sueño y veo que, en Brasil, el iliberalismo, no reconoce los resultados electorales y asaltan el Palacio presidencial mientras Bolsonaro está tranquilamente en Miami. Los autócratas deben estar partidos de la risa en sus feudos viendo cómo las democracias liberales se desmoronan. Pienso en la inmensa paradoja de que el Rey de la Transición a la Democracia esté en Abu Dabi y que hay que echar el telón por hoy. Ahora, reflexionen ustedes.